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La Habana se abre y los cubanos buscan nuevas miradas frente al coronavirus

© AP Photo / Ramon EspinosaUn niño cubano
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LA HABANA (Sputnik) — Aun cuando los números de casos contagiados con la enfermedad del COVID-19 siguen despertando alertas y preocupaciones en la capital cubana, los habaneros se tomaron un nuevo respiro a partir del pasado 1 de octubre, con la flexibilización de las medidas higiénico-epidemiológicas vigentes en el último mes.

El llamado del Gobierno y de las autoridades sanitarias se mantiene a no confiarse, y la convocatoria va dirigida a que prevalezca la responsabilidad individual, familiar, colectiva, comunitaria y social para de esta forma, evitar un segundo rebrote que obligue a un nuevo confinamiento.

"Lo que se ha hecho —aseguró el presidente cubano Miguel Díaz-Canel— "es levantar las restricciones adicionales que habíamos puesto en las condiciones del rebrote y que indudablemente dieron un resultado, por lo cual la situación ha empezado a mejorar".

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El mandatario instó a aplicar las medidas "con mucho rigor, porque el problema no es solo haber sobrepasado el rebrote, si no que tengamos la capacidad para evitar uno nuevo y actuar oportunamente ante cada situación".

Desde el 1 de septiembre y durante todo ese mes, la capital cubana vivió bajo un toque de queda que prohibía la circulación de personas y vehículos desde las 19:00 hasta las 05:00 horas, suspendió el transporte colectivo estatal y privado, las entradas y salidas a la ciudad, y limitó los movimientos de personas entre municipios, así como el uso de instalaciones recreativas y culturales, entre otras medidas.

Esta medida fue necesario aplicarla después del rebrote de la enfermedad COVID-19 ocurrido a fines de julio último, y que generó más de 2.500 casos solo los meses de agosto y septiembre en el país, con un número significativo de contagiados en La Habana, que llegó a convertirse en el epicentro de la pandemia en la isla.

De cara a la reapertura

Josefina Fuentes es una trabajadora informal, que acostumbra a salir cada mañana a pregonar los artículos que vende, casa por casa. Sobre sus hombros carga escobas, recogedores, trapeadores, y lleva en sus brazos cubos, vasijas metálicas de varios tamaños, perchas y presillas para tender ropa, un nutrido y variado alijo que la acompaña, cuadra a cuadra, casa a casa, con un típico pregonar característico su oriental tierra natal.

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Su piel, negra como el azabache, brilla con el contraste que provoca su copiosa sudoración bajo el penitente sol tropical, y sonríe pícara antes de responder a una pregunta de Sputnik.

"La cosa está mala, hasta ahora no se podía mover nadie. Las multas te las ponen sin pensarlo dos veces, así que hay que aprovechar ahora que aflojaron un poco porque yo necesito llevarles comida a mis hijos y tengo que salir a la calle a luchar los cuatro pesos que necesito", respondió la vendedora ambulante casi sin mirar atrás.

Temores y esperanzas

Respecto a las nuevas medidas aplicadas desde el 1 de octubre y que suavizan las restricciones en la capital cubana, hay opiniones divididas entre quienes aplauden esperanzas y los que se aferran a los temores.

Una de las nuevas flexibilizaciones, que permite el uso de playas y piscinas, aun cuando se establecen restricciones en las cantidades de personas que pueden acceder a ellas, ha generado controversias entre la población, que ha dejado su sentir en las redes sociales.

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Unos apelan a los llamados a la responsabilidad individual y otros se atemorizan por la posibilidad de nuevos contagios, teniendo en cuenta las experiencias negativas de finales de julio, ante evidentes casos de personas sin usar las mascarillas correctamente, consumiendo alcohol en la vía pública u organizando festines que terminaron en peligrosos focos de contagio.

Ahora, casi siete meses después, se impone una nueva mirada a esta enfermedad causada por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, que hasta el momento ha provocado 123 muertes y contagiado a más de 5.800 personas en Cuba.

Por delante queda reactivar la economía doméstica y tratar de sacar al país del estancamiento provocado por la paralización de la vida social a consecuencia de la pandemia, y de alguna manera, tratar de resarcir los enormes gastos públicos en la atención y protección de los enfermos y más vulnerables.

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