Oregón lleva setenta años dirigiendo un programa con el que, cuando llega la temporada de incendios y algún foco se sale de control, arregla dos problemas de una vez: por un lado, se multiplican las manos amigas de los efectivos que luchan contra las llamas, y, por otro, los presos se rehabilitan mejor.
En esta temporada se ha echado mano de 12 brigadas de reclusos que se convierten en bomberos por un tiempo. Todos ellos cobran entre 9 y 9,80 dólares por jornada laboral, ya que la legislación estadounidense no contempla a los presos al determinar el salario mínimo de los trabajadores, informan medios estadounidenses.
Los incendios que arrasan Oregón ya han calcinado más de 400.000 hectáreas y han dejado un balance de al menos 10 víctimas mortales. Y es que el estado no había vivido algo parecido en todo un siglo.