Katerina Korfiati es una habitante de la localidad de Mitilene, situada en la isla de Lesbos. Esta oriunda de Mitilene, dueña de una pequeña tienda de artículos para el hogar, considera que "somos todos víctimas de las circunstancias".
Katerina recuerda que en Moria ya existía un campamento con 20.000 refugiados cuando las autoridades informaron de que se construiría una nueva estructura en el monte de Karava. Ahora, no puede evitar mostrarse preocupada por la apertura de un nuevo campamento tras la quema del de Moria.
"Ahora nos sentimos aislados en nuestra ciudad de nuevo. Ocurren incidentes todo el tiempo. En la actualidad, algunos habitantes de Panagiuda (pueblo a seis kilómetros de la ciudad) tienen que viajar 40 kilómetros para venir a trabajar a la ciudad debido a los cortes de carretera", manifiesta Korfiati, quien añade que los locales no quieren seguir aceptando aquello que las autoridades consideran mejor para ellos.
Lo cierto es que Katerina ve en el nuevo Gobierno griego del partido Nueva Democracia un rayo de esperanza, dado que este ha reforzado la vigilancia de las costas, reduciendo así el flujo de migrantes, y ha transportado a gran parte de ellos a la Grecia continental, pero recalca que nunca existió una solución real a todo este problema.
"Ciudadanos de segunda"
En la misma localidad conocemos a Dimitris Viras, propietario de una tienda de libros que explica que es descendiente de "refugiados de verdad", como él dice, y que su bisabuelo fue apuñalado por los turcos. El griego cuenta que precisamente en Moria se encuentra, o se encontraba, un pequeño terreno que adquirió con gran esfuerzo su abuela, y ahora ni siquiera saben en qué condiciones están sus tierras.
"Quienes están aquí ahora no son refugiados. Los refugiados son los que vinieron hace cinco años. En ese momento los griegos, por ser un pueblo hospitalario y cristiano, los aceptaron y les ayudaron en todo lo que pudieron", declara.
Viras tiene claro que la situación es insostenible. De hecho, apunta, gran parte del malestar general se debe a que ni los locales ni los refugiados quieren que estos vivan allí.
Se puede decir que a Lesbos se le ha juntado todo en los últimos años: el gran problema migratorio del último lustro y la crisis económica, con las consiguientes pérdidas comerciales y la notable bajada en las cifras de turismo, algo que solía suponer una importante fuente de ingresos en la zona.
Ahora, dice Viras, la isla se encuentra "rodeada por Turquía" y la única forma que ve el local de revertir la situación es que la isla "se amotine y apedree a los políticos".
Hablando de políticos, los hermanos y propietarios de una joyería familiar Sotiris y Fotis Geomilas solo pueden decir una cosa, y es que sienten que los mandatarios los han "vendido", en palabras de Sotiris.
No es como en 2015
Uno podría establecer paralelismos entre la situación que se produjo en esta zona hace cinco años y la que vive en estos momentos. No obstante, los locales las han vivido de manera muy distinta:
"En 2015, nuestra tarea era ayudar a las personas, a los niños, que habían huido de la guerra. Y lo hicimos. Después, todo cambió. Empezaron a profanar nuestros símbolos religiosos, no dejaron ni una sola capilla, insultaron a los residentes, mataron y robaron ganado, nos amenazaron, nos robaron", asegura Fotis.
Ahora, los hermanos recuerdan, hay 30.000 refugiados por cada 30.000 habitantes locales, habitantes estos últimos por los que las autoridades no se están preocupando, denuncia Fotis. "Nadie ha vuelto para ver cómo estamos. Para mí, en estos momentos, son indeseables [los mandatarios]".
Así las cosas, dice, los habitantes de Lesbos no permitirán una nueva Moria. No podrían aceptarlo cuando, según consideran los hermanos Geomilas, "Grecia se ha vuelto víctima de la migración, y Lesbos, víctima de Grecia".