Medio siglo celebrando a Cervantes en el Bajío mexicano: la edición 51 del Festival Cervantino
Medio siglo celebrando a Cervantes en el Bajío mexicano: la edición 51 del Festival Cervantino
Sputnik Mundo
El promotor cultural Enrique Ruelas llevó las comedias de Miguel de Cervantes al espacio público mexicano, concretamente la Plaza San Roque del centro... 24.10.2023, Sputnik Mundo
Esta iniciativa teatral, que desde 1953 aprovechaba la escenografía natural de la ciudad minera para hacer eco del siglo XVII y convertir sus desniveles en bambalinas para la representación dramática, devino un culto guanajuatense a la cultura cervantina, cuyo personaje más famoso, el Quijote, adorna rincones, restaurantes, hoteles, suvenires, además de erguirse en esculturas de madera y otros materiales.El Festival Internacional Cervantino, que este 2023 cumple 51 ediciones y convocó como invitados de honor a Sonora, estado limítrofe con Arizona, y Estados Unidos, es una llamada abierta al teatro, la danza, la música, las artes plásticas, el baile, la festividad, concurrida de turistas nacionales y extranjeros, además de los habitantes locales de Guanajuato, entidad ubicada en el centro geográfico de México.Por dos semanas (este año, concretamente, del 13 al 29 de octubre) la fiesta cultural rebosa las calles de Guanajuato y aprovecha su belleza arquitectónica de callejones mineros para evocar un pasado rico en referencias al Siglo de Oro español, como se conoce la época literaria que enmarcó al autor de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.Uno de los sentidos del festival es ocupar con actividades artísticas y recreativas la plaza pública, si bien varios de los eventos son de paga.El escenario principal es la Alhóndiga de Granaditas, originalmente un granero construido en el periodo colonial de México que también funcionó como cárcel y como un cuartel del Ejército español, entonces gobernante del territorio latinoamericano, que devino escenario de la primera batalla insurgente de la revolución de independencia, ocurrida el 28 de septiembre de 1810 y encabezada por el cura Miguel Hidalgo, conspirador al frente de la lucha emancipatoria.Una de las características más notables de Guanajuato es, precisamente, su constante referencia a la lucha de independencia, pues en sus calles y edificios se desenvolvieron sus primeros estallidos. Memoria viva a través de placas, museos y símbolos, el llamado Pípila, por ejemplo, un presunto guerrillero que facultó la quema de la puerta de la Alhóndiga, atisba el centro histórico de la ciudad desde un cerro.Este héroe de la independencia mexicana da un toque secular a la que suele ser una práctica religiosa: erguir en el punto más alto de una ciudad un símbolo y un espacio arquitectónico para observar calles, edificios y avenidas.Sucede en Santiago de Chile; en Bogotá, Colombia; en Zacatecas, México; en Copacabana, Bolivia; en Río de Janeiro, Brasil; en Quito, Ecuador. Todas ellas ciudades en cuyo punto alto figura alguna virgen o Cristo. Pero en Guanajuato es un guerrillero revolucionario el que, con una antorcha en la mano y el brazo erguido, corona y mira la ciudad.Una adaptación de Los relámpagos de agosto, sátira de la novela de la revolución que publicó el guanajuatense Jorge Ibargüengoitia en La Habana en 1964, titulada Memorias de un general, por ejemplo. La cantante Natalia Aguilar recorriendo algunas de las obras clásicas del repertorio musical mexicano. Rap en maya y rock en náhuatl. Una banda, Nunca Jamás, que mezcla la canción romántica norteña con las distorsiones del rock pesado. Esta es apenas una mención azarosa de la diversidad de actividades que ofrece esta edición, con artistas de diferentes partes del mundo.Con la gráfica de su cartel oficial, el Festival homenajea a los pueblos indígenas que habitan tanto Arizona como Sonora, grupos culturales atravesados por la frontera moderna entre México y Estados Unidos.Más de 2.000 artistas de 31 países, 44 funciones escénicas y 64 actividades visuales, de cine y literatura componen esta edición, medio siglo más un año, del Festival Internacional Cervantino.Entre la elegancia del Teatro Juárez, la fotografía obligada en la escalinata del plantel central de la Universidad de Guanajuato, las catacumbas, exhaciendas, el auditorio del estado, los callejones atravesados de leyendas novohispanas de la ciudad minera, las antorchas que recuerdan la picardía social de Cervantes, crítico del poder político del imperio español, visitantes locales y externos disfrutan esta edición entre cantaritos de tequila, fotografías con estatuas vivientes callejeras, el mirador del Pípila, el teleférico que conduce hasta allá arriba, entre otras oportunidades.Con la participación de autoridades culturales y gubernamentales del estado invitado, del anfitrión Guanajuato y del Gobierno federal, el Festival Internacional Cervantino reitera su vocación por el arte en la plaza pública, mientras jóvenes y ancianos deambulan sus banquetas entre enchiladas mineras, sombreros charros, momias de caramelo y otros atavíos y entretenimientos tradicionales.
El promotor cultural Enrique Ruelas llevó las comedias de Miguel de Cervantes al espacio público mexicano, concretamente la Plaza San Roque del centro histórico de Guanajuato. Así, de la degustación artística para la calle, nació la que hoy se autodenomina "la fiesta cultural más grande de América Latina".
Esta iniciativa teatral, que desde 1953 aprovechaba la escenografía natural de la ciudad minera para hacer eco del siglo XVII y convertir sus desniveles en bambalinas para la representación dramática, devino un culto guanajuatense a la cultura cervantina, cuyo personaje más famoso, el Quijote, adorna rincones, restaurantes, hoteles, suvenires, además de erguirse en esculturas de madera y otros materiales.
El Festival Internacional Cervantino, que este 2023 cumple 51 ediciones y convocó como invitados de honor a Sonora, estado limítrofe con Arizona, y Estados Unidos, es una llamada abierta al teatro, la danza, la música, las artes plásticas, el baile, la festividad, concurrida de turistas nacionales y extranjeros, además de los habitantes locales de Guanajuato, entidad ubicada en el centro geográfico de México.
Montaje teatral de El coloquio de los perros, una de las novelas ejemplares de Miguel de Cervantes, en la Plaza San Roque, de Guanajuato
Por dos semanas (este año, concretamente, del 13 al 29 de octubre) la fiesta cultural rebosa las calles de Guanajuato y aprovecha su belleza arquitectónica de callejones mineros para evocar un pasado rico en referencias al Siglo de Oro español, como se conoce la época literaria que enmarcó al autor de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.
Uno de los sentidos del festival es ocupar con actividades artísticas y recreativas la plaza pública, si bien varios de los eventos son de paga.
El escenario principal es la Alhóndiga de Granaditas, originalmente un granero construido en el periodo colonial de México que también funcionó como cárcel y como un cuartel del Ejército español, entonces gobernante del territorio latinoamericano, que devino escenario de la primera batalla insurgente de la revolución de independencia, ocurrida el 28 de septiembre de 1810 y encabezada por el cura Miguel Hidalgo, conspirador al frente de la lucha emancipatoria.
Una de las características más notables de Guanajuato es, precisamente, su constante referencia a la lucha de independencia, pues en sus calles y edificios se desenvolvieron sus primeros estallidos. Memoria viva a través de placas, museos y símbolos, el llamado Pípila, por ejemplo, un presunto guerrillero que facultó la quema de la puerta de la Alhóndiga, atisba el centro histórico de la ciudad desde un cerro.
Este héroe de la independencia mexicana da un toque secular a la que suele ser una práctica religiosa: erguir en el punto más alto de una ciudad un símbolo y un espacio arquitectónico para observar calles, edificios y avenidas.
El guitarrista de la banda Nunca Jamás en Los Pastitos, uno de los escenarios del Festival Cervantino
Sucede en Santiago de Chile; en Bogotá, Colombia; en Zacatecas, México; en Copacabana, Bolivia; en Río de Janeiro, Brasil; en Quito, Ecuador. Todas ellas ciudades en cuyo punto alto figura alguna virgen o Cristo. Pero en Guanajuato es un guerrillero revolucionario el que, con una antorcha en la mano y el brazo erguido, corona y mira la ciudad.
Y una placa invita a la reiteración de la rebeldía: "Aún hay otras alhóndigas por incendiar".
Una adaptación de Los relámpagos de agosto, sátira de la novela de la revolución que publicó el guanajuatense Jorge Ibargüengoitia en La Habana en 1964, titulada Memorias de un general, por ejemplo. La cantante Natalia Aguilar recorriendo algunas de las obras clásicas del repertorio musical mexicano. Rap en maya y rock en náhuatl. Una banda, Nunca Jamás, que mezcla la canción romántica norteña con las distorsiones del rock pesado. Esta es apenas una mención azarosa de la diversidad de actividades que ofrece esta edición, con artistas de diferentes partes del mundo.
Con la gráfica de su cartel oficial, el Festival homenajea a los pueblos indígenas que habitan tanto Arizona como Sonora, grupos culturales atravesados por la frontera moderna entre México y Estados Unidos.
Más de 2.000 artistas de 31 países, 44 funciones escénicas y 64 actividades visuales, de cine y literatura componen esta edición, medio siglo más un año, del Festival Internacional Cervantino.
Entre la elegancia del Teatro Juárez, la fotografía obligada en la escalinata del plantel central de la Universidad de Guanajuato, las catacumbas, exhaciendas, el auditorio del estado, los callejones atravesados de leyendas novohispanas de la ciudad minera, las antorchas que recuerdan la picardía social de Cervantes, crítico del poder político del imperio español, visitantes locales y externos disfrutan esta edición entre cantaritos de tequila, fotografías con estatuas vivientes callejeras, el mirador del Pípila, el teleférico que conduce hasta allá arriba, entre otras oportunidades.
Con la participación de autoridades culturales y gubernamentales del estado invitado, del anfitrión Guanajuato y del Gobierno federal, el Festival Internacional Cervantino reitera su vocación por el arte en la plaza pública, mientras jóvenes y ancianos deambulan sus banquetas entre enchiladas mineras, sombreros charros, momias de caramelo y otros atavíos y entretenimientos tradicionales.
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