Pero la carrera no fue lo importante; lo importante era la propia existencia del circuito. En España abundan estos actualmente (Montmeló, Jerez, Cheste, Jarama, Montjuïc, etc.), pero en aquella época sólo había otros dos autódromos en Europa: Brooklands, en Inglaterra, y Monza, en Italia. Y al otro lado del charco únicamente figuraba el de Indianápolis, en EEUU.
El de Terramar no prosperó por motivos económicos: su alto coste (cuatro millones de pesetas de la época), no dejó margen para que los organizadores de carreras pudiesen entregar premios monetarios. Y sin estos, el autódromo de Terramar no obtuvo la licencia internacional. Pronto incurrió en deudas, con un público cada vez más escaso.
© Autòdrom Terramar