Emmanuel Macron se ha erigido en el portavoz del "frente de firmeza" europeo frente a las ambiciones turcas en el Mediterráneo Oriental. El presidente francés y su homólogo turco, Recep Tayip Erdogan, no solo han presumido de músculo militar en esa zona, sino que han elevado también el grado de epítetos con el que trasformar en guerra verbal lo que a veces ha rozado la escaramuza militar.
Según el presidente Macron, la política expansionista de Turquía no es compatible con los intereses europeos, y el comportamiento del gobierno Erdogan es "inadmisible". Para el presidente turco, Francia no puede dar lecciones a su país "por su pasado colonial en Argelia y su papel en el genocidio de Ruanda, en 1994".
Los millones de muertos de Francia
Erdogan cifró en un millón las víctimas argelinas provocadas por Francia y de 800.000 los ruandeses asesinados con la colaboración de París. Muy en su estilo de soflama nacionalista, el presidente puso también en duda la capacidad de Francia "a sacrificar tantos mártires como Turquía" en una eventual confrontación armada.
Desde la firma del acuerdo entre Ankara y el gobierno libio de Fayez Sarraj en 2018, París, sostén indisimulado del mariscal Jalifa Haftar, se ha erigido en cabecilla de la línea dura frente a las ambiciones del gobierno de Erdogan, al que ya había duramente criticado por su papel en Siria. La prospección de hidrocarburos en aguas que Grecia considera propias elevó la tensión al máximo en este verano europeo. El buque de perforación turco Oruc Reis no navegaba solo, sino acompañado de barcos de guerra que levantaron la ira de su vecino, eterno enemigo —y socio en la OTAN— Grecia. El envío de navíos franceses a la zona estuvo a punto de llevar a un enfrentamiento directo entre fragatas rivales.
Del Tratado de Sevres al 'golpe de los coroneles'
En estas fechas se celebra el primer centenario del Tratado de Sevres, por el que los territorios del imperio otomano se diluían en un nuevo dibujo de fronteras que llevó a Mustafá Kemal Ataturk a provocar una guerra contra Grecia y sus aliados franceses, italianos y griegos, que retocó lo acordado tres años después, en el Tratado de Lausana. Recurrir a la historia ayuda a comprender el presente, especialmente en la delicada delimitación de aguas entre Atenas y Ankara.
Los navíos turcos han bordeado las aguas de la isla griega de Kastelorizo, situada a solo dos millas marinas de tierra turca. Ankara no reconoce la delimitación que concede la calificación de Zona Económica Exclusiva (ZEE) a las islas. La Ley Internacional del Mar (CONVEMAR) no diferencia entre parte continental e islas; solo menciona un territorio nacional, cuya ZEE se puede extender hasta 200 millas de la costa.
En otro gesto de la guerra de símbolos entre Turquía y Grecia, la presidenta griega, Ekaterini Sakelarópulu, visitó el domingo 13 de septiembre Kastelorizo, en el momento que Turquía anunciaba el regreso a puerto del barco Oruc Reis.
La tensión creada por las pretensiones de Turquía y la respuesta de Grecia y sus aliados no puede tampoco hacer olvidar que el descubrimiento de otro enorme yacimiento de gas en aguas de Egipto, por parte de la italiana ENI, dejó a Turquía como único país en la zona vetado para cualquier posible acuerdo de disfrute.
Dassault, ganador en la crisis
La guerra del gas en el Mediterráneo Oriental no ha terminado con el retorno del Oruc Reis al puerto de Antalya. Es solo una pausa. Esperando las decisiones de la UE, Francia, que ha liderado la guerra verbal contra Ankara es, de momento, la beneficiada con la tensión.