Peironcely, 10: de icono de la Guerra Civil española a posible eje cultural en Madrid
Peironcely, 10: de icono de la Guerra Civil española a posible eje cultural en Madrid
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La casa inmortalizada por el fotógrafo Robert Capa en el barrio de Vallecas será un centro sobre la memoria. De momento, los vecinos han sido realojados y una... 21.09.2021, Sputnik Mundo
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guerra civil española 1936-1939
la asociación para la recuperación de la memoria histórica (armh)
Madrid fue un atroz ejemplo. La capital de España se convirtió en el símbolo de la crueldad cuando el Ejército sublevado, comandado por Francisco Franco, empezó a bombardear a civiles en núcleos urbanos. La Guerra Civil, que duró de 1936 a 1939, puso al país en el punto de mira y originó una técnica hasta entonces no practicada. Los aviones descargaban su artillería sobre la ciudad y los vecinos se refugiaban en el metro o en cobertizos improvisados.La periodista norteamericana Marta Gellhorn lo contaba así en una de las crónicas reunidas en el libro El rostro de la guerra: "Llegué a Madrid de noche. La ciudad, fría y enorme, estaba sumida en una total oscuridad; en sus calles silenciosas se adivinaba el peligro en los agujeros de los obuses. Era una sensación indescriptible; una ciudad entera convertida en un campo de batalla, expectante en la oscuridad. Había miedo y también valor".Gellhorn describía el sonido de los misiles como "un zumbido que aullaba": "El aullido crecía y avanzaba hasta convertirse en un grito cercano, y luego caían como truenos de granito. No se podía hacer nada ni había lugar adonde ir; solo cabía esperar", anota sobre aquellos días de 1936 en que la contienda daba sus primeros pasos y Madrid aún resistía al avance de los nacionales.Por aquel entonces también estaba otro documentalista extranjero. Era Robert Capa, famoso fotógrafo húngaro que se trasladó a España para cubrir la contienda. Aparte de sus instantáneas en el frente, con la conocida Muerte de un miliciano a la cabeza, se dedicó a registrar los ataques de la metrópoli. Una de estas imágenes muestra a tres niñas delante de una casa agujereada por la metralla. Corría noviembre de 1936 y poco tiempo después aparecería publicada en medios alemanes, franceses o la edición del 24 de enero de 1937 del New York Times.En 1998, otro fotógrafo dio con el lugar. José Latova reconoció el inmueble en la calle Peironcely número 10, situada en el barrio de Vallecas, al sur de Madrid. Gracias al hallazgo se consiguió salvar del derrumbe y de un futuro que se pintaba más como negocio inmobiliario que como bien cultural. Las 14 viviendas de las que consta estaban arrendadas con un precio acorde a sus cualidades: ubicadas a pocos metros de la estación de Entrevías, un área residencial de renta baja, apenas cuentan con unos pocos metros de planta baja, sin calefacción y con un par de pasillos a modo de corrala.Desde 2017, el espacio goza de una cierta protección municipal. Y el propietario, Luis Santiago Barrera, que pretendía derruirla, ha tenido que cambiar los planes. Primero por la presión la plataforma #SalvaPeironcely10, impulsada desde la Fundación Anastasio de Gracia, y a lo largo de este año, por el proyecto sin determinar que el Ayuntamiento tiene para el lugar. La administración ha puesto sobre la mesa mutarlo en "centro sobre la memoria de los bombardeos", sin ningún avance.Hace unos meses se procedió al realojo de 13 familias. El consistorio compró el inmueble por unos 870.000 euros, según publicaron varios medios locales, y derivó a los inquilinos a otros pisos cercanos. Sin embargo, todavía no se sabe qué va a pasar y en los últimos días incluso se han deteriorado algunos murales de la denominada Plaza del fotógrafo Robert Capa, adyacente a Peironcely. Desde la plataforma esperan cualquier actuación y han elaborado un proyecto que abarca no solo la transformación del espacio en un centro de la memoria, sino la revitalización total de la zona, con la peatonalización de la calle o la inclusión a la obra de otros edificios aledaños."No tiene sentido hacer nada si nos olvidamos de los que viven allí", comenta José María Uría a Sputnik. El portavoz de la plataforma #SalvaPeironcely10 ve en este edificio "la historia de un logro", pero le preocupa la incertidumbre actual. Uría lleva años con la lucha por conservarlo y por hacer que la zona tenga un empujón patrimonial. "Desde 2019 no sabemos nada del Ayuntamiento", indica, enfatizando la importancia social y cultural de este rincón.Uría ve en Peironcely, 10 un exponente del horror de la Guerra Civil, de la infancia y de la memoria obrera. "Es un emblema no solo por la foto. Esa instantánea del muro con metralla y unas niñas al margen del destrozo, sonriendo y jugando en una calle de barrio humilde, nos explica de dónde venimos y cómo somos", arguye. Entonces, añade, no era nada habitual ver esas imágenes de la guerra. Ahora, concede Uría, es más común ser testigos visuales de este tipo de escenas, vigentes en Siria, Libia o Yemen. En aquella década del siglo XX, por el contrario, aquel reflejo de las secuelas bélicas en la población era poco frecuente."Además, es la única casa que quedó en pie después de los bombardeos. Y formaba parte de un plan de viviendas económicas tras la aprobación , en 1927, de la Ley de Casas Baratas", apunta Uría, que aboga por ese impulso "total" que daría el proyecto presentado. En él, aparte del centro de la memoria, con fotografía, paneles y objetos de la zona, incluiría un museo al aire libre, unas pinturas medianeras y un conjunto de esculturas. Mientras esta iniciativa va concretándose, el área sigue abandonada. El piso, en el que se palpan las muescas de la metralla bajo un yeso blanco y donde hay algún nombre inscrito, está vigilado 24 horas por seguridad privada. Uno de los que hace el turno de mañana enseña las estancias vacías a Sputnik. En los corredores del interior se acumulan escombros, algunos objetos personales o hasta una máquina tragaperras. Su papel, confiesa, es evitar que se meta gente y se complique la eventual reforma.Cree, de hecho, que aún no han comenzado a hacer nada porque en una de las viviendas hay un inquilino que, por unos problemas con el contrato de alquiler, no pudo ser reubicado. En su casa no hay por la mañana nadie y un par de cartas descansan bajo la puerta. Sí que hay en los alrededores varios grupos de vecinos, que conocen la historia del inmueble y se preguntan qué va a pasar ante la dejadez institucional. Esa desatención ha provocado que la citada plaza en honor a Robert Capa sea un aparcamiento improvisado de furgonetas y haya hasta tiendas de campaña para pasar la noche. Un par de lumbres apagadas, de hecho, han provocado que los murales pintados en una de las paredes de la Parroquia San Carlos Borromeo tengan quemaduras o se hayan desconchado."Aquí no se hace nada desde hace años, que montaron como unas trincheras y pintaron las paredes", afirman unos vecinos, quejándose del estado del sitio. Aluden a una de las iniciativas de la plataforma, que se produjo poco después de que el consistorio (con Ahora Madrid al cargo, antes de que ganara el PP) alterara el uso del suelo para protegerlo. Paco Pérez, miembro de aquella formación y actual concejal, recuerda a Sputnik los movimientos que llevaron a cabo desde el ejecutivo y ve una oportunidad para hacer un "eje museístico de una zona degradada": "Se han conseguido dos objetivos, el de recolocar a los residentes y considerarlo Bien de Interés Cultural, pero falta seguir. Está todo en stand-by", sostiene.Junto a él, la socialista Mar Espinar ha sido una de las que más ha respaldado a la plataforma y ha "dado la batalla", presentando la propuesta del centro artístico en el pleno. Hace unos días, urgió a proteger la plaza y reponer el mural, "parte del paisaje de Entrevías". Tomás Zarza y Miguel S. Moñita, dos de los participantes en las jornadas de dibujo y profesores en la Universidad Rey Juan Carlos, ven fundamental amparar este rincón. "Estamos preocupados por salvar palacios, pero no por cuidar barrios obreros", anota Zarza a Sputnik.El arqueólogo e investigador Alfredo González-Ruibal también considera el lugar icónico y ha estado inspeccionando la zona para ver si hay restos de otros edificios. "Estamos con prospecciones en el solar, para ver si quedan más casas. La de Peironcely, 10 es la única que se conserva de los años 30", indica, enfatizando su importancia histórica: "La fotografía es muy representativa porque refleja lo que es la guerra en el siglo XX, cuando los civiles pasan a ser objetivos", declara el experto."Con esa foto se consigue que Vallecas y Madrid se coloquen en el panorama internacional. Y pone en valor el patrimonio obrero. Más que un gasto, conservarla es una inversión", sentencia González-Ruibal, que aboga por no perder la memoria de aquellos tiempos. Los que narraba Manuel Chaves Nogales en A sangre y fuego afirmando que "en el casco de la ciudad las bombas hacen carne siempre" y que "los bombardeos aéreos son una lotería más para los madrileños. Una lotería en la que resultan premiados los miles y miles de jugadores a quienes no ha tocado la metralla".Madrid, escribía el periodista sevillano, sobrellevaba "con alegre resignación" los bombardeos: "Todo ese dolor y esta incomodidad y la espantosa carnicería de las explosiones, y aun la certeza de que cada vez será mayor el estrago y más horrible el sufrimiento, no han conseguido abatir el ánimo y la jovial resignación de la ciudad más insensata y heroica del mundo".
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Peironcely, 10: de icono de la Guerra Civil española a posible eje cultural en Madrid
La casa inmortalizada por el fotógrafo Robert Capa en el barrio de Vallecas será un centro sobre la memoria. De momento, los vecinos han sido realojados y una plataforma ciudadana ha planteado un proyecto "total" que revitalice la zona.
Madrid fue un atroz ejemplo. La capital de España se convirtió en el símbolo de la crueldad cuando el Ejército sublevado, comandado por Francisco Franco, empezó a bombardear a civiles en núcleos urbanos. La Guerra Civil, que duró de 1936 a 1939, puso al país en el punto de mira y originó una técnica hasta entonces no practicada. Los aviones descargaban su artillería sobre la ciudad y los vecinos se refugiaban en el metro o en cobertizos improvisados.
La periodista norteamericana Marta Gellhorn lo contaba así en una de las crónicas reunidas en el libro El rostro de la guerra: "Llegué a Madrid de noche. La ciudad, fría y enorme, estaba sumida en una total oscuridad; en sus calles silenciosas se adivinaba el peligro en los agujeros de los obuses. Era una sensación indescriptible; una ciudad entera convertida en un campo de batalla, expectante en la oscuridad. Había miedo y también valor".
Gellhorn describía el sonido de los misiles como "un zumbido que aullaba": "El aullido crecía y avanzaba hasta convertirse en un grito cercano, y luego caían como truenos de granito. No se podía hacer nada ni había lugar adonde ir; solo cabía esperar", anota sobre aquellos días de 1936 en que la contienda daba sus primeros pasos y Madrid aún resistía al avance de los nacionales.
La calle Peironcely, fotografiada por Robert Capa, en el barrio de Vallecas (Madrid)
Por aquel entonces también estaba otro documentalista extranjero. Era Robert Capa, famoso fotógrafo húngaro que se trasladó a España para cubrir la contienda. Aparte de sus instantáneas en el frente, con la conocida Muerte de un miliciano a la cabeza, se dedicó a registrar los ataques de la metrópoli. Una de estas imágenes muestra a tres niñas delante de una casa agujereada por la metralla. Corría noviembre de 1936 y poco tiempo después aparecería publicada en medios alemanes, franceses o la edición del 24 de enero de 1937 del New York Times.
En 1998, otro fotógrafo dio con el lugar. José Latova reconoció el inmueble en la calle Peironcely número 10, situada en el barrio de Vallecas, al sur de Madrid. Gracias al hallazgo se consiguió salvar del derrumbe y de un futuro que se pintaba más como negocio inmobiliario que como bien cultural. Las 14 viviendas de las que consta estaban arrendadas con un precio acorde a sus cualidades: ubicadas a pocos metros de la estación de Entrevías, un área residencial de renta baja, apenas cuentan con unos pocos metros de planta baja, sin calefacción y con un par de pasillos a modo de corrala.
Aprobada la expropiación de Peironcely 10, un paso más de un camino iniciado hace cuatro años. El museo Robert Capa más cerca. Gracias a #FundacionAnastasiodeGracia-Fitel y a todas y todos que lo están haciendo posible pic.twitter.com/5tROnGp9lH
Desde 2017, el espacio goza de una cierta protección municipal. Y el propietario, Luis Santiago Barrera, que pretendía derruirla, ha tenido que cambiar los planes. Primero por la presión la plataforma #SalvaPeironcely10, impulsada desde la Fundación Anastasio de Gracia, y a lo largo de este año, por el proyecto sin determinar que el Ayuntamiento tiene para el lugar. La administración ha puesto sobre la mesa mutarlo en "centro sobre la memoria de los bombardeos", sin ningún avance.
Hace unos meses se procedió al realojo de 13 familias. El consistorio compró el inmueble por unos 870.000 euros, según publicaron varios medios locales, y derivó a los inquilinos a otros pisos cercanos. Sin embargo, todavía no se sabe qué va a pasar y en los últimos días incluso se han deteriorado algunos murales de la denominada Plaza del fotógrafo Robert Capa, adyacente a Peironcely. Desde la plataforma esperan cualquier actuación y han elaborado un proyecto que abarca no solo la transformación del espacio en un centro de la memoria, sino la revitalización total de la zona, con la peatonalización de la calle o la inclusión a la obra de otros edificios aledaños.
Portada de un periódico alemán con la foto de Robert Capa tomada en 1936 en el barrio de Vallecas (Madrid)
"No tiene sentido hacer nada si nos olvidamos de los que viven allí", comenta José María Uría a Sputnik. El portavoz de la plataforma #SalvaPeironcely10 ve en este edificio "la historia de un logro", pero le preocupa la incertidumbre actual. Uría lleva años con la lucha por conservarlo y por hacer que la zona tenga un empujón patrimonial. "Desde 2019 no sabemos nada del Ayuntamiento", indica, enfatizando la importancia social y cultural de este rincón.
Uría ve en Peironcely, 10 un exponente del horror de la Guerra Civil, de la infancia y de la memoria obrera. "Es un emblema no solo por la foto. Esa instantánea del muro con metralla y unas niñas al margen del destrozo, sonriendo y jugando en una calle de barrio humilde, nos explica de dónde venimos y cómo somos", arguye. Entonces, añade, no era nada habitual ver esas imágenes de la guerra. Ahora, concede Uría, es más común ser testigos visuales de este tipo de escenas, vigentes en Siria, Libia o Yemen. En aquella década del siglo XX, por el contrario, aquel reflejo de las secuelas bélicas en la población era poco frecuente.
5/9/1936: Robert Capa toma la fotografía conocida como "muerte de un miliciano" o en inglés "Loyalist Militia", que se convertirá posteriormente en un icono del S.XX sobre la Guerra Civil española. pic.twitter.com/NgBHmcs7U5
"Además, es la única casa que quedó en pie después de los bombardeos. Y formaba parte de un plan de viviendas económicas tras la aprobación , en 1927, de la Ley de Casas Baratas", apunta Uría, que aboga por ese impulso "total" que daría el proyecto presentado. En él, aparte del centro de la memoria, con fotografía, paneles y objetos de la zona, incluiría un museo al aire libre, unas pinturas medianeras y un conjunto de esculturas.
"No supondría un gran desembolso para las arcas públicas y serviría para que en la periferia también hubiera un sitio de interés, que encima haría el entorno más seguro para los niños, al estar sin coches", señala, subrayando la paradoja de que todo el mundo va a ver pinturas de la guerra en el Museo Reina Sofía y no un vestigio real a solo cinco kilómetros.
Mientras esta iniciativa va concretándose, el área sigue abandonada. El piso, en el que se palpan las muescas de la metralla bajo un yeso blanco y donde hay algún nombre inscrito, está vigilado 24 horas por seguridad privada. Uno de los que hace el turno de mañana enseña las estancias vacías a Sputnik. En los corredores del interior se acumulan escombros, algunos objetos personales o hasta una máquina tragaperras. Su papel, confiesa, es evitar que se meta gente y se complique la eventual reforma.
Una instalación efímera de 2018 en la Plaza del Fotógrafo Robert Capa, en el barrio de Vallecas (Madrid)
Cree, de hecho, que aún no han comenzado a hacer nada porque en una de las viviendas hay un inquilino que, por unos problemas con el contrato de alquiler, no pudo ser reubicado. En su casa no hay por la mañana nadie y un par de cartas descansan bajo la puerta. Sí que hay en los alrededores varios grupos de vecinos, que conocen la historia del inmueble y se preguntan qué va a pasar ante la dejadez institucional. Esa desatención ha provocado que la citada plaza en honor a Robert Capa sea un aparcamiento improvisado de furgonetas y haya hasta tiendas de campaña para pasar la noche. Un par de lumbres apagadas, de hecho, han provocado que los murales pintados en una de las paredes de la Parroquia San Carlos Borromeo tengan quemaduras o se hayan desconchado.
"Aquí no se hace nada desde hace años, que montaron como unas trincheras y pintaron las paredes", afirman unos vecinos, quejándose del estado del sitio. Aluden a una de las iniciativas de la plataforma, que se produjo poco después de que el consistorio (con Ahora Madrid al cargo, antes de que ganara el PP) alterara el uso del suelo para protegerlo. Paco Pérez, miembro de aquella formación y actual concejal, recuerda a Sputnik los movimientos que llevaron a cabo desde el ejecutivo y ve una oportunidad para hacer un "eje museístico de una zona degradada": "Se han conseguido dos objetivos, el de recolocar a los residentes y considerarlo Bien de Interés Cultural, pero falta seguir. Está todo en stand-by", sostiene.
Junto a él, la socialista Mar Espinar ha sido una de las que más ha respaldado a la plataforma y ha "dado la batalla", presentando la propuesta del centro artístico en el pleno. Hace unos días, urgió a proteger la plaza y reponer el mural, "parte del paisaje de Entrevías". Tomás Zarza y Miguel S. Moñita, dos de los participantes en las jornadas de dibujo y profesores en la Universidad Rey Juan Carlos, ven fundamental amparar este rincón. "Estamos preocupados por salvar palacios, pero no por cuidar barrios obreros", anota Zarza a Sputnik.
"Peironcely es un símbolo. Conservamos la foto con mimo, pero no el lugar que la protagoniza. Y con el piso hemos creado un sentimiento de orgullo, de que la gente de Vallecas se siente representada por ese relato cercano y ponga en valor su patrimonio obrero"; comenta Miguel S. Moñita, "además se puede establecer como un centro cultural que irradie a otros barrios".
El arqueólogo e investigador Alfredo González-Ruibal también considera el lugar icónico y ha estado inspeccionando la zona para ver si hay restos de otros edificios. "Estamos con prospecciones en el solar, para ver si quedan más casas. La de Peironcely, 10 es la única que se conserva de los años 30", indica, enfatizando su importancia histórica: "La fotografía es muy representativa porque refleja lo que es la guerra en el siglo XX, cuando los civiles pasan a ser objetivos", declara el experto.
"Con esa foto se consigue que Vallecas y Madrid se coloquen en el panorama internacional. Y pone en valor el patrimonio obrero. Más que un gasto, conservarla es una inversión", sentencia González-Ruibal, que aboga por no perder la memoria de aquellos tiempos. Los que narraba Manuel Chaves Nogales en A sangre y fuego afirmando que "en el casco de la ciudad las bombas hacen carne siempre" y que "los bombardeos aéreos son una lotería más para los madrileños. Una lotería en la que resultan premiados los miles y miles de jugadores a quienes no ha tocado la metralla".
Madrid, escribía el periodista sevillano, sobrellevaba "con alegre resignación" los bombardeos: "Todo ese dolor y esta incomodidad y la espantosa carnicería de las explosiones, y aun la certeza de que cada vez será mayor el estrago y más horrible el sufrimiento, no han conseguido abatir el ánimo y la jovial resignación de la ciudad más insensata y heroica del mundo".
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