Los astrónomos descubrieron un planeta gaseoso del tamaño de Júpiter en la órbita de una enana blanca. Este hecho podría demostrar que las enanas blancas o estrellas muertas pueden ser centros de un sistema planetario, lo que antes se consideraba imposible.
En sus estudios, los científicos usaron los datos del telescopio espacial TESS lanzado por la NASA en 2018 con el propósito de buscar exoplanetas, es decir, planetas que no pertenecen a nuestro sistema solar. Los resultados fueron publicados el 16 de septiembre en la revista Nature.
La verdad es que el 97% de las estrellas que conocemos son o serán enanas blancas. Es una forma de la evolución de las estrellas.
"Cuando nace una enana blanca, destruye todos los planetas cercanos y, por lo general, su enorme gravedad destroza todo lo que se le acerca demasiado", explica Andrew Vanderburg, profesor asistente de astronomía de la Universidad de Wisconsin-Madison en un comunicado de prensa de la NASA.
El recién hallado cuerpo espacial, que recibió el nombre de WD 1856 b, ayudará a comprender si es posible conservar la vida en un planeta después de que su estrella colapse y se convierta en una enana blanca, sostienen los investigadores de la Universidad Cornell (EEUU).
"Si los planetas rocosos existen alrededor de enanas blancas, podríamos detectar signos de vida en ellos en los próximos años", apuntó Lisa Kaltenegger, profesora adjunta de astronomía en la Universidad Cornell y directora del Instituto Carl Sagan.
Según la astrónoma, los exoplanetas sujetos a enanas blancas tienen probabilidad de albergar vida, pero para detectarlo se necesitan instrumentos más precisos, como el observatorio espacial James Webb. Es un proyecto conjunto de la NASA, la Agencia Espacial Europea y la Agencia Espacial Canadiense para sustituir en la órbita terrestre al famoso Hubble, su lanzamiento se planea el 2021.
"Dos días de tiempo de observación con este poderoso telescopio permitirían el descubrimiento de gases como el ozono y el metano", afirma el investigador.
El WD 1856 b no es el mejor lugar para encontrar la vida, al menos en la forma que la conocemos. Es un gigante gaseoso donde no puede existir una atmósfera similar a la que hay en la Tierra. Sin embargo, puede que la encuentren en otros planetas, más pequeños y rocosos en órbitas de otras enanas blancas.
"¿Y si la muerte estelar no es el final de la vida? ¿Podría la vida continuar, incluso una vez que nuestro sol se haya muerto? Las señales de vida en los planetas que orbitan las enanas blancas no solo mostrarían la increíble tenacidad de la vida, sino quizás también un vistazo a nuestro futuro", concluye Kaltenegger.