El 5 de octubre en la capital kirguisa, Biskek, estallaron protestas contra los resultados de las elecciones parlamentarias en las que ganaron los partidos oficialistas Birimdik y Mekenim Kirguistán.
La Comisión Electoral Central ya se comprometió a convocar unos nuevos comicios al anular los resultados de la votación, y, además, presentaron sus dimisiones el primer ministro, Kubatbek Boronov, y el presidente del Parlamento, Dastán Dzhumabékov.
La tradición de las revoluciones
De acuerdo con la tradición de las revoluciones kirguisas, los manifestantes ocuparon la Casa Blanca, el lugar de trabajo del presidente y los parlamentarios, y prendieron fuego al edificio, al igual que durante la segunda revolución en 2010. Por supuesto, estuvo fue acompañado de saqueos, y en medio del caos total, llegan los "tiburones", que dejan secuelas en los yacimientos auríferos y la minerías, lo que, sin duda, tendrá un impacto sobre la economía del país.
"Si la incertidumbre política continúa, eso afectará las inversiones extranjeras directas", advirtió el vicepresidente adjunto de la agencia de calificación Moody's, Christian Fang, en sus comentarios a Sputnik.
Tampoco puede faltar esta vez la tradicional fuga del presidente. Aunque por ahora, el jefe interino del Ministerio del Interior del país, Kursan Asánov, declaró que el paradero de Sooronbái Zheenbékov se desconoce.
Todo lo que está sucediendo da la impresión de que la flor de tulipán de la primera revolución kirguisa nunca se ha marchitado y la lucha entre los clanes, específica para ese país asiático, nunca ha terminado.
Socios de Rusia en apuros
El Kremlin expresó preocupación por la situación en Kirguistán y lamentó que parte del potencial de conflictos "se concentre en torno a las fronteras rusas".
"En todo caso, se trata de los países cercanos a nosotros, me refiero a Bielorrusia, Armenia, Azerbaiyán y Kirguistán", comentó el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, al descartar que el círculo de conflictos se restrinja en torno a Rusia.
Los expertos coinciden en que más allá de quien esté en el poder en Kirguistán, su política exterior cambiará poco.
Según el experto, un tercio del comercio exterior kirguís corresponde a los países de la Unión Económica Euroasiática, entre ellos Rusia, que representa más del 60%. Además, Kirguistán recibe ayuda financiera rusa.
En ese contexto, la única verdadera preocupación de Moscú es la seguridad de sus nacionales residentes en Kirguistán.
"Esperamos que se garantice la seguridad de los ciudadanos rusos que se encuentran en la República de Kirguistán, así como la protección de las representaciones oficiales, organizaciones y compañías rusas y su propiedad", expresó en un comunicado la Cancillería.