"Esa no es la idea del Gobierno, queremos interiorizar a las personas que quieran, que se integren en la economía y la cultura brasileña, y que los albergues sean para los que quieren estar más cerca de la frontera; no vamos a restringir el derecho de circulación de nadie", aseguró Marcassa.
Datos de la Policía Federal indican que unos 50.000 venezolanos ingresaron a Brasil por la frontera de Roraima entre 2015 y febrero de este año, y la mayoría de ellos (alrededor de 40.000) permanecen en la capital de ese estado, Boa Vista, donde viven en condiciones muy precarias.
Los albergues municipales están sobrepasados, y mucha gente duerme en las calles, lo que llevó a las autoridades locales a pedir ayuda al Gobierno de Michel Temer, que de momento optó por distribuir a los venezolanos que así lo quieran en otros estados del país.
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La construcción de un campo de refugiados fue solicitada a Temer por varios diputados a finales de enero, y en marzo insistió en la idea el legislador ultraderechista Jair Bolsonaro (segundo en las encuestas para las elecciones de octubre).
Jucá alegó que lo más importante era hacer un control sanitario exhaustivo, dado que muchos venezolanos llegan a Brasil enfermos y sin vacunas.
Marcassa explicó que la apuesta del Gobierno es intentar que funcione el programa de "interiorización" para decidir si construye más albergues o no.
Por el momento han salido de Roraima rumbo a otros estados casi 300 inmigrantes.
En cuanto a albergues hay cuatro generales, con alrededor de 1.300 personas y uno para 600 indígenas de la etnia warao, uno de los pueblos más antiguos del Delta del Orinoco venezolano.
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La portavoz gubernamental también remarcó que el Gobierno sigue de cerca la situación en Boa Vista, que en los últimos meses ha registrado casos de xenofobia contra venezolanos.
Para Marcassa se trata de hechos aislados que no tienen por qué agravarse, aunque subrayó que el Gobierno está controlando de cerca la situación para evitar brotes violentos.
La gran mayoría de los venezolanos que llegan solicitan residencia temporal, que se tramita rápidamente y permite trabajar y alquilar una vivienda.
Inicialmente muchos solicitaban ser acogidos como refugiados, pero el trámite puede demorar hasta dos años y suele terminar con rechazo si el solicitante no logra probar persecución por motivos de raza, religión, nacionalidad, grupo social específico u opinión política.
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De los 50.000 que ingresaron entre 2015 y febrero de este año, 38.000 pidieron instalarse en Brasil, ya sea mediante residencia temporal o refugio, según datos de la Policía Federal.