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Honduras y El Salvador: nuevas broncas, viejas inquinas
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SAN SALVADOR (Sputnik) — Los crecientes roces entre Honduras y El Salvador por unas islas en el Golfo de Fonseca recuerdan que estos vecinos libraron en 1969... 28.10.2021, Sputnik Mundo
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En el más reciente capítulo de esta saga, los gobiernos de Honduras y Nicaragua dejaron fuera a El Salvador en el llamado tratado Integracionista del Bicentenario, cuyo objetivo, afirman, es trazar "una ruta de paz y prosperidad" para los países bañados por el codiciado brazo de mar.Mediante dicho documento, Managua reconoce la soberanía de Tegucigalpa sobre el Golfo de Fonseca, un entrante en el océano Pacífico que cubre unos 3.200 kilómetros cuadrados, salpicado por un archipiélago que ha sido motivo recurrente de rifirrafes limítrofes.Hace apenas dos semanas el presidente Juan Orlando Hernández ratificó la soberanía hondureña sobre dichas aguas y en particular sobre la isla Conejo, un promontorio de medio kilómetro cuadrado que también reivindica El Salvador.En aquella ocasión, Hernández aseguró que la Fuerza Armada de Honduras defendería la patria a cualquier precio, y el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, le sugirió en redes sociales comerse un chocolate, su peculiar manera de llamar "diva" a sus rivales.Pero su reacción fue menos divertida al conocer el pacto recién rubricado por Hernández con el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y se preguntó en redes sociales "qué dirían los demócratas de la Casa Blanca" si él hubiera firmado ese "tratado geopolítico".Nacionalismo… presenteComo de costumbre, las redes sociales se volvieron un campo de batalla donde el nacionalismo asomó su oreja peluda, la misma que hace medio siglo exacerbó los ánimos durante unos partidos de fútbol salpicados de violencia, patrioterismo y xenofobia, y derivaron en una guerra.Aquel fue un conflicto tan efímero, que algunos lo recuerdan como la Guerra de las Cien Horas, y otros como la Guerra del Fútbol, término acuñado por el corresponsal polaco Ryszard Kapuscinski (1932-2007), testigo y relator de lujo de aquel sangriento sinsentido.Las tropas catrachas y cuscatlecas se enfrentaron del 14 y el 18 de julio de 1969, en combates que dejaron más de 5.000 muertes, según cifras oficiales, y cuyo horror relató Kapuscinski casi desde el mismo frente de guerra, donde un fuego cruzado casi acaba con su vida.Nunca se trató del fútbolEl fútbol inspiró la versión más folclórica —o novelada, según se quiera— de aquella guerra, cuyas raíces hay que buscarla en viejas rivalidades, factores de idiosincrasia y los poderes fácticos que llevaban las riendas de ambos países, latifundistas unos, militares otros.Casi 300.000 salvadoreños vivían por entonces en Honduras, un país cinco veces más grande que su vecino, pero con menos población. La posibilidad de trabajar aquellas tierras o quizás en alguna compañía estadounidense, hizo que muchos dejaran al Pulgarcito de América.La élite de familias salvadoreñas que manejaban al país como una finca de su propiedad estimuló esa migración masiva, para aliviar la presión sobre la posesión de la tierra y los llamados para hacer una redistribución, pero aquello no le convenía a Honduras.El entonces presidente hondureño, Oswaldo López Arellano, aprobó en ese contexto una reforma agraria que se enfocó en las tierras que trabajaban los emigrantes, no las que poseían sus propios terratenientes y las compañías estadounidenses.Ante la deportación masiva de migrantes, la oligarquía cuscatleca le reclamó al presidente Fidel Sánchez acciones militares, mientras los medios de prensa reportaban la persecución, vejámenes y asesinatos de salvadoreños en Honduras.Con los ánimos crispados, sobrevino el cruce futbolero entre El Salvador y Honduras: ninguno de estos países había clasificado nunca a un Mundial, y ganar el pase se volvió asunto de orgullo nacional. Fallar ante el enemigo equivalía a una traición…Saldo fatalHonduras ganó 1-0 como local el primer partido, y en El Salvador, desconsolada, una adolescente se suicidó con el revolver de su padre. Su entierro devino manifestación popular, y enardeció a una muchedumbre dispuesta a vengarse cuando los catrachos vinieran a sus predios.En efecto, la vuelta fue un auténtico calvario para los hondureños, que hasta el último instante temieron por sus vidas. El Salvador ganó 3-0, y fue necesario un tercer duelo, disputado luego en México, cancha neutral…En ese trance, El Salvador rompió sus relaciones diplomáticas con Honduras, y el 14 de julio ordenó una invasión militar y una ofensiva aérea, que desató los enfrentamientos entre dos ejércitos tan parecidos, que a ratos se confundían entre ellos.Cuatro días después, la presión internacional propició el cese al fuego y el fin de un conflicto que dejó miles de civiles hondureños muertos o desplazados, agudizó la pobreza existente y legó un resentimiento que aún perdura, y que convendría no agitar.
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Honduras y El Salvador: nuevas broncas, viejas inquinas
SAN SALVADOR (Sputnik) — Los crecientes roces entre Honduras y El Salvador por unas islas en el Golfo de Fonseca recuerdan que estos vecinos libraron en 1969 una efímera guerra achacada, falsamente, al fútbol.
En el más reciente capítulo de esta saga, los gobiernos de Honduras y Nicaragua dejaron fuera a El Salvador en el llamado tratado Integracionista del Bicentenario, cuyo objetivo, afirman, es trazar "una ruta de paz y prosperidad" para los países bañados por el codiciado brazo de mar.
Mediante dicho documento, Managua reconoce la soberanía de Tegucigalpa sobre el Golfo de Fonseca, un entrante en el océano Pacífico que cubre unos 3.200 kilómetros cuadrados, salpicado por un archipiélago que ha sido motivo recurrente de rifirrafes limítrofes.
28 de octubre 2021, 21:44 GMT
Hace apenas dos semanas el presidente Juan Orlando Hernández ratificó la soberanía hondureña sobre dichas aguas y en particular sobre la isla Conejo, un promontorio de medio kilómetro cuadrado que también reivindica El Salvador.
En aquella ocasión, Hernández aseguró que la Fuerza Armada de Honduras defendería la patria a cualquier precio, y el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, le sugirió en redes sociales comerse un chocolate, su peculiar manera de llamar "diva" a sus rivales.
Pero su reacción fue menos divertida al conocer el pacto recién rubricado por Hernández con el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y se preguntó en redes sociales "qué dirían los demócratas de la Casa Blanca" si él hubiera firmado ese "tratado geopolítico".
Como de costumbre, las redes sociales se volvieron un campo de batalla donde el nacionalismo asomó su oreja peluda, la misma que hace medio siglo exacerbó los ánimos durante unos partidos de fútbol salpicados de violencia, patrioterismo y xenofobia, y derivaron en una guerra.
23 de agosto 2021, 20:54 GMT
Aquel fue un conflicto tan efímero, que algunos lo recuerdan como la Guerra de las Cien Horas, y otros como la Guerra del Fútbol, término acuñado por el corresponsal polaco Ryszard Kapuscinski (1932-2007), testigo y relator de lujo de aquel sangriento sinsentido.
Las tropas catrachas y cuscatlecas se enfrentaron del 14 y el 18 de julio de 1969, en combates que dejaron más de 5.000 muertes, según cifras oficiales, y cuyo horror relató Kapuscinski casi desde el mismo frente de guerra, donde un fuego cruzado casi acaba con su vida.
Nunca se trató del fútbol
El fútbol inspiró la versión más folclórica —o novelada, según se quiera— de aquella guerra, cuyas raíces hay que buscarla en viejas rivalidades, factores de idiosincrasia y los poderes fácticos que llevaban las riendas de ambos países, latifundistas unos, militares otros.
Casi 300.000 salvadoreños vivían por entonces en Honduras, un país cinco veces más grande que su vecino, pero con menos población. La posibilidad de trabajar aquellas tierras o quizás en alguna compañía estadounidense, hizo que muchos dejaran al Pulgarcito de América.
29 de abril 2021, 21:10 GMT
La élite de familias salvadoreñas que manejaban al país como una finca de su propiedad estimuló esa migración masiva, para aliviar la presión sobre la posesión de la tierra y los llamados para hacer una redistribución, pero aquello no le convenía a Honduras.
El entonces presidente hondureño, Oswaldo López Arellano, aprobó en ese contexto una reforma agraria que se enfocó en las tierras que trabajaban los emigrantes, no las que poseían sus propios terratenientes y las compañías estadounidenses.
Ante la deportación masiva de migrantes, la oligarquía cuscatleca le reclamó al presidente Fidel Sánchez acciones militares, mientras los medios de prensa reportaban la persecución, vejámenes y asesinatos de salvadoreños en Honduras.
Con los ánimos crispados, sobrevino el cruce futbolero entre El Salvador y Honduras: ninguno de estos países había clasificado nunca a un Mundial, y ganar el pase se volvió asunto de orgullo nacional. Fallar ante el enemigo equivalía a una traición…
Honduras ganó 1-0 como local el primer partido, y en El Salvador, desconsolada, una adolescente se suicidó con el revolver de su padre. Su entierro devino manifestación popular, y enardeció a una muchedumbre dispuesta a vengarse cuando los catrachos vinieran a sus predios.
En efecto, la vuelta fue un auténtico calvario para los hondureños, que hasta el último instante temieron por sus vidas. El Salvador ganó 3-0, y fue necesario un tercer duelo, disputado luego en México, cancha neutral…
27 de octubre 2021, 11:49 GMT
En ese trance, El Salvador rompió sus relaciones diplomáticas con Honduras, y el 14 de julio ordenó una invasión militar y una ofensiva aérea, que desató los enfrentamientos entre dos ejércitos tan parecidos, que a ratos se confundían entre ellos.
Cuatro días después, la presión internacional propició el cese al fuego y el fin de un conflicto que dejó miles de civiles hondureños muertos o desplazados, agudizó la pobreza existente y legó un resentimiento que aún perdura, y que convendría no agitar.