"Es una fortuna haber encontrado a este niño": Mtoto, el primer ser humano enterrado en África
© Foto : Cortesía de CeniehBoceto de Mtoto
© Foto : Cortesía de Cenieh
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Un equipo de arqueólogos ha hallado el enterramiento más antiguo de África. Data de hace 78.000 años y tiene como protagonista a un niño. Un grupo de investigadores españoles ha sido el encargado de tratar con los huesos de los pequeños, descubiertos en un estado de descomposición avanzado.
Las paredes de Panga ya Saidi rezuman historia. La cueva se ha convertido en uno de los enclaves más importantes para indagar en los orígenes de la especie humana. "En cuanto la visitamos por primera vez, supimos que era especial", afirma Nicole Boivin, directora del Departamento de Arqueología del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana. La gruta se sitúa en la meseta litoral de Kenia, en el condado de Kilifi, a escasos 15 kilómetros de las aguas del Océano Índico. La luz se cuela por la gran cavidad que corona el lugar. También la selva, invasora de un espacio antaño habitado por nuestros antepasados.
© AFP 2023 / Francesco DerricoInterior de la cueva de Panga ya Saidi (Kenia)
Interior de la cueva de Panga ya Saidi (Kenia)
© AFP 2023 / Francesco Derrico
En 2010 los arqueólogos del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana (MPI-SHH) y los Museos Nacionales de Kenia (MNK) comenzaron a excavar en Panga ya Saidi. Las sucesivas campañas registraron actividades culturales, simbólicas y tecnológicas de hace 78.000 años. Los primeros fragmentos de hueso aparecieron en 2013. Pero, fue en 2017 cuando se halló el cuerpo.
Surgió de una cavidad circular a tres metros por debajo del suelo de la caverna. No era más que una acumulación de restos óseos muy degradados por el paso del tiempo. "En ese momento, no estábamos seguros de qué habíamos encontrado. Los huesos eran demasiado delicados para estudiarlos in situ", afirma Emmanuel Ndiema, investigadora de los Museos Nacionales de Kenia. Su estado de conservación hizo que no pudiesen ser separados de los sedimentos que los recubrían. Los arqueólogos decidieron escayolar el bloque de tierra y transportarlo a Nairobi. De la capital keniata volaría hasta Jena, sede del MPI-SHH. En Alemania, María Martinón-Torres, directora del Centro Nacional de Investigación de la Evolución Humana (Cenieh), recogió el hallazgo y se lo llevó en una caja a Burgos.
© Foto : Cortesía de CeniehExcavación en la cueva de Panga ya Saidi (Kenia)
Excavación en la cueva de Panga ya Saidi (Kenia)
© Foto : Cortesía de Cenieh
Los laboratorios de Conservación y Restauración, Arqueometría, Cartografía Digital y Análisis 3D, y Microscopía y Microtomografía Computarizada del Cenieh fueron los destinatarios de los maltrechos huesos. En las instalaciones burgalesas se inició un largo proceso de excavación y análisis. Antes de entrar por las puertas del centro, los arqueólogos en Kenia tenían la sospecha que podía tratarse de un ser humano. Dos dientes, visibles en la superficie del bloque de sedimento, eran los causantes de dicha suposición. El Grupo de Antropología Dental del Cenieh lo confirmó. Pertenecen a un infante de entre dos años y medio y tres. Fue bautizado como Mtoto. En swahili, niño.
Un trabajo complicado
La sorpresa recorrió el rostro de Pilar Fernández Colón, directora del laboratorio de Conservación y Restauración del Cenieh, cuando vio los restos de Mtoto. Los vestigios de la Prehistoria son su especialidad y día a día. Ha trabajado con los descubrimientos de Atapuerca y los homínidos de Georgia. Pero, nada se le asemejaba. "Llevo más de 20 años de carrera profesional. Estoy acostumbrada a ver piezas con un gran valor científico. Pero, Mtoto ha sido el mayor reto al que me he enfrentado hasta la fecha", reconoce a Sputnik Mundo.
Su misión era convertir el bloque de tierra donde se encontraban los huesos del niño en un objeto de estudio. Un lento de proceso de restauración y excavación marcado por la extrema fragilidad de la pieza. "Los restos óseos estaban muy degradados. No tenían resistencia mecánica. Por decirlo de otra manera, eran más bien polvo compactado. Su manipulación era casi imposible. Implicó muchas horas de trabajo", asegura la investigadora. La imaginación formó parte de su labor. "Al no poder manipularla directamente, ni tocarla, diseñé una estructura con almohadas adaptadas a la superficie. Con estas, lo volteaba. Eso sí, hechas con materiales inertes que no afectasen a los propios restos. Hay que preservar el original y no se pueden utilizar materias que dejen marca. Fue un trabajo de mucho pensamiento", añade.
© Foto : Cortesía de CeniehProceso de restauración de la pieza arqueológica de Mtoto
Proceso de restauración de la pieza arqueológica de Mtoto
© Foto : Cortesía de Cenieh
Con extrema delicadeza, Fernández y el resto de científicos del Cenieh alternaron la excavación manual con el escaneo. Poco a poco, surgieron más huesos. Costillas, mandíbula y restos de un cráneo se perfilaron en la tierra. La morfología de dientes y cabeza revelaron que era un Homo sapiens. Hace unos 78.000 años Mtoto recorrió las colinas próximas al litoral keniata, según la datación por luminiscencia.
La inestabilidad del bloque hizo que los investigadores optaran por individualizar los elementos esqueléticos. Así, lo separaron en dos grandes fragmentos. Uno comprendía el cuello, la mandíbula y la base del cráneo; el otro, la columna vertebral, una clavícula, las costillas y unas zonas muy degradadas que se correspondían con la cara y la pelvis. Más adelante, las tareas de limpieza sacaron a la luz más partes del cráneo infantil.
"La división de la pieza hizo posible la realización de escáneres de superficie", apunta Fernández. Estas técnicas desvelaron que Mtoto se hallaba en postura flexionada, apoyado sobre su costado derecho. Es más, la posición de las vértebras señalaba que el niño pudo tener la cabeza apoyada sobre una especie de almohada. Este descubrimiento, unido a la aparición de conchas, ocres y herramientas líticas a su alrededor, indican que el infante fue enterrado por sus parientes.
© Foto : Cortesía del CeniehPosición de los huesos de Mtoto
Posición de los huesos de Mtoto
© Foto : Cortesía del Cenieh
Panga ya Saidi es la tumba de Mtoto y hogar del enterramiento más antiguo conocido hasta la fecha en África. El sepulcro confirma que las poblaciones de la época también se preparaban para decir adiós a sus familiares. "Esto nos dice que las sociedades prehistóricas africanas de aquellos años cuidaban a sus muertos. Al menos, a los más jóvenes. Mtoto no fue dejado en la cueva sin más. Lo adornaron y lo depositaron en una postura cómoda. Incluso, la investigación ha determinado que tuvo una especie de sudario de hojas o pieles", remarca Fernández.
África es la cuna del ser humano. Sin embargo, no había ninguna muestra sobre la cultura funeraria prehistórica en el vasto continente. Mtoto es una de las primeras pruebas sólidas sobre el culto a la muerte en suelo africano. Difiere de lo que sucede en Europa o Asia, donde hay numerosas tumbas tanto de Homo sapiens como de neandertal. Las más antiguas se remontan a los 120.000 años.
"Es curioso que no haya más en África. Al final, es muy complicado encontrar restos humanos que aporten información. Tal vez no es que no se hicieran enterramientos, sino que no se ha encontrado ningún resto. Por ello, es una fortuna haber desenterrado a este niño".
Los restos del infante podrían ser claves para determinar las diferencias entre las prácticas mortuorias de cada continente. Una nube de hipótesis revolotea sobre Mtoto. De momento, se ha materializado en la portada de la prestigiosa revista Nature. "Ha sido un honor. Estamos de celebración después de mucho trabajo", sentencia Fernández. Tras el proceso de excavación, los huesos del pequeño regresaron a Nairobi, a más de 500 kilómetros del lugar donde fueron hallados. Panga ya Saidi, un tesoro de la arqueología moderna. Una cueva en la que el ser humano comenzó a desprender tintes de humanidad.