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López Obrador será presidente de México (salvo sorpresa)

Si nada se tuerce por el camino, el "eterno candidato" mexicano podría dejar de serlo.
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Cuando faltan menos de tres meses para las elecciones presidenciales mexicanas, el popular Andrés Manuel López Obrador —más conocido como AMLO— continúa a la cabeza y destacado en los pronósticos, tras resistir con entereza los ataques de los otros cuatro pretendientes al cargo durante el primer debate electoral.

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AMLO estuvo confiado, evasivo, a veces aburrido, incluso tirando de sentido del humor para no sucumbir a las duras acusaciones que todos sus adversarios vertían sobre él y su dilatada andadura política. La estrategia de sus contrincantes era más que obvia pues él es el rival a batir ya que las encuestas auguran su victoria con rotundidad.

Por ejemplo, en un estudio publicado el 18 de abril por el diario mexicano Reforma, se le otorgaba un 48% de los sufragios frente al 26% de Ricardo Anaya, el representante de Por México al Frente, la coalición que integran el partido conservador PAN y los progresistas PRD y Movimiento Ciudadano. Lo relevante es que la brecha que existe entre ambos (22 puntos porcentuales) se ha abierto desde febrero cuando ésta era de 10 puntos porcentuales.

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El líder del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) cumplió su promesa de no entrar a responder a los ataques, presagiando la lluvia que le iba a caer encima. Logró conservar el temple que ha cultivado durante la campaña y evitó así caer en las trampas que le prepararon sus contrincantes pues no sacó el mal carácter que se le achaca. Su peor enemigo es su propio temperamento. Si lo domina, si no comete ningún error importante y si no aparece un escándalo mayúsculo que le comprometa de aquí al día 1 de julio —fecha de los comicios—, López Obrador puede soñar con ocupar la Presidencia. A la tercera va la vencida.

Los dos anteriores intentos se produjeron en 2006 y 2012, después de desempeñarse como jefe del gobierno de Ciudad de México desde 2000 a 2005. En 2006 fue derrotado por Felipe Calderón, del PAN, con los resultados electorales más apretados de la historia de México (la diferencia fue del 0,1% de los votos). AMLO denunció la existencia de un fraude electoral, agitó el término "revolución de conciencia" y fue proclamado por sus simpatizantes "presidente legítimo" en noviembre de 2006 en un acto meramente simbólico.

Seis años después, volvió a la carga. Y fue vencido por Enrique Peña Prieto, del PRI. Y rechazó el fallo del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. No renunció a su inconformismo.

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Pese a esas dos sonoras derrotas, López Obrador, que tiene 64 años, no se desanimó y por ello volvió a postularse, esta vez suavizando su relato para captar el voto del centro, pero sin cambiar de mantra: purgar al gobierno de la corrupción, acabar con las prebendas políticas, reducir los salarios inflados y proteger a los más pobres.

AMLO no ganó el debate electoral, pero tampoco lo perdió, a tenor de quienes observaron y analizaron cada gesto, cada respuesta de los cinco políticos en liza durante las dos horas que se prolongó el cara a cara en el que tres periodistas hicieron de moderadores y que giró principalmente sobre dos ejes temáticos: la seguridad y la corrupción. El debate televisado, el primero de los tres previstos, fue realizado por el Instituto Nacional Electoral (INE) en el Palacio de Minería, en el centro de la Ciudad de México. El cara a cara no tocó temas de política exterior ni las complejas relaciones con el actual inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, pero indudablemente esos dos asuntos serán incluidos en la agenda de los que deben celebrarse en mayo y en junio.

"El debate sí sirvió para marcar las claras diferencias que existen entre los candidatos. Los mexicanos(as) tienen cinco opciones muy distintas. No creo que sea posible apuntar a un ganador. Pero el debate sí cambia la campaña". Esa fue la respuesta tuitera del famoso presentador, escritor y comentarista de la cadena de televisión Univision, Jorge Ramos.

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Con mucha astucia, López Obrador insistió en el asunto que le ha fraguado su enorme popularidad: la lucha sin cuartel contra la corrupción. "Nada ha dañado más al país que la deshonestidad de los gobernantes. Los políticos corruptos y los traficantes de influencia roban alrededor de 500.000 millones de pesos [26.500 millones de dólares] al año del presupuesto. No hay ninguna banda que robe tanto. Estos que presentan como grandes delincuentes son niños de pecho comparados con los políticos corruptos", enfatizó.

La amnistía a los líderes del narcotráfico que sugirió en diciembre pasado, siempre que cuente con el apoyo de las víctimas, y que tras la polémica ha ido rebajando, fue indiscutiblemente el centro de los dardos que le lanzaron todos sus contrincantes. El líder de izquierdas evitó concretar de qué se trata la amnistía que propone: "La amnistía no significa impunidad, se ha manejado de manera malintencionada que quiero sacar de la cárcel a todos los delincuentes", afirmó López Obrador, quien, no obstante, insistió en que "no descarta ninguna opción" para lograr la paz. Recordó, además, que en caso de vencer, convocaría un gran diálogo nacional al que invitaría al papa Francisco.

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La iniciativa de AMLO provocó el enojo, especialmente, de Anaya y de José Antonio Meade, apoyado por el gobernante PRI, pero lo cierto es que los ciudadanos mexicanos están cansados de años de corrupción y violencia, por lo que la alternativa que él les ofrece tiene mucho empuje.

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2018 va camino de ser el año más sangriento de la historia reciente de México, incluso peor que 2017, cuando 29.168 fueron asesinadas, según los datos aportados por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Eso significa 80 muertes violentas cada día. El repunte del número de homicidios es producto de las disputas entre carteles del narcotráfico que controlan regiones del centro y el norte de la república. Entre los estados más azotados por la violencia destacan Baja California, Guerrero, México, Guanajuato, Chihuahua, Veracruz, Jalisco y Michoacán. Las cifras son tan atroces que son comparables con las de un conflicto armado no internacional.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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