- Sputnik Mundo, 1920, 11.02.2021
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"No hay nada igual": la manicura más exclusiva de Madrid procede de Rusia

© Sputnik / Alberto García PalomoUna prueba de colores en el Salón Siberia, el local de manicura de Madrid.
Una prueba de colores en el Salón Siberia, el local de manicura de Madrid. - Sputnik Mundo, 1920, 01.12.2021
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Dos mujeres de Novosibirsk, a unos 7.500 kilómetros de la capital de España, montaron hace cinco años un local de Siberia Salón, donde realizaban el sofisticado cuidado de uñas de su ciudad de origen. Ahora tienen tres locales, una tienda de productos y una clientela fija que reserva con meses de antelación ante el temor de quedarse sin cita.
Sofía Jasánova y Yulia Filípova querían cambiar de vida. Notaban aproximarse el aliento de la crisis de los 30 y la rutina en su ciudad, Novosibirsk, les hacía sentirse enjauladas. Desde la capital de Siberia imaginaban un nuevo horizonte, otras perspectivas. Adiós al trabajo en el ayuntamiento, adiós a la agencia de viajes. En su cabeza se les abría un mundo. Desfilaban monumentos, parques floreados o esos cafés como los que veían en las películas. Europa y el salto mortal hacia el futuro estaban a un paso.
Faltaba una de las cuestiones principales, si no la más importante: qué hacer para que los planes no naufragaran. Y pensaron en algo próximo, familiar, a pesar de no tener más experiencia que la de la costumbre. Una vez al mes, mínimo, acudían a un local para hacerse la manicura. Sí o sí. Aunque tuvieran que prescindir de una cena en un restaurante o de algún otro capricho. Entonces lo tuvieron claro: instaurarían ese tratamiento exclusivo de uñas que se estilaba a lo largo de su país allá donde recalaran.
© Sputnik / Alberto García PalomoYulia Filípova y Sofía Jasánova, dueñas de Salón Siberia, en la tienda con productos
Yulia Filípova y Sofía Jasánova, dueñas de Salón Siberia, en la tienda con productos - Sputnik Mundo, 1920, 30.11.2021
Yulia Filípova y Sofía Jasánova, dueñas de Salón Siberia, en la tienda con productos
No importaba el sitio. Entre los elegidos estaban Berlín, París o Barcelona. Al final se decidieron por Madrid. A esta urbe española, situada a unos 7.500 kilómetros de sus casas, se mudaron en 2015. "En Rusia estaba de moda el español o el italiano y vinimos aquí. También por el clima", reconocen unos años después. Hablan con Sputnik desde el despacho principal del negocio, ubicado a pocos metros del Paseo de la Castellana, una de las avenidas más lujosas.
De esa fantasía gélida, alumbrada en devaneos mentales a menos 40 grados centígrados, dieron el salto a un enclave donde, bromean, a la gente le gusta más reunirse en un bar que arreglarse las uñas. "Yo allí ganaba unos 400 euros al mes y reservaba 50 para la manicura. Aquí sería para tomar cañas después de trabajar", dice entre risas Jasánova. Aun así, se lanzaron a la idea prevista: buscaron un radio de acción atractivo y un espacio adecuado, teniendo en cuenta el perfil del cliente que necesitaban y con una estrategia de mercado cautelosa.
"Buscamos en Idealista. Solo había cuatro sitios en los anuncios de la zona", rememora Filípova. El que terminaron alquilando estaba en Juan de Mena, muy cerca del Museo del Prado, uno de esos nombres que resonaban en sus tribulaciones de juventud. "Era un barrio bueno y no había competencia", indican. Aunque se encontraron con otro obstáculo: especialistas que supieran este oficio con denominación de origen rusa. "Gracias al boca a boca, contratamos a las chicas", recuerdan.
Fueron unos inicios lentos, con una sala donde se acercaban las clientes a cuentagotas y con un márquetin de guerrilla a través de las redes sociales. "Mandábamos mensajes por Instagram. Nos promocionábamos por ahí, que es una vía fundamental", explican. De repente, a Filípova y Jasánova les respondió una de las famosas a las que se dirigieron: Blanca Suárez. La actriz de series como Las chicas del cable o películas como La piel que habito, de Pedro Almodóvar, acudió a una invitación que luego sería un reclamo: al mencionarlas, la marca se propagó y se multiplicó el número de quien quería probar esta técnica.
© Sputnik / Alberto García PalomoUna cliente en el Salón Siberia, el local de manicura de Madrid.
Una cliente en el Salón Siberia, el local de manicura de Madrid. - Sputnik Mundo, 1920, 30.11.2021
Una cliente en el Salón Siberia, el local de manicura de Madrid.
Una técnica que debe su fama a la calidad. Las creadoras lo explican en un par de frases: "Es en modo seco, con torno y broca: luego se esmalta en capas, con mayor duración". Observado desde fuera se percibe ese cuidado, la artesanía: por cada sesión dedican una hora y media aproximadamente. Pueden hacer dibujos con motivos florales, animales o hasta las típicas matrioskas, dar un toque más discreto o dejarlo solo con el tratamiento protector. Si en otros casos hay que refrescarlo con más asiduidad, aquí aguanta unas cuatro semanas. "Queda totalmente limpia porque se pintan sin cutícula", advierten rodeadas de estantes con productos especiales.
"Antes era más desconocida. Ahora es mucho más popular y se nota", sintetizan tras la explicación y ver cómo despachan cajas de su tienda a personas que saludan por su nombre. Desde aquel 2015 de locura a 2021, la manicura rusa se ha extendido. "Se ve en Instagram o Pinterest, se pregunta más", señalan. Para ellas, ese aumento es inequívoco: después de montar el primer estudio llegó otro, dentro del hotel Miguel Ángel. Y, casi simultáneamente, dos más. Uno en Núñez de Balboa y otro en el interior de una peluquería de Paulo Coello, placas del callejero de gran poder adquisitivo y enmarcadas en el barrio de Salamanca
Tienen, además, una lista de espera que en fechas como las Navidades obliga a desestimar nuevas citas. "Cerramos el del hotel Miguel Ángel porque era muy húmedo y no funcionaba tan bien. Y en los otros tres, con unas 20 empleadas en total, hay 200 personas apuntadas", resoplan, puntualizando que están "muy contentas". "En la pandemia cerramos porque, aunque estábamos entre los negocios esenciales, era muy complicado por las mamparas y demás. Nada más abrir ya llenamos un mes. La gente necesitaba hacerse las uñas", comentan con alegría.
Jasánova y Filípova han tenido tanto éxito que han incluido cursos y talleres para aprender la profesión. El embrujo de unas uñas poderosas ya no es cuestión de minorías. Desde el terreno musical, con Rosalía, Nathy Peluso u otras artistas a la cabeza de lo urbano, al gremio de la interpretación o la moda, es común encontrarse con ese apéndice llamativo de la mano. En el caso del Salón Siberia, a la asiduidad de Blanca Suárez se añadió la de otros rostros populares como la cantante Aitana, la actriz Andrea Duro o la televisiva Carmen Lomana.
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"Ya no hay fronteras", alegan, "se las quiere hacer todo el mundo". Se nota hasta en los barrios de extrarradio, donde han proliferado negocios similares, generalmente dirigidos por asiáticas. "No es nuestra competencia", arguyen Jasánova y Filípova. El modelo es diferente: prima el low cost y, por tanto, la rapidez. Sus precios se sitúan en otro bolsillo, incluso si no hay tanta diferencia: en los salones Siberia, lo más básico son 25 euros. Y puede subir hasta los 60 o 70 si se alarga con gel, se opta por el "diseño delux" o se solicita una "pedicura SPA".
En ese lance está Sofía Koval, ucraniana de 27 años. Aprieta la hora del almuerzo en el local de Núñez de Balboa y en la hilera de puestos no hay ni un hueco. "Aprendí allí, que se lleva mucho, es una cultura", relata quien voló desde Lviv en 2016. Koval calcula que en España un 30 o 40% pide "algún detallito" y que el 80% son clientes fijas. Lo dice en femenino, aunque puntualiza que los hombres empiezan a animarse. "Por ejemplo, aquí ha venido un par de veces Diego Matamoros", señala sobre una cara ubicua en la farándula del corazón por ser hijo de Kiko Matamoros. "Está creciendo mucho, lo difícil es encontrar personal", asiente Mariia Kuprina, su compañera. También ucraniana de Lviv y con 26 años, muestra la tabla de reservas en el ordenador: "Ahora está imposible", suspira.
Cayetana Blanco lo confirma de reojo. Con 31 años, esta cliente que extiende sus dedos apoyada en los lomos de su perro se adelanta al bum de citas marcando una cada 20 días. "Tengo una empresa de joyas y necesito tener bien las manos", aclara quien ha vivido en Milán, París o Londres y sabe lo que significa un buen servicio. "Yo soy más recatadita", confiesa, "pero se nota mucho este estilo en la base, el esmalte, los stickers…". Supo de la existencia de Salón Siberia desde el principio y es leal: "Iba al de Juan de Mena, aunque me pillaba más lejos que este. Y ahora vendría aunque viviera en Móstoles”, ríe en alusión a una localidad de la periferia, apostillando con una máxima: "Yo siempre digo que si llevas las uñas bien hechas y el pelo bien peinado, puedes ir hasta en chándal".
Las fundadoras ven estas labores como una chispa en el día a día. "A la gente le da felicidad. A veces lo hacen como algo puntual, para verano, una boda o Navidades, y otras cada mes. Es una alegría", reflexionan. Aun así, matizan, pocos se libran de las cañas. De esa costumbre que les llamó la atención cuando llegaron de Novosibirsk y a la que se han sumado como cualquier vecina más. "La idea era vivir aquí", esgrimen con una sonrisa, seis años después de esas fantasías mentales a 7.500 kilómetros de distancia. ¿Y de la crisis de los 30, qué? "No quedan ni restos", concluyen.
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