"Muchas personas no quieren ser trasladadas y todavía están viviendo a la intemperie porque prefieren seguir así a volver a lo que es este nuevo campo, que no tiene demasiadas buenas condiciones", dijo Josefina Martorell, directora para América del Sur de la organización Médicos sin Fronteras (MSF).
El nuevo campamento —denominado Kara Tepe— fue localizado "junto al mar y con las condiciones climáticas que se vienen con el otoño europeo, la situación va ser muy complicada", señaló.
Martorell destacó que tanto aquellas personas que optan por esconderse, como las que aún permanecen en la calles de la ciudad o las que ingresaron al nuevo campo enfrentan situaciones "muy complicadas".
Esta nueva crisis migratoria en Europa estalló por el incendio que el 9 de septiembre arrasó con Moria: el mayor campo de migrantes, refugiados y solicitantes de asilo en el continente. Sin embargo, para MSF la catástrofe se estaba produciendo antes del siniestro.
Estaban avisados
"Explotó lo que era una bomba de tiempo que habíamos alertado desde hace años, sobre todo hace algunos meses. La situación era insostenible para las 12.000 personas que estaban viviendo en ese campo de contención", explicó.
"Las condiciones son catastróficas, cada vez se van deteriorando más. Este campo estaba hecho para albergar a 3.000 personas y termina con el pico máximo de más de 17.000", cuestionó la entrevistada.
Sin embargo, con Moria destruida y en pleno proceso de construcción de Kara Tepe, la UE pactó un nuevo acuerdo migratorio en sustitución del acordado en 2015. Este incluía cuotas de personas que debía recibir cada nación. Pero muchos de los 27 miembros del bloque comunitario —principalmente aquellos nucleados en el Grupo de Visegrado como Eslovaquia, Hungría, Polonia y República Checa— nunca cumplieron con sus cuotas.
Nuevas viejas reglas
El nuevo convenio cambia la lógica, eliminando cuotas de acogida a cambio de mecanismos y responsabilidades de cada Estado para devolver a los migrantes que pretenden ingresar a Europa.
La directora suramericana de MSF consideró que, más allá de este cambio en la política migratoria, desde antes detectaban "las consecuencias de la acción deliberada de la política europea sobre las personas, sobre todo en la salud mental. Vemos niños y niñas menores intentando suicidarse en estos campos porque no ven otra escapatoria. Esto tiene que parar", reclamó.
"La política europea es regresar a todas esas personas, no dejarlas en las islas pero tampoco ponerlas en el continente, sino regresarlas a sus países donde corren riesgo de vida. La situación está empeorando y no se escucha a las organizaciones que estamos trabajando en el terreno, y no cuentan por qué [estos migrantes] escapan de sus países", concluyó.