Pobreza infantil: el flagelo que afecta a más del 60% de niños y adolescentes en Argentina
© AP Photo / Natacha PisarenkoCrisis económica en Argentina (imagen referencial)
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El último informe de un prestigioso observatorio echa luz sobre una de las consecuencias más severas de la crisis económica que afronta Argentina: más de ocho millones de menores de edad no tienen cubiertas las necesidades básicas.
La profunda crisis económica que atraviesa Argentina tiene rostro: los millones de niños que viven en la pobreza. Si el flagelo azota al 39% de la población nacional, en el caso de los menores de 18 años el cuadro es aún más devastador: el 61,6% de los niños y adolescentes vive en hogares que no tienen cubiertas las necesidades básicas.
Según el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), son más de ocho millones los menores alcanzados por la pobreza infantil, y entre ellos más de un millón y medio de niños viven en la indigencia.
Ante el contexto económico más frágil de los últimos 20 años —con una inflación interanual que supera el 108% y deteriora los ingresos de una población que acumula seis años consecutivos de pérdida de su poder adquisitivo— el dato cae como un balde de agua fría en una sociedad atravesada por la incertidumbre.
"Que más de seis millones de chicos vivan en hogares donde faltan recursos para satisfacer necesidades básicas como la alimentación y la vestimenta es grave. Son niveles realmente muy altos", afirmó a Sputnik Ianina Tuñón, socióloga, y coordinadora del observatorio a cargo del estudio.
"La situación más extrema se da con los menores indigentes, porque las familias no llegan a cubrir siquiera la canasta básica alimentaria: La inseguridad alimentaria afecta sobre todo a los chicos: en los últimos años superamos holgadamente los dos dígitos", remarcó Tuñón.
Del 'Excel' al barrio
Héctor tiene 42 años y vive en la localidad de Merlo, en la provincia de Buenos Aires (este). En 2013 fundó el comedor popular Ángel Guardián, que hoy brinda almuerzo, merienda y cena a más de 170 familias durante los siete días de la semana.
"En el último tiempo la cantidad de gente que viene aumentó muchísimo, sobre todo en el caso de los chicos. Así como durante el 2020 vino mucha más gente por la cuarentena, ahora nos pasa lo mismo pero por la situación económica", refiere a Sputnik el titular de la institución.
© Foto : Gentileza comedor popular Ángel GuardiánEl comedor popular Ángel Guardián alimenta a más de 170 familias en Merlo
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© Foto : Gentileza comedor popular Ángel Guardián
El comedor popular Ángel Guardián alimenta a más de 170 familias en Merlo
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El comedor popular Ángel Guardián alimenta a más de 170 familias en Merlo
Según Héctor, el punto de quiebre ocurrió a inicios de este año, cuando la aceleración en el aumento de precios comenzó a profundizarse hasta superar el 100% de inflación interanual: "En febrero empezó a venir mucha más gente. Cuando repartimos comida hay caras nuevas todos los días: este es el peor momento que recuerde de los últimos años", señala.
El rol social de los merenderos es fundamental para paliar los efectos de la crisis, profundizados tras la pandemia. "Hoy el 40% de los chicos menores de 18 años está en condiciones de malnutrición. No es hambre, pero remite a una alimentación que no alcanza a cubrir las necesidades nutricionales en todo el período de desarrollo", afirma ante Sputnik Isaac Rudnik, director del Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana (ISEPCI).
"Las familias de menores recursos tienen un consumo limitado en proteínas, vitaminas y minerales que vienen de las carnes y las verduras: todos los productos que más incremento de precio tuvieron en los últimos años", remarca el investigador.
El impacto de la crisis se siente en el cuerpo, literalmente: "Cerca del 5% de los chicos están en condiciones de talla baja, con un peso y una altura por debajo de los que corresponden a su edad. Es un dato central porque no obedece a una situación coyuntural de mala alimentación, sino a años de estar en esa situación", ilustra Rudnik.
Héctor intenta contener a la mayor cantidad de jóvenes posible, pero el desafío se torna una odisea: "Ayer vino un nene a preguntarme si tenía un poquito más de lo que le daba porque al otro día no tenían para desayunar. Es desesperante".
"La mayoría de las personas que vienen al comedor son cartoneros [personas que recolectan cartones y otros desechos para vender]. No tienen un trabajo en blanco: es gente que sale a la calle a rebuscárselas", dice Héctor.
Cancha inclinada
La particularidad de la realidad que atraviesa Argentina es que los testimonios no se condicen con la evolución de la macroeconomía de los últimos años. "En el año 2022 el Producto Bruto Interno creció un 5%, y sin embargo la indigencia subió hasta el 8% del país. Es hasta contradictorio", explica Rudnik.
Consultado al respecto, Nicolás Dvoskin —economista e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)— considera ante Sputnik que "tenemos un ciclo de un crecimiento muy acelerado, pero con características particulares como la desigualdad creciente".
El analista remarca: "Esto responde al fenómeno distributivo: este crecimiento es profundamente desigual".
"Que crezca el PBI, el empleo pero simultáneamente suba la pobreza es un fenómeno particularmente extraño", resalta el economista.
Fotos de ayer y hoy
Ante un marco de semejante fragilidad en términos de contención social, emerge la imagen del 2001, el año de la mayor crisis política y social de la Argentina reciente, que culminó con un salto en el nivel del desempleo y de la pobreza, y que fue complementado por la sucesión de cinco presidentes en 11 días.
Rudnik opina que el panorama actual amenaza con resultar incluso peor que el de aquel momento: "Ante una pobreza e indigencia que no baja, y con la perspectiva de que esto se mantenga, la situación es incluso más grave que en 2001. Todos los economistas tenemos la imagen de que este año la economía va a caer nuevamente, por lo que la situación va a ser más compleja".
"En el 2001 hubo 60% de pobreza y 15% de indigencia, pero eso duró menos de dos años y se recompuso rápidamente mientras crecía el Producto Bruto Interno (PBI). Ahora llevamos cinco años donde el desarrollo del PBI osciló pero la pobreza se mantuvo en un porcentaje que está entre el 37% y el 42%: esta es la novedad", plantea el investigador.
Dvoskin rechaza de plano que la coyuntura actual sea peor que la crisis surgida a principios de siglo: "Esto no tiene nada que ver con el 2001, cuando había un alto desempleo y una altísima marginalidad social. La marginalidad que tuvimos en ese periodo fue muy superior a la actual".
"Hoy no tenemos un problema en desempleo ni de marginalidad en términos de gente que esté fuera de las redes de contención social", apunta el economista.
El problema de fondo, que marca el contraste entre uno y otro momento, es el relativo al mundo laboral. Con la crisis del 2001 el desempleo terminó superando el 20%, mientras que en la actualidad se ubica cerca del 6%. Sin embargo, los salarios se han deteriorado tanto durante los últimos seis años —período que incluye al actual gobierno de Alberto Fernández y al de su antecesor, Mauricio Macri (2015-2019)—, que hoy son los segundos más bajos de Latinoamérica.
Dvoskin lo dice sin eufemismos: "En este momento tenemos uno de los niveles de desempleo más bajos de la historia argentina. El problema que tiene Argentina es que los salarios son bajos, no que falte trabajo".
El pesimismo exhibido por ambos investigadores responde al creciente agravamiento de la crisis. De hecho, incluso el demoledor informe de la Universidad Católica Argentina fue realizado antes de la aceleración inflacionaria detectada en diciembre: "El informe llega hasta el último trimestre del 2022, y en el último trimestre se registró un importante aumento de la pobreza", afirmó Tuñón.
Sin embargo, existe una luz de esperanza ligada a la riqueza de recursos naturales, con el aprovechamiento del gas de Vaca Muerta, el segundo yacimiento más grande del mundo, y el potencial del litio argentino. No obstante, el aspecto determinante radica en el impacto que sus efectos tengan sobre los indicadores sociales.
"La clave está en que probablemente en 2024 empiece la recuperación. Pero, a la luz de lo que ha sucedido, no tenemos ninguna garantía de que un eventual crecimiento traiga como consecuencia una baja de la pobreza y de la indigencia", remarca Rudnik.
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