Decía el fotoperiodista estadounidense Eddie Adams que una fotografía "si te hace reír, si te hace llorar, si te arranca el corazón, esa es una buena fotografía".
Desde hace más de diez años el fotógrafo español Santi Palacios recorre las principales rutas migratorias de Marruecos-España, Libia-Italia y Turquía-Grecia; y con cada instantánea logra precisamente lo que decía Adams: arrancarle el corazón a cualquiera.
Suyas son las fotografías del rescate de un bebé de meses en la orilla de Lesbos, la de una patera llena de cadáveres en la mitad del Mediterráneo que se viralizó por el mundo entero, y de su autoría también es la fotografía de unos niños nigerianos rescatados en alta mar, llorando desconsolados por haber visto morir a su madre durante la travesía. De Santi Palacios también es la icónica fotografía de unos jóvenes saltando la Valla de Melilla con los brazos extendidos al cielo.
Sobre esta obra fotográfica y sobre la crisis migratoria en Europa, Sputnik conversa con Santi Palacios, un fotoperiodista seguidor de Josef Koudelka, de Eugene Smith, Robert Capa y Sebastião Salgado, entre otros, y que con apenas 35 años ha sido merecedor en dos oportunidades del Premio Nacional de Fotoperiodismo de España, reconocido con el World Press Photo en la categoría Noticias Generales en 2017 y cuyas instantáneas son publicadas en periódicos y revistas del mundo entero.
—Te licenciaste en sociología, pero te dedicaste a la fotografía. ¿Cuándo y por qué decidiste documentar la vida de quienes cruzan, o intentan cruzar el Mediterráneo, para llegar a Europa?
—El motivo por el que empecé a trabajar con migraciones, en el fondo, fue por interés por las fronteras, por todo tipo de fronteras. Siempre me había fascinado por todo lo que implica. En concreto, el hecho del cruce migratorio de fronteras me fascinaba especialmente porque te permite representar con muy pocas imágenes realidades muy complejas. Por ejemplo, la frontera de España-Marruecos, en las vallas de Ceuta y Melilla, con una sola imagen puedes estar representando conceptos como la división entre los dos continentes y entre los diferentes niveles económicos.
—La fotógrafa española Cristina García Rodero dice que para disparar una foto ella necesita emocionarse. ¿Tú qué necesitas para darle al disparador?
—Mira, me gusta esa respuesta de Cristina. Me pasa algo similar. Necesito tener delante una escena que, no sé si para emocionarme yo, pero sí para provocar emociones, sensaciones.
—Has acompañado en varias ocasiones a la ONG Open Arms para rescatar inmigrantes en la mitad del Mediterráneo. ¿Cómo son esas travesías?
—Las misiones de rescate en el Mediterráneo son operaciones que suelen durar dos semanas cada una, aunque hoy en día varían mucho dependiendo de lo que pueda suceder y en función de si las autoridades permiten el desembarco pronto o si se alargan. Son misiones de rescate en aguas internacionales muy complejas, que abarcan muchísimas millas en el mar y donde el trabajo resulta muy difícil, muy pocos barcos para intentar localizar embarcaciones que puedan estar riesgo y llevar a cabo el rescate donde se pueda garantizar la vida de las personas que se encuentran en medio del mar.
—¿Y cómo logras tú que la gente permita que le fotografíes en situaciones tan desesperantes, caóticas, dolorosas?
—Eso es muy interesante. La cuestión es que no tienes permiso para fotografiar y estás registrando una situación de emergencia y como periodistas están evaluando y considerando qué historia merece ser contada. No estás pidiendo permiso para ello. Es cierto que esto hay que tenerlo en cuenta y hay que valorarlo a la hora de decidir qué imágenes hacer y cuáles no y a la hora de escribir hasta dónde consideras que prima la necesidad de hacer periodismo, la necesidad de contar y hasta dónde prima la intimidad de las personas. Para esto tienes que aplicar tu criterio y hacerlo de la mejor manera posible.
—¿Qué es lo más difícil?, ¿qué es lo que más te duele o impacta de retratar estos dramas humanitarios?
—Te diría dos cosas diferentes: que siga pasando pese a la cantidad de veces que lo contamos, que siga sucediendo y ver muertes que serían fácilmente evitables y ver que no hay consecuencias y se repiten. Eso es lo más frustrante a nivel general. Luego, a nivel particular en los rescates del Mediterráneo, una situación que es especialmente dura es la situación en la que te encuentras a las mujeres, mujeres migrantes que salen de Libia, muchas de ellas que han sufrido violaciones, violencia sexual, y que llegan en condiciones lamentables. A muchas de ellas se les ve especialmente desnutridas, también en función de cuánto hayan podido pasar en ruta o atrapadas en Libia y llegan en situaciones especialmente duras. Hay rescates donde lo más duro es ver la situación en las que llegan las mujeres.
—Llevas unos diez años dedicado a documentar historias sobre la migración. De todas las imágenes que has capturado ¿Cuál ha sido la imagen que más te ha impactado o te haya dolido más hacer?
—Nunca soy capaz de elegir una en concreto, pero puedo decir varias. Las imágenes que más me impactan son precisamente las que no hago, sea porque no puedo, sea porque no es el momento de fotografiar o porque decido no fotografiarlo. El momento en el que nos encontramos con 168 supervivientes y trece cadáveres en una patera y varios niños pequeños sentados sobre el cadáver de su madre porque no había espacio, esa imagen como tal, que no la fotografié, es una de las más duras que recuerdo. Luego la fotografía acabó siendo la de los trece cadáveres apilados en el fondo de una patera, que fue la imagen que se viralizó.
—Una de las características de tus fotos es que no solo retratas momentos, sino que sigues las historias de esas personas. Después de retratarlos, de conocerlos ¿Qué crees tú que es lo que lleva a esas personas se lancen a la mitad del mar en unos inflables?, ¿de qué huyen o qué buscan?
—La realidad es compleja y, por tanto, creo que la respuesta también tiene que serlo. Hay frases hechas o frases que suenan ya casi a mantras, como que nadie arriesga su vida si no sale de un infierno, etc, y esto es cierto, pero hay que matizarlo. Los motivos por los que las personas cruzan el mar, salen en pateras, son muchísimos y, creo, que cometemos un error a reducirlo a solamente personas que estén huyendo del horror, del infierno y la guerra, que evidentemente las hay y muchísimas, y en muchos momentos y lugares son mayoría, pero también hay muchas personas que salen de situaciones difíciles, complejas, sin necesariamente estar huyendo, sino que migran y tienen derecho a hacerlo. Esto es lo que resulta también más difícil de explicar y más frustrante, que se ha acabado generando una diferencia, una distinción entre el concepto del refugiado y el migrante como si ahora en Europa fuera aceptable ser refugiado, pero no fuera aceptable ser migrante. Todas las personas tienen todo el derecho del mundo a migrar y están haciéndolo por motivos muy diferentes, algunos muy difíciles, otros igual no tanto, y tienen el mismo derecho que las personas que salen huyendo de una guerra. Otra cosa es que las personas que salgan huyendo de una guerra tengan luego derecho de asilo político.
—Después de esas operaciones de rescate, de arriesgar la vida, todos los que colaboran con estas ONG que rescatan migrantes son acusados por organizaciones como Vox de cooperar con traficantes de personas. ¿Cómo reciben ustedes estas acusaciones?, ¿qué responden?
—Hay veces que leemos estas cosas estando en el mar en una operación de rescate e imagínate. La sensación es que te dan ganas de invitarles a que vengan si realmente quieren saber cómo funciona. Es acojonante. El mejor periodismo sería agarrar a la gente y llevarla al terreno. Dan ganas de llevarlos directamente para que vean lo que está sucediendo, montarlos en el barco, que recorran millas y millas y que se encuentren con una patera con gente muerta, con gente que ha caído al agua, con gente desesperada para ver qué harían ellos. Son acusaciones, son falsedades que son muy peligrosas, sabemos qué sucede y a veces dudas si la mejor respuesta es demostrar las burradas que están diciendo o si es casi mejor no darles altavoz porque lo que dicen es falso y peligroso.
—¿Qué deberían hacer los Gobiernos si de verdad se quiere ayudar a estos migrantes?
—Habría que trabajar en tres vías diferentes. Por un lado, está la situación de emergencia e independientemente del contexto, cuando hay una emergencia en el mar, obviamente debería ser atendida y, por lo tanto, los Gobiernos no solo deberían poner recursos, sino facilitar por lo menos la labor de las ONG. Si las ONG suplen el papel de las autoridades rescatando gente en el mar, no le pongan más trabas para llevar a náufragos a puerto seguro, no les pongas trabas para desembarcar, no les bloquees el barco y facilita el trabajo de la emergencia.
Luego, el trabajo, como siempre se ha dicho, en origen, tratar de intervenir en algunas de las situaciones de origen para que menos gente necesite migrar y eso es política internacional.
Por última instancia, el trabajo dentro de Europa. Se oye más hablar de que hay que cerrar fronteras que de políticas de integración que pueden permitir y facilitar a las personas para integrarse a un mercado laboral e incluso mejorar y potenciar a que la situación aquí mejore.
—Santi, tienes 35 años y ya lograste dos premios nacionales de fotoperiodismo, reconocimientos internacionales, tus fotos se publican en diarios y revistas de todas partes del mundo. ¿Qué más quieres lograr?
—No sé qué decirte. Me resulta difícil responder porque esto me lo pregunto muchas veces. Yo entiendo el papel del fotoperiodismo de tres maneras: el del corto plazo, que genera la reacción ante la emergencia, en el mediano plazo, que es donde mejor funciona y donde se acaba generando la reacción de parte de las autoridades, y el largo plazo, que es donde más nos gusta las consecuencias de las fotografías, que es donde se invita a la reflexión al espectador. Las tres tienen un elemento en común que, en todo caso, el trabajo que hacemos ayuda a pensar, genera preguntas, obliga a que la gente se haga preguntas sobre las realidades que está viendo en las fotografías. Mientras las fotografías tengan esa consecuencia estaré feliz haciéndolo.