Una búsqueda de 47 años en la sombra del terror argentino: así fue el hallazgo de la nieta 139
Una búsqueda de 47 años en la sombra del terror argentino: así fue el hallazgo de la nieta 139
Sputnik Mundo
Ramón Inama buscó durante medio siglo a su hermana convencido de que había sido arrebatada tras nacer en cautiverio durante la última dictadura, que... 14.02.2025, Sputnik Mundo
En el Espacio Memoria Ex Comisaría 5ª de La Plata reina el silencio. Los rostros en blanco y negro de hombres y mujeres que promedian los 20 años erizan la piel de hasta el más desprevenido visitante. Las paredes, hoy cubiertas por murales y placas conmemorativas, se erigen como testimonio del terror que se adueñó de este sitio, donde decenas de jóvenes fueron torturados y asesinados por la dictadura militar que gobernó entre 1976 y 1983.No por casualidad este fue el sitio escogido por Ramón Inama para narrar en primera persona la odisea que lo llevó, casi medio siglo después, a encontrar a su hermana, la nieta 139 —la última hallada—, cuya identidad restituyeron las Abuelas de Plaza de Mayo, emblema en la lucha por la memoria, la verdad y la justicia en el país de los desaparecidos. "Fue un día de locura absoluta", recuerda con imperturbable cadencia.La Plata es la capital de la provincia de Buenos Aires y el epicentro de uno de los movimientos estudiantiles más relevantes del país, razón que alimentó el encono de los represores para actuar con mayor ferocidad contra cualquiera que fuera considerado un "subversivo". La ciudad vio nacer a Ramón y a su padre, Daniel Inama, secuestrado y desaparecido el 2 de noviembre de 1977, a sus 25 años, junto a Noemí Macedo (22), su entonces pareja.Ambos fueron vistos por última vez en el centro clandestino de detención Club Atlético de la Ciudad de Buenos Aires, ubicado en el sótano del edificio del Servicio de Aprovisionamiento y Talleres de la Policía Federal. Hoy sus nombres figuran entre los 30.000 desaparecidos que dejó como saldo el régimen, según estimaciones de organismos de derechos humanos.Daniel trabajaba como chofer de ómnibus en una empresa local, desde donde se aproximó al mundo sindical de la mano de la Unión Tranviaria Automotor. Junto a Noemí, militaban en el Partido Comunista Marxista Leninista (PCML), nacido al calor de la emergencia de movimientos de izquierda durante la década de 1960.El rapto de Daniel y Noemí se produjo en el marco del denominado Operativo Escoba, que acabó con una porción importante de la Orga, tal como la llama Ramón. La mayoría de los integrantes del PCML platense —incluyendo a Jorge Bonafini, el hijo de la histórica referente humanista Hebe de Bonafini— fueron trasladados a la entonces Comisaría 5ª.Por allí pasaron 13 mujeres embarazadas: dos de ellas fueron obligadas a parir en la cocina del establecimiento en condiciones inhumanas. Este último punto remite a una de las mayores calamidades cometidas por la dictadura: el plan sistemático de robo de bebés nacidos en cautiverio y apropiados por familias cercanas a los militares.Al momento de su secuestro, Noemí tenía un embarazo de entre seis y siete meses, por lo que presumiblemente dio a luz en cautiverio entre enero y febrero de 1978. Bajo esta premisa, Ramón dio inicio a una búsqueda que se prolongaría durante casi medio siglo, siguiendo los pasos de su abuela paterna, Lucila Ahumada de Inama, a la cual define como "una segunda madre".De la sospecha a la acciónRamón nació en 1971 y sus padres se separaron al poco tiempo. En 1975, en vísperas del golpe de Estado que derrocó a Isabel Martínez de Perón (1974-1976), pasó a la clandestinidad junto a varios de sus compañeros. Si bien el secuestro y desaparición de la pareja ocurrió cuando era muy pequeño, recuerda haber compartido momentos de calidad en familia."Una madrugada mi viejo vino a visitarme a la casa de mi mamá, consciente de que hacerlo significaba poner su vida en riesgo porque los militares lo buscaban. Llegó, me despertó y nos pusimos a jugar: era el único tiempo que podíamos compartir. Sabiendo que arriesgaba su vida, nunca dejó de verme", asegura.En la adolescencia, gracias a la labor de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, Ramón se convenció de la firme posibilidad de que Noemí hubiera logrado dar a luz a su bebé antes de ser asesinada. Sin embargo, inmediatamente, reconoció que no podría cargar íntegramente sobre sus hombros la misión de su vida. "Yo vengo de un hogar que no me dio muchas herramientas, y por eso tuve que salir a buscarlas afuera: las encontré en los organismos de derechos humanos", remarca.Su primera aproximación se dio gracias a un amigo de la escuela, un compañero de banco que también era hijo de desaparecidos. "Cuando conocí a Charly enseguida nos juntamos para bucear, él fue el puente". Ramón define esos primeros pasos como "un tirar del hilo para empezar a ver con qué nos encontramos y ahí llegamos a las primeras marchas en la Plaza de Mayo, donde conocimos a Hebe de Bonafini, cuyos hijos militaban en la misma agrupación que mi papá y Noemí".Al terminar la secundaria, dio el paso que resultaría determinante en su búsqueda: en 1991 se acercó al Banco Nacional de Datos Genéticos para dejar una muestra de ADN. La entidad había sido fundada cuatro años antes con el objetivo de determinar casos de filiación de hijos de personas desaparecidas nacidas durante el cautiverio."Cuando Abuelas de Plaza de Mayo convoca a dejar las muestras, no dudé ni un segundo. Al tiempo convencí a mis abuelos paternos y a dos hermanas de Noemí a sumarse. Hoy tengo en claro que siempre estuve detrás de mi hermana, más allá de la desesperanza que alguna vez sufrí por seguir pistas falsas", jura el militante de la organización H.I.J.O.S (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio).Para Ramón, centrar toda su energía en la búsqueda de su hermana supuso dejar de lado la expectativa por hallar a su padre, cuyo asesinato jamás fue probado dado que el cuerpo nunca apareció. "La desaparición", dice, "es muy terrible porque te tiran el fardo de tener que decidir cuándo das por terminada la búsqueda: renunciar a encontrar vivo a un ser querido es una decisión que nadie quiere tomar".La llamadaEn noviembre de 2024, una de las líneas de investigación de las Abuelas de Plaza de Mayo dio con una mujer de 46 años que tenía dudas sobre su identidad. Inmediatamente fue convocada por la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi) para realizar el test de ADN.Dos meses más tarde, el 20 de enero de 2025, el Banco Nacional de Datos Genéticos publicó un informe que confirmaba, de manera concluyente, la compatibilidad absoluta entre la mujer y la familia Inama. Así, 34 años después de haber dejado la muestra de ADN, Ramón recibió el llamado que había esperado durante toda su vida."La noticia me agarró desprevenido: yo estaba arreglando un termotanque y me suena el teléfono. Era Manuel González Granada, integrante de la Conadi con quien no tenía un trato muy fluido. Cuando empezó a insistir con hablar en persona le dije: 'mirá, necesito que me digas ahora mismo si es por mi hermano'. Cuando me lo confirmó, se vino corriendo a La Plata para contarme los detalles", narra el entrevistado.El deber con el que carga responde a una razón concreta: si bien su hermana —cuyo nombre se mantiene en reserva— es madre de dos niños y ha construido una familia en torno a ellos, para Ramón "tiene una identidad que ahora podrá completar con esta verdad".139 razones para seguirEstela de Carlotto avanza junto a Ramón con la mirada puesta en un punto fijo y una sonrisa de oreja a oreja. A sus 94 años, la histórica presidenta de Abuelas Plaza de Mayo irradia una vitalidad inconmensurable captada por todas las cámaras de televisión. Está a punto de actualizar el "contador de nietos" del Espacio Memoria y Derechos Humanos, ubicado en la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), símbolo de los peores delitos de lesa humanidad cometidos por la dictadura."Cada nieto hallado es una victoria. Es un aparecido: una presencia viva en la historia de búsqueda de los que ya no están y de los que no sabemos ni dónde estuvieron ni qué les pasó", explica Ramón una semana después de la restitución de su hermana.En su última aparición pública, la titular de la asociación destacó la transición generacional impulsada para que la lucha nunca cese: "Lloramos a las que se fueron, pero estamos acompañadas por estos jóvenes que nos están reemplazando", dijo entre lágrimas.A casi medio siglo del comienzo de la dictadura militar, la búsqueda de hijos de desaparecidos está más vigente que nunca. El inclaudicable compromiso quedó reflejado en una carta abierta que Ramón dedicó a su hermano o hermana en 2019, y que presentó durante una función de Teatro por la Identidad:Y si tenés dudas,si de vez en cuando aflora un principio de incertidumbre,lo único que me sale decirte y decirmees que sigamos buscando.Hasta encontrarte.Hasta encontrarnos.
Ramón Inama buscó durante medio siglo a su hermana convencido de que había sido arrebatada tras nacer en cautiverio durante la última dictadura, que desapareció a sus padres. En 2025 recibió el llamado más esperado: Abuelas de Plaza de Mayo había restituido la identidad de quien hoy es la "nieta 139". "Nunca dejé de tirar del hilo", dijo a Sputnik.
En el Espacio Memoria Ex Comisaría 5ª de La Plata reina el silencio. Los rostros en blanco y negro de hombres y mujeres que promedian los 20 años erizan la piel de hasta el más desprevenido visitante. Las paredes, hoy cubiertas por murales y placas conmemorativas, se erigen como testimonio del terror que se adueñó de este sitio, donde decenas de jóvenes fueron torturados y asesinados por la dictadura militar que gobernó entre 1976 y 1983.
🇦🇷 "Hasta encontrarte, hasta encontrarnos": medio siglo de búsqueda
La familia Inama buscó durante casi 50 años a una de sus integrantes, quien les fue arrebatada durante la última dictadura argentina. Esto dijeron en exclusiva a Sputnik. pic.twitter.com/CyZDNOxL4W
No por casualidad este fue el sitio escogido por Ramón Inama para narrar en primera persona la odisea que lo llevó, casi medio siglo después, a encontrar a su hermana, la nieta 139 —la última hallada—, cuya identidad restituyeron las Abuelas de Plaza de Mayo, emblema en la lucha por la memoria, la verdad y la justicia en el país de los desaparecidos. "Fue un día de locura absoluta", recuerda con imperturbable cadencia.
La Plata es la capital de la provincia de Buenos Aires y el epicentro de uno de los movimientos estudiantiles más relevantes del país, razón que alimentó el encono de los represores para actuar con mayor ferocidad contra cualquiera que fuera considerado un "subversivo". La ciudad vio nacer a Ramón y a su padre, Daniel Inama, secuestrado y desaparecido el 2 de noviembre de 1977, a sus 25 años, junto a Noemí Macedo (22), su entonces pareja.
Ambos fueron vistos por última vez en el centro clandestino de detención Club Atlético de la Ciudad de Buenos Aires, ubicado en el sótano del edificio del Servicio de Aprovisionamiento y Talleres de la Policía Federal. Hoy sus nombres figuran entre los 30.000 desaparecidos que dejó como saldo el régimen, según estimaciones de organismos de derechos humanos.
Daniel trabajaba como chofer de ómnibus en una empresa local, desde donde se aproximó al mundo sindical de la mano de la Unión Tranviaria Automotor. Junto a Noemí, militaban en el Partido Comunista Marxista Leninista (PCML), nacido al calor de la emergencia de movimientos de izquierda durante la década de 1960.
La familia de Noemí fue diezmada por el terrorismo de Estado: su padre Laudelino, su hermana Gloria Nelly con su pareja, así como la hija de ambos, fueron secuestrados y continúan desaparecidos.
El rapto de Daniel y Noemí se produjo en el marco del denominado Operativo Escoba, que acabó con una porción importante de la Orga, tal como la llama Ramón. La mayoría de los integrantes del PCML platense —incluyendo a Jorge Bonafini, el hijo de la histórica referente humanista Hebe de Bonafini— fueron trasladados a la entonces Comisaría 5ª.
Por allí pasaron 13 mujeres embarazadas: dos de ellas fueron obligadas a parir en la cocina del establecimiento en condiciones inhumanas. Este último punto remite a una de las mayores calamidades cometidas por la dictadura: el plan sistemático de robo de bebés nacidos en cautiverio y apropiados por familias cercanas a los militares.
Al momento de su secuestro, Noemí tenía un embarazo de entre seis y siete meses, por lo que presumiblemente dio a luz en cautiverio entre enero y febrero de 1978. Bajo esta premisa, Ramón dio inicio a una búsqueda que se prolongaría durante casi medio siglo, siguiendo los pasos de su abuela paterna, Lucila Ahumada de Inama, a la cual define como "una segunda madre".
La tragedia signó a la familia: la abuela Lucila falleció en la fatídica inundación que sufrió La Plata el 2 de abril del 2013, con un saldo de 89 muertos. El temporal avanzó con ferocidad sobre la casa donde se había criado Daniel. "Estoy seguro de que mi abuela me trasladó su búsqueda: ella murió convencida de que yo tenía una hermana y de que podía encontrarla", asevera Ramón.
De la sospecha a la acción
Ramón nació en 1971 y sus padres se separaron al poco tiempo. En 1975, en vísperas del golpe de Estado que derrocó a Isabel Martínez de Perón (1974-1976), pasó a la clandestinidad junto a varios de sus compañeros. Si bien el secuestro y desaparición de la pareja ocurrió cuando era muy pequeño, recuerda haber compartido momentos de calidad en familia.
"Una madrugada mi viejo vino a visitarme a la casa de mi mamá, consciente de que hacerlo significaba poner su vida en riesgo porque los militares lo buscaban. Llegó, me despertó y nos pusimos a jugar: era el único tiempo que podíamos compartir. Sabiendo que arriesgaba su vida, nunca dejó de verme", asegura.
En la adolescencia, gracias a la labor de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, Ramón se convenció de la firme posibilidad de que Noemí hubiera logrado dar a luz a su bebé antes de ser asesinada. Sin embargo, inmediatamente, reconoció que no podría cargar íntegramente sobre sus hombros la misión de su vida. "Yo vengo de un hogar que no me dio muchas herramientas, y por eso tuve que salir a buscarlas afuera: las encontré en los organismos de derechos humanos", remarca.
Su primera aproximación se dio gracias a un amigo de la escuela, un compañero de banco que también era hijo de desaparecidos. "Cuando conocí a Charly enseguida nos juntamos para bucear, él fue el puente". Ramón define esos primeros pasos como "un tirar del hilo para empezar a ver con qué nos encontramos y ahí llegamos a las primeras marchas en la Plaza de Mayo, donde conocimos a Hebe de Bonafini, cuyos hijos militaban en la misma agrupación que mi papá y Noemí".
Al terminar la secundaria, dio el paso que resultaría determinante en su búsqueda: en 1991 se acercó al Banco Nacional de Datos Genéticos para dejar una muestra de ADN. La entidad había sido fundada cuatro años antes con el objetivo de determinar casos de filiación de hijos de personas desaparecidas nacidas durante el cautiverio.
"Cuando Abuelas de Plaza de Mayo convoca a dejar las muestras, no dudé ni un segundo. Al tiempo convencí a mis abuelos paternos y a dos hermanas de Noemí a sumarse. Hoy tengo en claro que siempre estuve detrás de mi hermana, más allá de la desesperanza que alguna vez sufrí por seguir pistas falsas", jura el militante de la organización H.I.J.O.S (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio).
"Abuelas [de Plaza de Mayo] siempre sospechó que por las características del nivel de gestación y el lugar donde terminó siendo trasladada Noemí, era muy probable que estuviéramos ante un caso de nacimiento y apropiación", asevera.
Para Ramón, centrar toda su energía en la búsqueda de su hermana supuso dejar de lado la expectativa por hallar a su padre, cuyo asesinato jamás fue probado dado que el cuerpo nunca apareció. "La desaparición", dice, "es muy terrible porque te tiran el fardo de tener que decidir cuándo das por terminada la búsqueda: renunciar a encontrar vivo a un ser querido es una decisión que nadie quiere tomar".
La llamada
En noviembre de 2024, una de las líneas de investigación de las Abuelas de Plaza de Mayo dio con una mujer de 46 años que tenía dudas sobre su identidad. Inmediatamente fue convocada por la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi) para realizar el test de ADN.
Dos meses más tarde, el 20 de enero de 2025, el Banco Nacional de Datos Genéticos publicó un informe que confirmaba, de manera concluyente, la compatibilidad absoluta entre la mujer y la familia Inama. Así, 34 años después de haber dejado la muestra de ADN, Ramón recibió el llamado que había esperado durante toda su vida.
"La noticia me agarró desprevenido: yo estaba arreglando un termotanque y me suena el teléfono. Era Manuel González Granada, integrante de la Conadi con quien no tenía un trato muy fluido. Cuando empezó a insistir con hablar en persona le dije: 'mirá, necesito que me digas ahora mismo si es por mi hermano'. Cuando me lo confirmó, se vino corriendo a La Plata para contarme los detalles", narra el entrevistado.
"Fue un día de locura absoluta. Esa noche no pude dormir porque no podía dejar de pensar en mi viejo y en Noemí: forcé mi memoria para lograr recuperar algún recuerdo y tener algo que decirle a mi hermana sobre sus papás. Es una responsabilidad para mí", asegura.
El deber con el que carga responde a una razón concreta: si bien su hermana —cuyo nombre se mantiene en reserva— es madre de dos niños y ha construido una familia en torno a ellos, para Ramón "tiene una identidad que ahora podrá completar con esta verdad".
"Yo creo que la identidad es algo que vamos constituyendo todo el tiempo. Todos los nietos recuperados quieren saber dónde nacieron y casi nunca pueden: no lo saben porque hay un silencio cómplice por parte de los militares, que nunca se dignaron al menos a informar. En esas identidades robadas siempre hay huecos sin explicación", considera.
139 razones para seguir
Estela de Carlotto avanza junto a Ramón con la mirada puesta en un punto fijo y una sonrisa de oreja a oreja. A sus 94 años, la histórica presidenta de Abuelas Plaza de Mayo irradia una vitalidad inconmensurable captada por todas las cámaras de televisión. Está a punto de actualizar el "contador de nietos" del Espacio Memoria y Derechos Humanos, ubicado en la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), símbolo de los peores delitos de lesa humanidad cometidos por la dictadura.
"Cada nieto hallado es una victoria. Es un aparecido: una presencia viva en la historia de búsqueda de los que ya no están y de los que no sabemos ni dónde estuvieron ni qué les pasó", explica Ramón una semana después de la restitución de su hermana.
Abuelas de Plaza de Mayo estima que más de 400 bebés fueron robados en centros ilegales de detención. Actualmente, Estela de Carlotto (94 años), Rosa Roisimblit (105) y Buscarita Roa (87) son las últimas referencias en actividad.
En su última aparición pública, la titular de la asociación destacó la transición generacional impulsada para que la lucha nunca cese: "Lloramos a las que se fueron, pero estamos acompañadas por estos jóvenes que nos están reemplazando", dijo entre lágrimas.
A casi medio siglo del comienzo de la dictadura militar, la búsqueda de hijos de desaparecidos está más vigente que nunca. El inclaudicable compromiso quedó reflejado en una carta abierta que Ramón dedicó a su hermano o hermana en 2019, y que presentó durante una función de Teatro por la Identidad:
Y si tenés dudas,
si de vez en cuando aflora un principio de incertidumbre,
lo único que me sale decirte y decirme
es que sigamos buscando.
Hasta encontrarte.
Hasta encontrarnos.
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