El suicidio es una realidad diaria y masiva. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), unas 800.000 personas se quitan la vida cada año alrededor del mundo, lo que implica un suicidio cada 40 segundos. Se trata de un número significativamente mayor que las muertes por homicidio intencional, conflictos armados y terrorismo juntos (579.000 en 2017) según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés).
Causas del suicidio
Según la Alianza Nacional de Enfermedades Mentales de Estados Unidos (NAMI, por sus siglas en inglés), hay ciertas particularidades identificables que hacen a determinadas personas más propensas al suicidio.
- Desencadenantes: un extenso espectro de eventos de la vida de una persona pueden volverla más propensa a considerar y cometer suicidio. Los problemas de relacionamiento, desempleo, abuso infantil del orden de la violencia o sexual, afecciones crónicas de salud, son algunos de los ejemplos más habituales.
- Enfermedades mentales: la NAMI estima que un 90% de las personas que mueren por suicidio tenían una enfermedad mental.
- Abuso de sustancias: las personas adictas al alcohol o al uso de drogas tienen entre 10 y 14 veces más posibilidades de concretar el suicidio que la población no adicta. Esto se incrementa si a ello se le agrega que la persona tiene una enfermedad mental.
Aun así, la OMS y especialistas en psicología y psiquiatría coinciden en un elemento crucial: el suicidio es prevenible.
¿Cómo prevenir el suicidio?
La persona que está considerando el suicidio se halla en una situación psicológica vulnerable y no encuentra en la vida las respuestas para sentirse mejor. La incertidumbre, el dolor y la soledad que esto le genera son algunos de los elementos que determinan la irreversible decisión de terminar con su vida.
Para los allegados de quien está pasando por esta clase de procesos, puede no ser evidente cómo ayudarla. La respuesta nunca es sencilla, pero la contención emocional siempre debe estar presente.
Así lo explica Amanda Kerbrat, investigadora del departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington. En un estudio que integró, 658 participantes enviaron mensajes durante un año a distintos militares que se encontraban prestando servicio, identificados como personas tendientes al suicidio.
"Descubrimos que esto redujo las posibilidades de que la persona cometiera un intento de suicidio y, de hecho, también redujo la cantidad de pensamientos o ideas acerca del suicidio en los participantes", señala Kerbrat.
Según la académica, aunque parezca ingenuo que unos simples mensajes puedan cambiar el ánimo de una persona tan fácilmente, lo que se recibe es: "a alguien le importo". Se trata de algo que habitualmente quien se encuentra considerando el suicidio no suele creer.
Prevención del suicidio: no presionar
Sin embargo, Kerbrat advirtió acerca de un punto en particular. Cuando un ser querido está preocupado por una persona en riesgo, lo que más suele buscar son respuestas. Suele insistir en buscar soluciones al problema de la persona y preguntar, una y otra vez, cómo está y cómo se siente.
Mandar mensajes de cariño "es algo que puedes hacer con alguien que te importa y está en riesgo, pero tienes que tener en mente que este contacto que tienes con esta persona no se trata de lo que tú consigues o no consigues a cambio", explica.
Por esto, es preciso que los mensajes no le exijan al destinatario que intente hacer cosas que no puede o no siente ganas de hacer, o que explique cómo se siente o qué le pasa, ya que esto implica presiones que no en todos los casos pueden ser correspondidas. "Se trata de decir, 'espero que estés bien: estoy aquí para ti'", concluye.