Un mes después del inicio de la cuarentena en Argentina y frente a los estragos en las economías personales y de las empresas locales por la caída de la actividad laboral como consecuencia de la pandemia de COVID-19, el Banco Central definió el refinanciamiento automático de los saldos de las tarjetas de crédito que vencían entre el 13 y el 30 de abril, para que los usuarios puedan disponer de un margen y no acumulen intereses de deuda.
El plan de pagos obligaba a los bancos públicos y privados a "ofrecer al menos tres meses de gracia y nueve cuotas fijas de tal manera que las cuotas comenzarán a pagarse en agosto a un valor de 147 pesos por cada 1.000 refinanciados", según leía el comunicado oficial. A simple vista se trataba de un gran respiro para quienes se encontraban ahogados financieramente y una oportunidad para quienes eligieron usar la herramienta a su favor en tiempos de crisis.
Sin embargo, cuando comenzaron a llegar en agosto los resúmenes fue enorme el disgusto de miles al descubrir que los bancos les exigían pagar mucho más que lo anunciado, más de 400 pesos por cada 1.000, ya que al 43% de los intereses había que sumarle el IVA, además de los costos de financiamiento, que algunas entidades incluyeron a pesar de no tener permitido hacerlo en este plan, que elevaron los importes totales hasta 70% encima del saldo original.
La investigadora de la Universidad de Buenos Aires (UBA) explicó que, si bien la información comunicada originalmente no era mentira, sí resultaba engañosa en su enunciación. A raíz de la publicación del informe, el Banco Central aclaró las condiciones del plan y ordenó a la Superintendencia de Entidades Financieras y Cambiarias que iniciara una investigación de oficio para determinar si los bancos cobraron excesos dentro del programa.
"Lo que se tendría que haber hecho es dos meses antes ir recordándole a la gente que en agosto le iba a llegar la cuota de lo refinanciado en abril, para ir preparando a las familias. Ahora la gente está en una situación complicada porque tienen que pagar deuda vieja y nueva. El financiamiento con tarjeta es muy caro y mucha gente igual paga el mínimo", advirtió Giarrizzo.
El refinanciamiento con tarjetas de crédito impactó en las cuentas personales y aún más en las empresariales, ya que necesitaron en ese primer mes de cuarentena, muchos sin poder trabajar, pagar a empleados y proveedores antes de que se implementaran las medidas de apoyo económico que lanzó el Gobierno.