Diablos de pueblo pescador venezolano expresan su entrega en una danza ancestral
Diablos de pueblo pescador venezolano expresan su entrega en una danza ancestral
Sputnik Mundo
CHUAO, VENEZUELA (Sputnik) — Es el segundo día de la fiesta del Corpus Christi en Chuao, un pueblo pesquero y cacaotero de Aragua, en el norte de Venezuela. Al... 17.06.2022, Sputnik Mundo
"Esto es lo máximo de las religiones, porque uno lo siente, lo lleva en la sangre", expresó el jueves a esta agencia Ángel Rojas de 69 años, quien desde los 9 años danza en la actividad.A Chuao, bautizado con ese nombre por los indígenas caribes en referencia al sonido que hacen las garzas blancas, la forma más sencilla de llegar es en lancha.Navegando está a unos 25 minutos desde Choroní, otro pueblo pesquero de Aragua, y a casi dos horas de Chichiriviche de la Costa, estado La Guaira (norte). Por tierra, desde Choroní, el recorrido puede llevar unas seis horas y es a través de caminos empinados y montañosos.Corpus ChristiEl documento oficial de la fundación de Chuao data de hace 454 años y está registrado por la Iglesia católica, aunque no está claro desde cuándo vivían allí los indígenas caribe.Más de 400 años tiene en esta localidad la celebración de los Diablos Danzantes, una tradición venezolana que la Unesco declaró en 2012 como Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad.Al igual que en las 11 cofradías que oficialmente celebran los Diablos Danzantes en otros estados de Venezuela, la ceremonia consiste en que salgan con el traje desde sus casas, y caminen hacia la iglesia, donde serán "despojados del mal".El primer día, los diablos con sus coloridos trajes, maracas y campanas, que cuelgan del rabo y de los pies, bailan y avanzan de rodillas para pagar una penitencia por supuestos pecados, a los que le llaman la rendición o la caída.Luego se quedan frente a la iglesia, hasta que son bendecidos por un cura católico que les permite el acceso al templo, al menos en el caso de Chuao.Los que danzan, que en el caso de Chuao solo son hombres, explican que van "cruzados"; eso quiere decir que se colocan unas cintas en forma de equis en su cuerpo, con estampas católicas para evitar que el diablo se quede con ellos.El juegoLa segunda jornada, de los tres días de conmemoración, comienza con una misa en la que entran a la iglesia sin la máscara.A media mañana, después del sermón, los diablos vuelven a la calle y se pasean de casa en casa danzando, se arrodillan para pedir propinas o algo de comida. Mientras otros dan latigazos a quienes los miran.El juego, en algunos casos, consiste en amarrar de los árboles que circundan el pueblo a los chiquillos que no bailan, y luego arrojarlos al río.Las máscarasCada cofradía venezolana tiene máscaras diferentes; en el caso de Chuao son diablos negros sonrientes, y los mayores tienen barba. Representan a los afrodescedientes esclavizados por los españoles que obtuvieron su libertad y se fueron a la montaña, donde mantuvieron la tradición.Al llegar te dan la antesala el mar y el río, y para llegar hasta el pueblo, donde se encuentra la iglesia, hay que atravesar una carretera de unos 5 kilómetros, rodeada por un bosque con numerosas plantaciones de cacao, y un río.Cuando salen de la iglesia, los diablos adultos y niños se van derechito hacia ese bosque, ahí siguen su danza, repican tambores, juegan, y cuelgan sus máscaras en las matas de plátano, cacao, y en cuanto árbol se encuentran."Esta es una devoción grandísima que me pusieron mis abuelos (…) Cada día se meten más niños más diablos y todo eso es nuestra garantía", dijo Oscar Gamez, conocido como El Negro Pío, quien tiene de 67 años y 55 en la ceremonia.El cura, antes de que salgan de la iglesia, les advierte que el Corpus Christi no es una parranda sino un acto católico, y los llama a evitar lo que es tradición en el pueblo: la fiesta.Sin embargo, en la entrada del pueblo, a más de media hora caminando y a diez minutos en camión, grandes cornetas y mucha cerveza, los espera para seguir la celebración."Dime, Chuao, el color de la tinta que escribe tu historia. Te bautizaron los indios [en referencia a los indígenas], te poseyeron los blancos [en referencia a los colonizadores españoles], te heredaron los negros", se lee en un mural del pueblo Nubiano, 1968.Y es que, en su plaza, sus calles, sus montañas, y su bosque convivieron los ancestros que preservaron año tras año, la tradición que comenzó como una mezcla de católicos, indígenas y afrodescendientes, hasta convertirse en venezolana.
CHUAO, VENEZUELA (Sputnik) — Es el segundo día de la fiesta del Corpus Christi en Chuao, un pueblo pesquero y cacaotero de Aragua, en el norte de Venezuela. Al llegar, la entrada está desolada, y es porque la mayoría se prepara para la segunda de tres jornadas de la danza de los diablos.
"Esto es lo máximo de las religiones, porque uno lo siente, lo lleva en la sangre", expresó el jueves a esta agencia Ángel Rojas de 69 años, quien desde los 9 años danza en la actividad.
A Chuao, bautizado con ese nombre por los indígenas caribes en referencia al sonido que hacen las garzas blancas, la forma más sencilla de llegar es en lancha.
Navegando está a unos 25 minutos desde Choroní, otro pueblo pesquero de Aragua, y a casi dos horas de Chichiriviche de la Costa, estado La Guaira (norte). Por tierra, desde Choroní, el recorrido puede llevar unas seis horas y es a través de caminos empinados y montañosos.
Corpus Christi
El documento oficial de la fundación de Chuao data de hace 454 años y está registrado por la Iglesia católica, aunque no está claro desde cuándo vivían allí los indígenas caribe.
Más de 400 años tiene en esta localidad la celebración de los Diablos Danzantes, una tradición venezolana que la Unesco declaró en 2012 como Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad.
"A lo largo de la historia hubo algunas prohibiciones porque se hacía ruido y se llevaban tambores, porque asistía más la gente al tambor que a la misa", agregó el primer capitán de los Diablos Danzantes de Chuao, Anotonio José Montiel, quien danza desde hace 57 años, cuyo padre Jesús María Franco estuvo por 72 años en la actividad.
Al igual que en las 11 cofradías que oficialmente celebran los Diablos Danzantes en otros estados de Venezuela, la ceremonia consiste en que salgan con el traje desde sus casas, y caminen hacia la iglesia, donde serán "despojados del mal".
El primer día, los diablos con sus coloridos trajes, maracas y campanas, que cuelgan del rabo y de los pies, bailan y avanzan de rodillas para pagar una penitencia por supuestos pecados, a los que le llaman la rendición o la caída.
Desde hace más de 400 años el pueblo de pescadores de Chuao, en el estado venezolano de Aragua (norte) celebra los Diablos Danzantes pic.twitter.com/WMAyvD0AdR
— Sputnik Reporteros (@Sputnik_Report) June 23, 2022
Luego se quedan frente a la iglesia, hasta que son bendecidos por un cura católico que les permite el acceso al templo, al menos en el caso de Chuao.
Los que danzan, que en el caso de Chuao solo son hombres, explican que van "cruzados"; eso quiere decir que se colocan unas cintas en forma de equis en su cuerpo, con estampas católicas para evitar que el diablo se quede con ellos.
La segunda jornada, de los tres días de conmemoración, comienza con una misa en la que entran a la iglesia sin la máscara.
A media mañana, después del sermón, los diablos vuelven a la calle y se pasean de casa en casa danzando, se arrodillan para pedir propinas o algo de comida. Mientras otros dan latigazos a quienes los miran.
El juego, en algunos casos, consiste en amarrar de los árboles que circundan el pueblo a los chiquillos que no bailan, y luego arrojarlos al río.
Cada cofradía venezolana tiene máscaras diferentes; en el caso de Chuao son diablos negros sonrientes, y los mayores tienen barba. Representan a los afrodescedientes esclavizados por los españoles que obtuvieron su libertad y se fueron a la montaña, donde mantuvieron la tradición.
"En estas zonas aisladas como Chuao, los esclavizados se habían tomado los bailes y fue imposible prohibirlo. Chuao tiene dos cumbes o cimarroneras en la parte alta de la montaña, donde los esclavizados que huían se ubicaban en las parres altas llamadas El Paraíso y La Esperanza y allí ellos lograron preservar estas tradiciones y después de la abolición de la esclavitud volvieron a ser celebradas", explicó.
Al llegar te dan la antesala el mar y el río, y para llegar hasta el pueblo, donde se encuentra la iglesia, hay que atravesar una carretera de unos 5 kilómetros, rodeada por un bosque con numerosas plantaciones de cacao, y un río.
Cuando salen de la iglesia, los diablos adultos y niños se van derechito hacia ese bosque, ahí siguen su danza, repican tambores, juegan, y cuelgan sus máscaras en las matas de plátano, cacao, y en cuanto árbol se encuentran.
"Esta es una devoción grandísima que me pusieron mis abuelos (…) Cada día se meten más niños más diablos y todo eso es nuestra garantía", dijo Oscar Gamez, conocido como El Negro Pío, quien tiene de 67 años y 55 en la ceremonia.
El cura, antes de que salgan de la iglesia, les advierte que el Corpus Christi no es una parranda sino un acto católico, y los llama a evitar lo que es tradición en el pueblo: la fiesta.
Sin embargo, en la entrada del pueblo, a más de media hora caminando y a diez minutos en camión, grandes cornetas y mucha cerveza, los espera para seguir la celebración.
"Dime, Chuao, el color de la tinta que escribe tu historia. Te bautizaron los indios [en referencia a los indígenas], te poseyeron los blancos [en referencia a los colonizadores españoles], te heredaron los negros", se lee en un mural del pueblo Nubiano, 1968.
Y es que, en su plaza, sus calles, sus montañas, y su bosque convivieron los ancestros que preservaron año tras año, la tradición que comenzó como una mezcla de católicos, indígenas y afrodescendientes, hasta convertirse en venezolana.
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