Pese al ruido generado por la batalla política en torno a estas medidas en días anteriores, las limitaciones a la movilidad apenas alteraron el funcionamiento de la región, lastradas por la incapacidad para poner multas y la persistencia de los desplazamientos por trabajo.
"Para mi está siendo un lunes normal", explica a Sputnik Elisa, una mujer de 35 años que se desplaza en autobús desde el sur de la región hasta el centro de la capital para trabajar.
El caso de Elisa ilustra la timidez de estas medidas. Ella es residente en Móstoles, el segundo municipio más grande de la región (207.000 habitantes) y cada día se monta en la línea 523 para ir a su trabajo en el centro de Madrid (ciudad habitada por 3,3 millones de personas).
Las limitaciones no han cambiado demasiado las cosas para ella: dentro de Móstoles hace vida normal y por la tarde va al centro para trabajar, pasando de una zona restringida a otra, sin encontrarse con ningún control de seguridad por el camino.
"Esta mañana he ido al supermercado, que estaba especialmente lleno de gente. Además, he visto a gente corriendo por la calle, incluso pasando la mañana en el parque. Con eso te digo todo", relata.
En teoría, al no residir en el centro, Elisa necesita un justificante de su actividad laboral para desplazarse. Lo lleva en su teléfono móvil, pero no se vio obligada a sacarlo del bolsillo en todo el día.
Además, aunque hubiera controles, los agentes no pueden poner multas hasta que las nuevas medidas sean ratificadas por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, por lo que a la timidez de la norma se une la falta de punición para dibujar un escenario de lunes normal.
Los datos del Consorcio Regional de Transportes lo confirman. Por ejemplo, el metro de Madrid registró 107.555 viajeros hasta la hora punta (08:00), lo que supone un 48% menos que el mismo lunes del año pasado, pero un 1% más que hace una semana.
Aumenta el movimiento
De hecho, según explican los comerciantes de la zona, se da la paradoja de que la entrada en vigor de las nuevas medidas ha causado un aumento de la afluencia a las tiendas del centro.
Hasta el 2 de octubre había cierres perimetrales en 45 zonas de la región por su alta incidencia de contagios, unas limitaciones que troceaban el mapa levantando fronteras entre barrios de la misma ciudad. Desde el 2 de octubre eso no existe.
"La ciudad está más abierta porque la gente de los barrios se puede mover más desde el viernes [2 de octubre]", constata Fabio, un dependiente de una tienda de zapatos situada a pocos metros de la concurrida Puerta del Sol.
Fabio asegura que "durante este fin de semana se vio más gente que en las semanas pasadas", aunque añade que este 5 de octubre la actividad vuelve a ser casi inexistente, algo que no achaca tanto a las restricciones de movilidad como a la crisis económica.
"Las ventas caen un 90% respecto al año pasado. Algunos días vendemos más de forma casual, pero por lo general todos los días son muy tranquilos", añade.
Daños colaterales
Las tiendas del centro tienen un pequeño respiro y el uso del metro no desciende, pero las nuevas medidas sí se dejan notar para aquellos que viven de mover gente de un lugar a otro.
Óscar lleva más de dos horas y media estacionado en la parada de taxi de Tribunal, a pocas calles de la Gran Vía, el corazón de Madrid, donde apenas llegan clientes.
"Esto no va a servir para acabar con el virus, pero a nosotros nos va a joder más", dice mientras asoma la cabeza por la ventana del coche, señalando a los transeúntes que caminan por las aceras del centro, bastante concurridas.
El paso de los días dará la perspectiva suficiente para analizar si las nuevas medidas permiten reducir la incidencia del virus en Madrid, pero las escenas de este 5 de octubre, al menos las vistas desde la superficie, no suponen un cambio drástico respecto a jornadas anteriores.