El mito de Pablo Escobar y el estigma de Medellín: "Esa cultura del narco no nos define"
El mito de Pablo Escobar y el estigma de Medellín: "Esa cultura del narco no nos define"
Sputnik Mundo
Aunque se dijo que lo habían derrumbado, en uno de los barrios más exclusivos de Medellín unas 30 personas por día visitan un museo dedicado al narcotraficante... 15.07.2023, Sputnik Mundo
En pleno corazón del barrio El Poblado de Medellín, uno de los más exclusivos de la ciudad del noroeste colombiano, un hombre bajito y que arrastra las eses al hablar, recibe a un grupo de turistas puertorriqueños frente a una casa blanca que bien podría ser un café, incluso un restaurante. "Bienvenidos al museo de Pablo Escobar".El anfitrión se presenta y cuenta a los visitantes que en ese lugar se escondía el narcotraficante más famoso de la historia y que si bien no vivió allí, en el lugar se guardaba parte de su incalculable fortuna. La intensidad con la que narra la historia la hace grandilocuente aunque la veracidad de los hechos es tajante: Escobar nunca vivió allí y tampoco resguardó sus tesoros.Luego, el hombre que siempre lleva consigo un radio, los hace pasar a una tienda de recuerdos en la que hay camisetas, cinturones, bolsas de café, prendedores y decenas de artículos con el rostro del capo del Cartel de Medellín. Y seguido los invita a comprar la entrada que cuesta 120.000 pesos colombianos (alrededor de 29 dólares).Otro personaje aparece y les pide a los turistas que repitan al unísono la frase "plata [dinero] o plomo", a lo que una puerta lateral se abre para dar ingreso. "Pensé que lo habían derrumbado", dice un ecuatoriano emocionado por conocer la historia y los objetos —algunos de ellos réplicas— de Escobar, el hombre que puso contra la pared al Estado colombiano a finales de la década de los 80.Por estos días hay una gran confusión en la capital antioqueña luego de que las autoridades locales ordenaran demoler una estructura en la que funcionaba otra casa museo de Escobar que era administrada por Roberto Escobar Gaviria, quien era conocido como el segundo al mando del Cartel de Medellín, la estructura criminal que comandó su hermano menor, Pablo. El pasado 10 de julio, funcionarios de la alcaldía de Medellín llegaron hasta la casa, enclavada en una loma tan inclinada que para subirla los autos tienen que poner primera marcha, y encontraron que Roberto ya había hecho el trabajo por ellos y solo quedaban ruinas.Nicolás cuenta que en 2018 su padre, a quien prefiere llamar por el nombre propio, notó que la tienda de obsequios era la que dejaba más ganancias. Y que por eso empezó a sentir envidia, que el ambiente se hizo complicado para trabajar y que de un día para otro su papá dio la orden de asesinarlo si volvía a entrar a la casa. Además, Nicolás cuenta que Roberto empezó a tratar mal a su madre y que eso fue el detonante para quebrantar la relación."De ahí en adelante hemos tenido muchos inconvenientes. Decidí separarme y armar mi propio museo y él, tan testarudo, se quedó solo. Pero la cosa no terminó ahí. Los primeros días venía gente de las bandas delincuenciales más grandes de Medellín a extorsionarme en nombre de Roberto Escobar Gaviria. Y por eso hoy en día ando encerrado en esto que parece un búnker, sin ventanas y con puertas blindadas. Mire hasta qué punto ha llegado el problema con ese señor", relata Nicolás.Mientras Nicolás continúa con el diálogo, le entra una llamada a su celular. Contesta. "Te llamo en un rato que estoy ocupado". Es Aura Rocío Restrepo, exreina de belleza y quien fuera pareja de Gilberto Rodríguez Orejuela, exlíder del Cartel de Cali y enemigo acérrimo de Pablo Escobar. "Nosotros ya vivimos en paz. Hace 40 años era inimaginable que yo entablara amistad con ella y mire ahora, somos muy cercanos".Nicolás continúa con su historia y agrega que a Roberto nunca le llamó la atención que el museo de ambos se constituyera como una empresa legal, mucho menos pagar impuestos. "Le decía: 'Papá, pidamos los permisos, hagamos las cosas bien'. Y el respondía que no, que cómo iba a darle dinero al Estado. Y hoy la vida le ha enseñado, nos ha enseñado, que quien se enfrenta al Estado siempre pierde".Padre e hijo se distanciaron. Desde entonces no se hablan y cada uno siguió con su museo, claro que el de Roberto Escobar tuvo que ser demolido por la falta de permisos. Nicolás, por el contrario, cuenta con todos los documentos requeridos para tener un establecimiento de este tipo.¿Apología a Pablo Escobar?Cuando se le pregunta a Nicolás si su museo es una apología a Pablo Escobar y, de paso, a la vida alrededor del narcotraficante, el sobrino mayor de quien fuera el capo de la droga en Colombia es tajante. Luego, Nicolás empieza enumerar las obras que hizo su tío, de los barrios enteros que construyó para la gente más pobre de Medellín, de las canchas de fútbol que donó, incluso de los terrenos que le regaló a la ciudad. "Pablo intentó hacer cosas buenas, solo que se desvió del camino y se fue por el lado equivocado. Hay personas que lo recuerdan con mucho cariño".Frente al cuestionamiento de que su museo ayuda a que Medellín siga siendo encasillada como una ciudad de narcos y que honrar la figura de Escobar es, de otra forma, revictimizar a quienes sufrieron de su crueldad y su violencia, Nicolás se remite sencillamente a una labor de memoria.¿Qué piensa la administración local?Sputnik habló con Cristian Daniel Aguirre Henao, secretario de la No Violencia de Medellín y quien enfatizó que durante esta administración se ha hecho un esfuerzo enorme para derribar esa figura de narco que representa Pablo Escobar y lograr que no sea más un atractivo turístico de la ciudad.Para ello desde la Alcaldía se promueve "un turismo más cercano a la realidad actual de Medellín". "Si bien no ignoramos el pasado, queremos mostrar el buen presente que vivimos en materia cultural y el futuro que tenemos proyectado. Hoy en día esa cultura de narco no nos define y la idea es mostrar otras expresiones artísticas como el Tour del Grafiti. El estereotipo perjudica a la gente", abunda. Aguirre agrega que Medellín ya no es una ciudad tan violenta como en la época de Escobar y que estos museos lo que hacen es promover un estilo de vida en el que el dinero fácil prima sobre cualquier cosa.Por ahora, aunque se haya demolido uno de los museos de Escobar, existe otro que mantiene viva su imagen, un lugar que sigue siendo una de las principales atracciones de la ciudad para los extranjeros y que, para la Alcaldía, revictimiza a quienes sufrieron durante la época más oscura de Colombia.
Aunque se dijo que lo habían derrumbado, en uno de los barrios más exclusivos de Medellín unas 30 personas por día visitan un museo dedicado al narcotraficante más conocido del mundo: Pablo Escobar. Sputnik habló con Nicolás, sobrino del capo y dueño del lugar, y con las autoridades locales que buscan borrar la imagen violenta de la ciudad.
En pleno corazón del barrio El Poblado de Medellín, uno de los más exclusivos de la ciudad del noroeste colombiano, un hombre bajito y que arrastra las eses al hablar, recibe a un grupo de turistas puertorriqueños frente a una casa blanca que bien podría ser un café, incluso un restaurante. "Bienvenidos al museo de Pablo Escobar".
El anfitrión se presenta y cuenta a los visitantes que en ese lugar se escondía el narcotraficante más famoso de la historia y que si bien no vivió allí, en el lugar se guardaba parte de su incalculable fortuna. La intensidad con la que narra la historia la hace grandilocuente aunque la veracidad de los hechos es tajante: Escobar nunca vivió allí y tampoco resguardó sus tesoros.
Luego, el hombre que siempre lleva consigo un radio, los hace pasar a una tienda de recuerdos en la que hay camisetas, cinturones, bolsas de café, prendedores y decenas de artículos con el rostro del capo del Cartel de Medellín. Y seguido los invita a comprar la entrada que cuesta 120.000 pesos colombianos (alrededor de 29 dólares).
Otro personaje aparece y les pide a los turistas que repitan al unísono la frase "plata [dinero] o plomo", a lo que una puerta lateral se abre para dar ingreso. "Pensé que lo habían derrumbado", dice un ecuatoriano emocionado por conocer la historia y los objetos —algunos de ellos réplicas— de Escobar, el hombre que puso contra la pared al Estado colombiano a finales de la década de los 80.
Por estos días hay una gran confusión en la capital antioqueña luego de que las autoridades locales ordenaran demoler una estructura en la que funcionaba otra casa museo de Escobar que era administrada por Roberto Escobar Gaviria, quien era conocido como el segundo al mando del Cartel de Medellín, la estructura criminal que comandó su hermano menor, Pablo.
El pasado 10 de julio, funcionarios de la alcaldía de Medellín llegaron hasta la casa, enclavada en una loma tan inclinada que para subirla los autos tienen que poner primera marcha, y encontraron que Roberto ya había hecho el trabajo por ellos y solo quedaban ruinas.
"Con Roberto armamos una especie de museo en la casa. Él mostraba fotos y objetos de Pablo y yo vendía recuerdos. Fue tanto el auge que le subimos el precio a las entradas y aun así se llenaba. Llegamos a recibir hasta 150 personas por día", relata a Sputnik Nicolás Escobar, hijo de Roberto, y dueño de la casa museo que ahora está en funcionamiento.
Nicolás cuenta que en 2018 su padre, a quien prefiere llamar por el nombre propio, notó que la tienda de obsequios era la que dejaba más ganancias. Y que por eso empezó a sentir envidia, que el ambiente se hizo complicado para trabajar y que de un día para otro su papá dio la orden de asesinarlo si volvía a entrar a la casa. Además, Nicolás cuenta que Roberto empezó a tratar mal a su madre y que eso fue el detonante para quebrantar la relación.
"De ahí en adelante hemos tenido muchos inconvenientes. Decidí separarme y armar mi propio museo y él, tan testarudo, se quedó solo. Pero la cosa no terminó ahí. Los primeros días venía gente de las bandas delincuenciales más grandes de Medellín a extorsionarme en nombre de Roberto Escobar Gaviria. Y por eso hoy en día ando encerrado en esto que parece un búnker, sin ventanas y con puertas blindadas. Mire hasta qué punto ha llegado el problema con ese señor", relata Nicolás.
Mientras Nicolás continúa con el diálogo, le entra una llamada a su celular. Contesta. "Te llamo en un rato que estoy ocupado". Es Aura Rocío Restrepo, exreina de belleza y quien fuera pareja de Gilberto Rodríguez Orejuela, exlíder del Cartel de Cali y enemigo acérrimo de Pablo Escobar. "Nosotros ya vivimos en paz. Hace 40 años era inimaginable que yo entablara amistad con ella y mire ahora, somos muy cercanos".
Nicolás continúa con su historia y agrega que a Roberto nunca le llamó la atención que el museo de ambos se constituyera como una empresa legal, mucho menos pagar impuestos. "Le decía: 'Papá, pidamos los permisos, hagamos las cosas bien'. Y el respondía que no, que cómo iba a darle dinero al Estado. Y hoy la vida le ha enseñado, nos ha enseñado, que quien se enfrenta al Estado siempre pierde".
Padre e hijo se distanciaron. Desde entonces no se hablan y cada uno siguió con su museo, claro que el de Roberto Escobar tuvo que ser demolido por la falta de permisos. Nicolás, por el contrario, cuenta con todos los documentos requeridos para tener un establecimiento de este tipo.
Cuando se le pregunta a Nicolás si su museo es una apología a Pablo Escobar y, de paso, a la vida alrededor del narcotraficante, el sobrino mayor de quien fuera el capo de la droga en Colombia es tajante.
"Acá solo cuento la historia de lo que me tocó vivir. Y termino los tours por el museo con una frase importante: el dinero fácil no dura y lo ilícito te lleva a la cárcel o a la tumba".
Luego, Nicolás empieza enumerar las obras que hizo su tío, de los barrios enteros que construyó para la gente más pobre de Medellín, de las canchas de fútbol que donó, incluso de los terrenos que le regaló a la ciudad. "Pablo intentó hacer cosas buenas, solo que se desvió del camino y se fue por el lado equivocado. Hay personas que lo recuerdan con mucho cariño".
Frente al cuestionamiento de que su museo ayuda a que Medellín siga siendo encasillada como una ciudad de narcos y que honrar la figura de Escobar es, de otra forma, revictimizar a quienes sufrieron de su crueldad y su violencia, Nicolás se remite sencillamente a una labor de memoria.
"Si no conocés tu historia estás condenado a repetirla. No sería lógico que me quedará callado sabiendo todo lo que sé. Necesitamos hablar de esto para que lo malo no se repita y para que lo bueno se multiplique", expresa.
¿Qué piensa la administración local?
Sputnik habló con Cristian Daniel Aguirre Henao, secretario de la No Violencia de Medellín y quien enfatizó que durante esta administración se ha hecho un esfuerzo enorme para derribar esa figura de narco que representa Pablo Escobar y lograr que no sea más un atractivo turístico de la ciudad.
Para ello desde la Alcaldía se promueve "un turismo más cercano a la realidad actual de Medellín".
"Si bien no ignoramos el pasado, queremos mostrar el buen presente que vivimos en materia cultural y el futuro que tenemos proyectado. Hoy en día esa cultura de narco no nos define y la idea es mostrar otras expresiones artísticas como el Tour del Grafiti. El estereotipo perjudica a la gente", abunda.
Aguirre agrega que Medellín ya no es una ciudad tan violenta como en la época de Escobar y que estos museos lo que hacen es promover un estilo de vida en el que el dinero fácil prima sobre cualquier cosa.
"Hemos buscado, con la creación de la Secretaría de la No Violencia, un ejercicio de transformación cultural y que no recaiga en una revictimización de quienes padecieron dinámicas del Cartel de Medellín. Queremos que estos espacios construyan paz y no que enaltezcan a quienes solo promovieron la guerra en Colombia".
Por ahora, aunque se haya demolido uno de los museos de Escobar, existe otro que mantiene viva su imagen, un lugar que sigue siendo una de las principales atracciones de la ciudad para los extranjeros y que, para la Alcaldía, revictimiza a quienes sufrieron durante la época más oscura de Colombia.
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