Como en el resto del mundo las ciudades de Australia han visto reducida significativamente sus actividades cotidianas desde el inicio de la pandemia de COVID-19.
En Melbourne, la segunda ciudad más grande del país, con una población de 5 millones de habitantes, la reducción en el tráfico y de la actividad fabril han logrado que en sus lagos cercanos, a cinco horas de distancia, puedan percibirse con más claridad los sonidos de la naturaleza.
Para los científicos de la Fundación de Mamíferos Marinos de Australia (MMF, por sus siglas en inglés), esto ha sido una gran noticia. El equipo trabajaba hacía tiempo en la captación de señales de los sonidos de los delfines locales, pero estos eran habitualmente obstruidos por los sonidos de la cercana ciudad.
Kate Robb, directora y fundadora de MMF, fue la responsable de clasificar a los delfines Burrunan (Tursiops australis), una especie dentro de los delfines nariz de botella, habituales en esa zona, en 2011.
Hasta entonces, había solo dos especies del género Tursiops clasificadas: el nariz de botella común y el nariz de botella del Indo-Pacífico, que es más pequeña y de color más claro.
Con el silencio producido en la pandemia los científicos del MMF lograron grabar 3.000 horas de los sonidos que producen estos animales para comunicarse, con el fin de comprender qué clase de códigos manejan. Según Robb, estos delfines tienen un "silbido característico", distinto al de los demás delfines, que pueden ser un equivalente a que cada uno tenga su propio nombre, según reportó Atlas Obscura.
Que los delfines sean una de las criaturas más inteligentes del mundo ha motivado a múltiples especialistas alrededor del mundo a estudiar su comportamiento y lenguaje, y el objetivo de la MMF sigue la misma línea.
Los delfines emiten sonidos que están codificados bajo complejos patrones. Los investigadores lo saben hace años, si bien no hay consenso científico respecto a las interpretaciones.
"Sin saber quién es el remitente o el receptor previsto, es muy difícil interpretar sus señales de comunicación a un nivel detallado. También existen desafíos en la clasificación de sus tipos de sonido, ya que no hay un sistema compartido por todos los investigadores. Sabemos mucho sobre los silbidos característicos de los delfines de forma individual y específica, gracias a un programa de investigación a largo plazo en Sarasota, Florida. Pero sabemos muy poco sobre la mayoría de sus otras señales", aseguró a Atlas Obscura Laela Sayigh, de la Institución Oceanográfica Woods Hole en Massachusetts, que no participa en la investigación.
El equipo espera que, tras los resultados, pueda entenderse el tipo de rutinas que estos animales tienen, así como conocer cuándo las madres van a parir, si están bien alimentados, y si se encuentran en condiciones propicias.
"Eso nos informará si los delfines necesitan protección en ciertas áreas, en ciertas épocas del año. No solo estamos tratando de comprender la comunicación con los delfines, también estamos mirando la conservación, los comportamientos humanos que impactan a los delfines, para que podamos recomendar nuevas políticas para protegerlos", aseguró.
Según la líder de la investigación, serán necesarios varios meses para el análisis de las grabaciones y la sistematización de datos. "Tenemos un gran trabajo por delante, pero estamos ansiosos por ver qué nos revelan los delfines. Tenemos una oportunidad única debido a la pandemia y la estamos aprovechando", concluyó.