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"Ningún tiempo pasado fue mejor": Isabel Allende novela un siglo de exilios, dictaduras y pandemias
"Ningún tiempo pasado fue mejor": Isabel Allende novela un siglo de exilios, dictaduras y pandemias
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La escritora, de 79 años, publica 'Violeta', que recoge la vida de una longeva mujer en diferentes escenarios de América Latina. 27.01.2022, Sputnik Mundo
2022-01-27T08:30+0000
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Ascendencia española, nacimiento en Lima, sangre chilena y pasaporte estadounidense: Isabel Allende puede presumir de mezcla y de una vida que, a sus 79 años, no ha estrechado horizontes. Tanto geográficos como personales. Ha tenido que mover las maletas de un lugar a otro por el trabajo de su padre, que escapar sin billete de vuelta o que establecerse en un país donde, por norma, cuesta oficializar la situación.Hija de un diplomático y sobrina de Salvador Allende, presidente de Chile que fue asesinado en el golpe de Estado de Pinochet, la autora pasó de país en país mientras estudiaba, daba a luz a Paula y Nicolás, intentaba trabajar de periodista o se establecía en el extranjero para lanzarse de lleno en su carrera literaria. Ahora, en una vejez que no le permite programar más que unas semanas por delante ni dejarse atrapar por actividades que hacía obligada, como firmar durante horas sus libros, presenta otra novela más. Y van varias decenas, de las que ha vendido 73 millones de ejemplares y cuyas traducciones rondan los 42 idiomas.Por eso está considerada la escritora en español más leída del mundo. Se nota en la promoción de Violeta, que acaba de publicar Plaza & Janés: debido a la pandemia de coronavirus, Isabel Allende atiende por videoconferencia desde su casa de Sausalito, en California. Al acto hay acreditados unos 200 periodistas y las cuestiones se quedan cortas en la hora que ofrece antes de continuar con otras entrevistas de diferentes partes del globo. En ella se muestra alegre, con una sonrisa y una mirada brillante, generosa e irónica en sus respuestas y convencida de los grandes temas que han fundamentado su vida: el amor, el exilio, la pérdida.Todos estos asuntos vertebran también sus novelas. Desde el gran éxito de La casa de los espíritus (1982), en la que recurrió al realismo mágico para transitar por cuatro generaciones, hasta la autobiográfica Paula, de 1994, donde relata la muerte de su hija como un exorcismo narrativo. En Violeta le toca personificar la pasión, la huida o el contexto social y político en una mujer que vive un siglo. Desde 1920 hasta 2020. Un marco temporal que recorre desde la mal llamada gripe española hasta la epidemia de COVID-19 y que atraviesa desengaños, nostalgias y turbulencias.Y se asemeja bastante a lo que vivió la madre de la autora, que –para poder fabular sin el yugo del rigor histórico- no ha querido situar la historia ni los acontecimientos en unos lugares ni fechas concretas. Violeta se desarrolla como un intercambio epistolar, y tiene mucho que ver con esta relación familiar. "Mi mamá es el amor más largo y seguro que he tenido en mi vida. Siempre estuvimos muy unidas, pero vivimos separadas porque se casó con un diplomático y viajaba, luego llegó el exilio. Nos escribíamos todos los días: primero por correo, luego por fax y por correo electrónico", aseguró Allende.Calcula la autora que llegaron a intercambiar unas 24.000 cartas con todo detalle. Eso la empujó a novelar su biografía. "Cuando murió, mucha gente me dijo que escribiera un libro sobre ella. Pero no pude. Estaba muy cerca y se necesitan distancia e ironía para una novela. Pero salió un personaje, Violeta, que tiene muchas cosas de ella, aunque su vida sea mucho más interesante", afirmó, matizando que la protagonista "consigue mantenerse sola". "Mi mamá fue siempre dependiente. Primero del padre, después del marido. Siempre he pensado que si hubiera tenido independencia económica hubiera tenido una vida extraordinaria", añadió.Hay en este periplo vital un alegato por el amor libre, por la tolerancia hacia cualquier orientación sexual o por la posibilidad de interrumpir un embarazo. "Violeta es una mujer apasionada y romántica que nace en una sociedad muy conservadora en los años 20, donde la mujer no tenía la libertad que tiene hoy. Su manera de pensar es bastante original, se atreve a separarse de su marido y no olvidemos que el divorcio no se aceptó en Chile hasta 2014, fue uno de los últimos países del mundo en aceptarlo. La vida fue muy dura para esa generación", comentó al respecto.Habla de clasismo, "el gran problema, con el racismo, de América Latina", o de violencia machista. "Las violaciones y la violencia doméstica no han disminuido mucho. La guerra contra las mujeres sigue ahí. La diferencia es que ahora lo hablamos, no permanece oculto. La violencia doméstica se consideraba antes un asunto íntimo del hogar, algo como la religión, lo que facilitaba unos abusos tremendos. Luego se legisló sobre eso y ahora al menos hay consecuencias legales, aunque no siempre se aplican. La mujer muchas veces es acusada de haber provocado la violencia", aseveró.Isabel Allende no esquiva comentar los rincones más oscuros de los personajes en los que se basó, incluso cuando le recuerda a algo tan lacerante como el deceso de Paula. "Una novela siempre es una combinación de memoria, experiencia, imaginación e intuición", apuntó quien inició su carrera en medio del llamado boom latinoamericano, un fenómeno predominantemente masculino. "No había ni una sola voz femenina. Cuando salió La casa de los espíritus en 1982 fue casi a la cola del boom y se apresuraron a decir que yo no pertenecía al boom y que era post-boom", lamentó.En esta línea destaca la irrupción de voces nuevas con diferentes orígenes y registros. Allende declara sentir un enorme respeto por la generación de escritoras "jóvenes y atrevidas" con la argentina Mariana Enríquez o las mexicanas Valeria Luiselli, Fernanda Melchor y Brenda Navarro, entre otras. "Son buenísimas y escriben una literatura fuertísima, ¿de dónde sacan todo eso? Me alegro mucho de que estén haciendo una literatura tan diferente y de que, finalmente, hayan tomado por asalto el mundo del libro. Solas somos vulnerables, pero juntas somos invencibles", confesó.La notoriedad femenina o el empuje de la juventud es también una característica en otros planos sociales como el poder político. Allende alabó la victoria de Gabriel Boric en Chile y tildó a su gobierno, formado por 14 mujeres y 10 hombres, de exhibir "otro espíritu y otra energía". "Hay un deseo de cambiar las cosas sin violencia, de un modo razonable, sin echar a perder la economía, de redistribuir la riqueza y los beneficios de los recursos del país. Está todo privatizado en Chile, la educación, la sanidad... la gente vive en deuda", alegó, contenta porque "los viejos carcamales" que estaban en sus escaños "se vayan a su casa".Violeta, dice Allende, le ha salido del tirón. Como La casa de los espíritus. Apenas ha tenido que revisar la forma o releer. Algo que intenta no hacer nunca y por lo que se le preguntó sobre la retirada de símbolos del pasado. La historia, concretó, debe "enseñarse como fue, y no contar solo la versión de los vencedores": "Hay que dar voz a los derrotados. Llevar esas voces acalladas a los textos de historia y a nuestra narrativa del pasado".Revisar, concluyó, "es más importante que derribar símbolos y estatuas". "Pablo Neruda confiesa en sus memorias que violó a una joven y quieren por eso eliminar de la historia al que fue el poeta más importante que ha producido Chile y uno de los más grandes de la historia de la poesía. Una cosa es el hombre y otra la obra y el artista", puso como ejemplo. "Una revisión implacable de la historia no dejaría títere con cabeza. La mayor parte de los grandes de la historia tienen partes feas y oscuras", alertó, sentenciando que "ningún tiempo pasado fue mejor: es una especie de ilusión que tenemos. El mundo avanza y evoluciona, pero no en línea recta". Así lo demuestra en Violeta, donde la línea que une dos crisis sanitarias en un sendero sinuoso, un zigzag, como lo ha sido su existencia hasta este ocaso en el trono de la literatura.
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08:30 GMT 27.01.2022 (actualizado: 08:57 GMT 27.01.2022) Alberto García Palomo
Corresponsal en España
La escritora, de 79 años, publica 'Violeta', que recoge la vida de una longeva mujer en diferentes escenarios de América Latina.
Ascendencia española, nacimiento en Lima, sangre chilena y pasaporte estadounidense: Isabel Allende puede presumir de mezcla y de una vida que, a sus 79 años, no ha estrechado horizontes. Tanto geográficos como personales. Ha tenido que mover las maletas de un lugar a otro por el trabajo de su padre, que escapar sin billete de vuelta o que establecerse en un país donde, por norma, cuesta oficializar la situación.
Hija de un diplomático y sobrina de Salvador Allende, presidente de Chile que
fue asesinado en el golpe de Estado de Pinochet, la autora pasó de país en país mientras estudiaba, daba a luz a Paula y Nicolás, intentaba trabajar de periodista o
se establecía en el extranjero para lanzarse de lleno en su carrera literaria. Ahora, en una vejez que no le permite programar más que unas semanas por delante ni dejarse atrapar por actividades que hacía obligada, como firmar durante horas sus libros, presenta otra novela más. Y van varias decenas, de las que ha vendido 73 millones de ejemplares y cuyas traducciones rondan los 42 idiomas.
Por eso está considerada la
escritora en español más leída del mundo. Se nota en la promoción de
Violeta, que acaba de publicar Plaza & Janés: debido a la pandemia de coronavirus, Isabel Allende atiende por videoconferencia desde su casa de Sausalito, en California. Al acto hay acreditados unos 200 periodistas y las cuestiones
se quedan cortas en la hora que ofrece antes de continuar con otras entrevistas de diferentes partes del globo. En ella se muestra alegre, con una sonrisa y una mirada brillante, generosa e irónica en sus respuestas y convencida de los grandes temas que han fundamentado su vida: el amor, el exilio, la pérdida.
Todos estos asuntos vertebran también sus novelas. Desde el gran éxito de
La casa de los espíritus (1982), en la que recurrió al realismo mágico para transitar por cuatro generaciones, hasta la autobiográfica
Paula, de 1994, donde relata la muerte de su hija como un exorcismo narrativo. En
Violeta le toca
personificar la pasión, la huida o el contexto social y político en una mujer que vive un siglo. Desde 1920 hasta 2020. Un marco temporal que recorre desde la mal llamada gripe española hasta la
epidemia de COVID-19 y que atraviesa desengaños, nostalgias y turbulencias.
6 de abril 2020, 23:26 GMT
Y se asemeja bastante a
lo que vivió la madre de la autora, que –para poder fabular sin el yugo del rigor histórico- no ha querido situar la historia ni los acontecimientos en unos lugares ni fechas concretas.
Violeta se desarrolla como un intercambio epistolar, y tiene mucho que ver con esta relación familiar. "Mi mamá es el amor más largo y seguro que he tenido en mi vida. Siempre estuvimos muy unidas, pero vivimos separadas porque se casó con un diplomático y viajaba,
luego llegó el exilio. Nos escribíamos todos los días: primero por correo, luego por fax y por correo electrónico", aseguró Allende.
Calcula la autora que llegaron a intercambiar unas 24.000 cartas con todo detalle. Eso la empujó a novelar su biografía. "Cuando murió, mucha gente me dijo que escribiera un libro sobre ella. Pero no pude.
Estaba muy cerca y se necesitan distancia e ironía para una novela. Pero salió un personaje, Violeta, que tiene muchas cosas de ella, aunque su vida sea mucho más interesante", afirmó, matizando que la protagonista "consigue mantenerse sola". "Mi mamá fue siempre dependiente. Primero del padre, después del marido. Siempre he pensado que
si hubiera tenido independencia económica hubiera tenido una vida extraordinaria", añadió.
Hay en este periplo vital un alegato por el amor libre, por la tolerancia hacia cualquier orientación sexual o por la posibilidad de interrumpir un embarazo. "Violeta es una mujer apasionada y romántica que nace en
una sociedad muy conservadora en los años 20, donde
la mujer no tenía la libertad que tiene hoy. Su manera de pensar es bastante original, se atreve a separarse de su marido y no olvidemos que el divorcio no se aceptó en Chile hasta 2014, fue uno de los últimos países del mundo en aceptarlo. La vida fue muy dura para esa generación", comentó al respecto.
Habla de clasismo, "el gran problema,
con el racismo, de América Latina", o de violencia machista. "Las violaciones y la violencia doméstica no han disminuido mucho. La guerra contra las mujeres sigue ahí. La diferencia es que ahora lo hablamos, no permanece oculto. La violencia doméstica se consideraba antes
un asunto íntimo del hogar, algo como la religión, lo que facilitaba unos abusos tremendos. Luego se legisló sobre eso y ahora al menos hay consecuencias legales, aunque no siempre se aplican. La mujer muchas veces es acusada de haber provocado la violencia", aseveró.
4 de marzo 2019, 12:15 GMT
Isabel Allende no esquiva
comentar los rincones más oscuros de los personajes en los que se basó, incluso cuando le recuerda a algo tan lacerante como el deceso de Paula. "Una novela siempre es una combinación de memoria, experiencia, imaginación e intuición", apuntó quien inició su carrera en medio
del llamado boom latinoamericano, un fenómeno predominantemente masculino. "No había ni una sola voz femenina. Cuando salió
La casa de los espíritus en 1982 fue casi a la cola del
boom y se apresuraron a decir que yo no pertenecía al
boom y que era
post-boom", lamentó.
"Bueno, no importa cómo te califiquen, pero que el boom fue un fenómeno absolutamente masculino es cierto. Y las voces femeninas en América Latina existían, llevaban siglos escribiendo, pero siempre fueron acalladas, silenciadas, publicadas en ediciones mínimas, sin crítica, sin ser analizadas ni enseñadas en las universidades. Una total falta de respeto. Eso ha cambiado", argumentó.
En esta línea destaca la irrupción de
voces nuevas con diferentes orígenes y registros. Allende declara sentir un enorme respeto por la generación de escritoras "jóvenes y atrevidas" con la argentina Mariana Enríquez o las mexicanas Valeria Luiselli, Fernanda Melchor y Brenda Navarro, entre otras. "Son buenísimas y escriben una literatura fuertísima, ¿de dónde sacan todo eso?
Me alegro mucho de que estén haciendo una literatura tan diferente y de que, finalmente, hayan tomado por asalto el mundo del libro. Solas somos vulnerables, pero juntas somos invencibles", confesó.
La
notoriedad femenina o el empuje de la juventud es también una característica en otros planos sociales como el poder político. Allende alabó
la victoria de Gabriel Boric en Chile y tildó a su gobierno,
formado por 14 mujeres y 10 hombres, de exhibir "otro espíritu y otra energía". "Hay un deseo de
cambiar las cosas sin violencia, de un modo razonable, sin echar a perder la economía, de redistribuir la riqueza y los beneficios de los recursos del país. Está todo privatizado en Chile, la educación, la sanidad... la gente
vive en deuda", alegó, contenta porque "los viejos carcamales" que estaban en sus escaños "se vayan a su casa".
Violeta, dice Allende, le ha salido del tirón. Como
La casa de los espíritus. Apenas
ha tenido que revisar la forma o releer. Algo que intenta no hacer nunca y por lo que se le preguntó
sobre la retirada de símbolos del pasado. La historia, concretó, debe "enseñarse como fue, y no contar solo la versión de los vencedores": "Hay que dar voz a los derrotados. Llevar esas voces acalladas a los textos de historia y a nuestra narrativa del pasado".
10 de marzo 2020, 14:04 GMT
Revisar, concluyó, "es más importante que derribar símbolos y estatuas". "Pablo Neruda confiesa en sus memorias que violó a una joven y
quieren por eso eliminar de la historia al que fue el poeta más importante que ha producido Chile y uno
de los más grandes de la historia de la poesía. Una cosa es el hombre y otra la obra y el artista", puso como ejemplo.
"Una revisión implacable de la historia no dejaría títere con cabeza. La mayor parte de los grandes de la historia tienen partes feas y oscuras", alertó, sentenciando que "ningún tiempo pasado fue mejor: es una especie de ilusión que tenemos. El mundo avanza y evoluciona, pero no en línea recta". Así lo demuestra en Violeta, donde la línea que une dos crisis sanitarias en un sendero sinuoso, un zigzag, como lo ha sido su existencia hasta este ocaso en el trono de la literatura.