"La purpurina tradicional está hecha de una impresión metalizada en una base de PVC o poliéster que después se corta en micropartículas que no pueden ser tratadas de ninguna forma; van al agua y contaminan los ríos, el mar, la vida marina, el suelo… porque no se degradan nunca", explicó Inaê a esta agencia.
En el Carnaval de Río de Janeiro y de Brasil en general, en cambio, la cantidad de purpurina se cuenta por toneladas; desde la que se usa para adornar a los miles de componentes y carrozas en los suntuosos desfiles del Sambódromo hasta la que usan los que disfrutan de la fiesta en las espontáneas comparsas callejeras.
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Después; todos esos residuos brillantes acaban en la ducha y de ahí van al mar: las minúsculas partículas de que se compone la purpurina son muy parecidas a las bolitas que incluyen muchas cremas exfoliantes de rostro, que ya empiezan a ser prohibidas en algunos países.
"Sabiendo todo esto y siendo como soy una loca por el brillo que ama el Carnaval pensé: no es posible que no haya una solución, tenemos que hacer alguna cosa", explica la emprendedora.
Después de mucho indagar encontró en Europa un productor que acababa de patentar una fórmula que usa como base de la purpurina celulosa de eucalipto, así que se pusieron en contacto y tras varios experimentos encontraron la receta final.
La solución no es soluble en el agua, por lo que consigue uno de los efectos más buscados por los aficionados del Carnaval; no sale fácilmente de la piel con el sudor ni con la lluvia tropical.
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Con un lanzamiento inicial de 4.000 unidades las impulsoras de este complemento carnavalesco están asombradas con la buena recepción y subrayan que parte de los beneficios se destina a la ONG Plastic Oceans, que trabaja en labores de concienciación sobre los residuos plásticos en los océanos.
El Carnaval en Brasil se celebra del 9 al 14 de febrero y tan solo en Río de Janeiro se espera que pueblen las calles 6,5 millones de personas, de los cuales 1,5 millones turistas, en su mayoría locales.