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Este pueblo prehispánico quedó a la sombra del nuevo aeropuerto internacional de México
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San Miguel Xaltocan es un pueblo mexicano prehispánico que quedó a espaldas del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, una de las principales megaobras del... 06.05.2021, Sputnik Mundo
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Algo aislado del resto de los centros urbanizados del municipio de Nextlalpan, la vía más cercana al pueblo es la ferroviaria por donde circula la famosa Bestia, El tren de la muerte o El devoramigrantes, es decir, el tren que cruza México de sur a norte. Con suerte, tras salir de la capital hacia el norte por Indios Verdes, luego de atravesar Tlalnepantla y Ecatepec en el estado de México y recorrer algunos kilómetros por la ruta federal 57D, el visitante logra toparse con el tren. El entronque para ingresar a la calle Hacienda de Santa Inés, que corre paralela a la vía, es un pequeño caos de circulación por la presencia de trabajadores y camiones de obra. Es aquí donde empieza a manifestarse el impacto del aeropuerto, en el movimiento que provoca levantar los pilares de un futuro acceso vehicular elevado.El nuevo aeropuerto internacional para la Ciudad de México es, tal vez, una de las obras más controversiales de los últimos veinte años en el país, que se proyectó desde comienzos del milenio. Durante la presidencia de Felipe Calderón, se lo ubicó un poco más al sureste que ahora, en torno al pueblo originario de Atenco, en el municipio de Texcoco, también en el estado de México. Entonces, su gobernador era Enrique Peña Nieto, quien luego asumió la presidencia de la República. La dura represión ejercida contra los comuneros de Atenco en 2006, quienes se negaron a entregar sus tierras para el megaproyecto, acabó con personas fallecidas y una cicatriz abierta que no ha sido fácil de cerrar. Al asumir López Obrador como presidente, tomó como bandera la cancelación de esa ubicación y presentó como alternativa utilizar una base militar.La Base Aérea Militar №1 en la localidad de Santa Lucía, municipio de Zumpango, queda exactamente detrás de Xaltocan, un pueblito que soñaba volverse mágico, pero acabó convertido en fantasma.Un recorrido por el puebloAbundio Hernández tenía 15 años cuando participó de las faenas para la construcción de la primera escuela pública de San Miguel Xaltocan. "Todo lo que está en el pueblo lo hizo la comunidad, la población puso su mano de obra, con escaso apoyo oficial", explicó el hombre que pisa los 70 años.Ejidatario también —es decir, con derecho sobre las tierras comunales— don Abundio es uno de los vecinos que ha levantado la voz para señalar que lo prometido no ha sido cumplido. Ese es el primer punto de nuestro recorrido: la primaria Cuauhtémoc, que los pobladores habían privilegiado al construir junto a la Iglesia, que data de la primera época de la conquista española, erigida en un sitio con una larga presencia humana, ya que hay evidencias de cazadores de mamuts en estas tierras desde el año 15.000 a.C y de asentamientos humanos desde el año 1.300 antes de Cristo. San Miguel Xaltocan era el pueblo encargado de resguardar algunas de las piezas arqueológicas de valor halladas en el municipio de Nextlalpan, en un museo que estaba en el otro extremo de la Iglesia, pero que fue derrumbado. Junto a él fue hecha escombro la antigua Casa de Cultura, dónde don Abundio estudió de niño, antes de que la escuela fuese construida. De todos estos edificios levantados comunalmente no queda más que polvo. "Nos cuesta trabajo ver todo esto así, porque en el pueblo todo lo hemos hecho con participación ciudadana, pero en este caso no se han seguido los usos y costumbres y la población no está conforme", apuntó don Abundio, mientras caminábamos por las calles polvorientas. "Lo que pedimos son obras de calidad", prosiguió.Indígenas sin consultaAunque la afectación de terrenos reconocidos como indígenas exige mecanismos de consulta previa, libre e informada, en el caso de San Miguel Xaltocan, esto fue resuelto con un mecanismo al vapor. Los vecinos narraron a Sputnik que entre el 4 y 6 de marzo del año 2019, llegó al pueblo la propuesta del Gobierno Federal sobre su interés por una parte del terreno del ejido para el aeropuerto. Cuatro días después, el 10 de marzo, el Gobierno convocó a una Asamblea General, a la que llegaron alrededor de 600 personas —de un pueblo de 3.000 habitantes— pero, según explicaron los vecinos a Sputnik, la reunión fue tan larga que solo unos pocos llegaron al final y fueron quienes terminaron votando, a mano alzada, que el pueblo aceptaba ceder su terreno a la Secretaría de Defensa Nacional (Sedena), encargada de la obra. Por un lado, los ejidatarios de Xaltocán vendieron al Gobierno Federal 200 hectáreas de sus terrenos dedicados al trabajo agrícola por 300 pesos (15 dólares) el metro cuadrado. Por otro lado, se trasladaron bajo el régimen llamado bienes nacionales 128 hectáreas a manos de la Sedena para el proyecto del aeropuerto, que los comuneros habían utilizado durante un tiempo para sembrar a pesar de que no hay registro de propiedad de estas. Como contraparte de esta mordida al terreno comunitario, el Gobierno mexicano se comprometió a regularizar la tenencia de otra parte de ese terreno —525 hectáreas— en favor de 722 ejidatarios de San Miguel Xaltocan, según fue publicado en el Diario Oficial de la Federación el 26 de abril de 2019.Camino al centro de salud por una de las calles laterales a la Iglesia, don Abundio dice que al ser un pueblo con reconocimiento indígena, Xaltocan merecía un tipo particular de consulta. Aunque este es uno de los flancos abiertos en otros megaproyectos gubernamentales en México, como el Tren Maya, los vecinos inconformes dicen que su objetivo no es oponerse a la construcción del nuevo aeropuerto. La molestia, según narraron varios vecinos a Sputnik, es que la comunidad siempre ha participado de todos los procesos del pueblo y en este han sido vedados. Al no tener información de primera mano acerca de los proyectos y constatar que no se estaban haciendo con la calidad suficiente, protestaron. Esto es algo lógico, ya que la propia comunidad construyó durante los últimos 50 años, los edificios que fueron demolidos en menos de tres meses.Ninguno de ellos supo cómo se justificó la demolición del Centro de Salud de Xaltocan durante la pandemia, sin brindar alternativas de atención, obligando a estos vecinos a trasladarse tres kilómetros para recibirla en la capital municipal, Nextlalpan o ir hasta San Juan Zitlaltepec, 17 kilómetros al norte para encontrar un hospital gubernamental.Todos los bordes de las calles han sido abiertos con zanjas y prácticamente en cada esquina hay un par de trabajadores en ellos. La obra de rehabilitación de la red de agua potable está a cargo de la Comisión de Agua del Estado de México (CAEM), pero como organizan el trabajo en etapas, solo instalaron los ductos principales y volvieron a cerrar los pozos, sin hacer la conexión a las casas, por lo que van a tener que volver a romper este trabajo ya hecho."Como deben entregar la primera etapa de la obra pronto, tapan los pozos sin concluir la instalación necesaria. La Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano dice que no importa, que en la segunda etapa harán lo que haga falta, pero ¿qué caso tiene que se haga ese gasto? No queremos que el costo de estas obras se infle, sino que sea en beneficio de la población", apuntó don Abundio. Otras dos vecinas, Virginia Paredes y Lucila Domínguez, se sumaron al recorrido con Sputnik hacia el final del pueblo, justo en la parte que colinda con la obra de construcción del aeropuerto, que no se detiene ni por la noche. Allí el jardín de niños Calmecac y la secundaria José María Luis Mora también fueron demolidos. Sus edificios quedaron en los terrenos más cercanos al futuro aeropuerto, sobre la calle Pablo Nazareo. Las madres que se sumaron al recorrido señalaron que los árboles que aún permanecen de pie en la secundaria fueron plantados por los niños con problema de conducta, esos que ahora quedaron solitarios dentro de un predio vacío. Los capataces de estas obras les dijeron en una reunión informal a mitad de abril de 2021 que el nuevo edificio proyectado para la escuela tendría una vida útil de 15 años, cuando la anterior llevaba más de 50 en pie. Si se ordena el regreso a clases presenciales antes de que termine la obra, deberán recurrir a montar salones portátiles; pero esa solución tampoco sienta bien a los vecinos, considerando que tenían una escuela funcionando, que fue demolida sin más. "Esto vino a cambiar nuestro hábito y nuestra vida. Nos quitó nuestra tranquilidad y la de nuestro pueblo que estaba olvidado de las autoridades, lo que pedimos es que se hagan obras de calidad", concluyó Virginia.
https://noticiaslatam.lat/20200925/un-aeropuerto-tres-trenes-y-una-refineria-como-avanzan-los-megaproyectos-de-la-4t-1092902559.html
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San Miguel Xaltocan es un pueblo mexicano prehispánico que quedó a espaldas del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, una de las principales megaobras del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Aunque la comunidad entregó voluntariamente parte de su territorio al proyecto, las 'mejoras' han derrumbado el lugar.
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Este pueblo prehispánico quedó a la sombra del nuevo aeropuerto internacional de México
22:15 GMT 06.05.2021 (actualizado: 07:54 GMT 15.10.2022) San Miguel Xaltocan es un pueblo mexicano prehispánico que quedó a espaldas del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, una de las principales megaobras del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Aunque la comunidad entregó voluntariamente parte de su territorio al proyecto, las 'mejoras' han derrumbado el lugar.
Algo aislado del resto de los centros urbanizados del municipio de Nextlalpan, la vía más cercana al pueblo es la ferroviaria por donde circula la famosa Bestia, El tren de la muerte o El devoramigrantes, es decir, el tren que cruza México de sur a norte. Con suerte, tras salir de la capital hacia el norte por Indios Verdes, luego de atravesar Tlalnepantla y Ecatepec en el estado de México y recorrer algunos kilómetros por la ruta federal 57D, el visitante logra toparse con el tren.
El entronque para ingresar a la calle Hacienda de Santa Inés, que corre paralela a la vía, es un pequeño caos de circulación por la presencia de trabajadores y camiones de obra. Es aquí donde empieza a manifestarse el impacto del aeropuerto, en el movimiento que provoca levantar los pilares de un futuro acceso vehicular elevado.
25 de septiembre 2020, 14:23 GMT
El nuevo aeropuerto internacional para la Ciudad de México es, tal vez, una de las obras más controversiales de los últimos veinte años en el país, que se proyectó desde comienzos del milenio. Durante la presidencia de Felipe Calderón, se lo ubicó un poco más al sureste que ahora, en torno al pueblo originario de Atenco, en el municipio de Texcoco, también en el estado de México. Entonces, su gobernador era Enrique Peña Nieto, quien luego asumió la presidencia de la República.
La dura represión ejercida contra los comuneros de Atenco en 2006, quienes se negaron a entregar sus tierras para el megaproyecto, acabó con personas fallecidas y una cicatriz abierta que no ha sido fácil de cerrar. Al asumir López Obrador como presidente, tomó como bandera la cancelación de esa ubicación y presentó como alternativa utilizar una base militar.
La Base Aérea Militar №1 en la localidad de Santa Lucía, municipio de Zumpango, queda exactamente detrás de Xaltocan, un pueblito que soñaba volverse mágico, pero acabó convertido en fantasma.
Un recorrido por el pueblo
Abundio Hernández tenía 15 años cuando participó de las faenas para la construcción de la primera escuela pública de San Miguel Xaltocan.
"Todo lo que está en el pueblo lo hizo la comunidad, la población puso su mano de obra, con escaso apoyo oficial", explicó el hombre que pisa los 70 años.
Ejidatario también —es decir, con derecho sobre las tierras comunales— don Abundio es uno de los vecinos que ha levantado la voz para señalar que lo prometido no ha sido cumplido.
"No estamos en contra del aeropuerto, solo pedimos que se aplique la norma y se hagan obras de calidad. Pedimos al presidente Andrés Manuel López Obrador que, si tiene tiempo, venga a caminar por el pueblo a ver estas obras", señaló María Elena Cruz, originaria de Xaltocan, quien de niña acudió a la escuela que don Abundio ayudó a construir y de la que ya no quedan más que sus muros exteriores.
Ese es el primer punto de nuestro recorrido: la primaria Cuauhtémoc, que los pobladores habían privilegiado al construir junto a la Iglesia, que data de la primera época de la conquista española, erigida en un sitio con una larga presencia humana, ya que hay evidencias de cazadores de mamuts en estas tierras desde el año 15.000 a.C y de asentamientos humanos desde el año 1.300 antes de Cristo.
12 de abril 2021, 22:37 GMT
San Miguel Xaltocan era el pueblo encargado de resguardar algunas de las piezas arqueológicas de valor halladas en el municipio de Nextlalpan, en un museo que estaba en el otro extremo de la Iglesia, pero que fue derrumbado. Junto a él fue hecha escombro la antigua Casa de Cultura, dónde don Abundio estudió de niño, antes de que la escuela fuese construida. De todos estos edificios levantados comunalmente no queda más que polvo.
"Nos cuesta trabajo ver todo esto así, porque en el pueblo todo lo hemos hecho con participación ciudadana, pero en este caso no se han seguido los usos y costumbres y la población no está conforme", apuntó don Abundio, mientras caminábamos por las calles polvorientas. "Lo que pedimos son obras de calidad", prosiguió.
Aunque la afectación de terrenos reconocidos como indígenas exige mecanismos de consulta previa, libre e informada, en el caso de San Miguel Xaltocan, esto fue resuelto con un mecanismo al vapor. Los vecinos narraron a Sputnik que entre el 4 y 6 de marzo del año 2019, llegó al pueblo la propuesta del Gobierno Federal sobre su interés por una parte del terreno del ejido para el aeropuerto.
Cuatro días después, el 10 de marzo, el Gobierno convocó a una Asamblea General, a la que llegaron alrededor de 600 personas —de un pueblo de 3.000 habitantes— pero, según explicaron los vecinos a Sputnik, la reunión fue tan larga que solo unos pocos llegaron al final y fueron quienes terminaron votando, a mano alzada, que el pueblo aceptaba ceder su terreno a la Secretaría de Defensa Nacional (Sedena), encargada de la obra.
"Se instalaron entonces cuatro mesas de trabajo, en las que se comenzó la negociación por el pago de una parte de las tierras y, también, por las mejoras que la comunidad planteó, como la rehabilitación de la red de agua potable, la mejora edilicia de la escuela, el centro de salud, la plaza cívica, el museo y la Casa de la Cultura", explicó Abundio.
Por un lado, los ejidatarios de Xaltocán vendieron al Gobierno Federal 200 hectáreas de sus terrenos dedicados al trabajo agrícola por 300 pesos (15 dólares) el metro cuadrado. Por otro lado, se trasladaron bajo el régimen llamado bienes nacionales 128 hectáreas a manos de la Sedena para el proyecto del aeropuerto, que los comuneros habían utilizado durante un tiempo para sembrar a pesar de que no hay registro de propiedad de estas.
Como contraparte de esta mordida al terreno comunitario, el Gobierno mexicano se comprometió a regularizar la tenencia de otra parte de ese terreno —525 hectáreas— en favor de 722 ejidatarios de San Miguel Xaltocan, según fue publicado en el Diario Oficial de la Federación el 26 de abril de 2019.
4 de mayo 2021, 18:21 GMT
Camino al centro de salud por una de las calles laterales a la Iglesia, don Abundio dice que al ser un pueblo con reconocimiento indígena, Xaltocan merecía un tipo particular de consulta. Aunque este es uno de los flancos abiertos en otros megaproyectos gubernamentales en México, como el Tren Maya, los vecinos inconformes dicen que su objetivo no es oponerse a la construcción del nuevo aeropuerto.
La molestia, según narraron varios vecinos a Sputnik, es que la comunidad siempre ha participado de todos los procesos del pueblo y en este han sido vedados. Al no tener información de primera mano acerca de los proyectos y constatar que no se estaban haciendo con la calidad suficiente, protestaron. Esto es algo lógico, ya que la propia comunidad construyó durante los últimos 50 años, los edificios que fueron demolidos en menos de tres meses.
Ninguno de ellos supo cómo se justificó la demolición del Centro de Salud de Xaltocan durante la pandemia, sin brindar alternativas de atención, obligando a estos vecinos a trasladarse tres kilómetros para recibirla en la capital municipal, Nextlalpan o ir hasta San Juan Zitlaltepec, 17 kilómetros al norte para encontrar un hospital gubernamental.
Todos los bordes de las calles han sido abiertos con zanjas y prácticamente en cada esquina hay un par de trabajadores en ellos. La obra de rehabilitación de la red de agua potable está a cargo de la Comisión de Agua del Estado de México (CAEM), pero como organizan el trabajo en etapas, solo instalaron los ductos principales y volvieron a cerrar los pozos, sin hacer la conexión a las casas, por lo que van a tener que volver a romper este trabajo ya hecho.
"Como deben entregar la primera etapa de la obra pronto, tapan los pozos sin concluir la instalación necesaria. La Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano dice que no importa, que en la segunda etapa harán lo que haga falta, pero ¿qué caso tiene que se haga ese gasto? No queremos que el costo de estas obras se infle, sino que sea en beneficio de la población", apuntó don Abundio.
Otras dos vecinas, Virginia Paredes y Lucila Domínguez, se sumaron al recorrido con Sputnik hacia el final del pueblo, justo en la parte que colinda con la obra de construcción del aeropuerto, que no se detiene ni por la noche. Allí el jardín de niños Calmecac y la secundaria José María Luis Mora también fueron demolidos. Sus edificios quedaron en los terrenos más cercanos al futuro aeropuerto, sobre la calle Pablo Nazareo.
10 de febrero 2021, 16:14 GMT
Las madres que se sumaron al recorrido señalaron que los árboles que aún permanecen de pie en la secundaria fueron plantados por los niños con problema de conducta, esos que ahora quedaron solitarios dentro de un predio vacío. Los capataces de estas obras les dijeron en una reunión informal a mitad de abril de 2021 que el nuevo edificio proyectado para la escuela tendría una vida útil de 15 años, cuando la anterior llevaba más de 50 en pie.
Si se ordena el regreso a clases presenciales antes de que termine la obra, deberán recurrir a montar salones portátiles; pero esa solución tampoco sienta bien a los vecinos, considerando que tenían una escuela funcionando, que fue demolida sin más.
"Esto vino a cambiar nuestro hábito y nuestra vida. Nos quitó nuestra tranquilidad y la de nuestro pueblo que estaba olvidado de las autoridades, lo que pedimos es que se hagan obras de calidad", concluyó Virginia.