El campo magnético de nuestro planeta actúa como una especie de escudo protector, responsable de repeler y atrapar partículas cargadas liberadas por el Sol. Pero en la región sobre América del Sur y la parte austral del Océano Atlántico, un punto inusualmente débil en este campo, llamado Anomalía del Atlántico Sur (AAS), permite que estas partículas se acerquen más a la superficie de la Tierra de lo normal.
Actualmente, la AAS no afecta directamente la vida de las personas. Sin embargo, esta depresión en el campo magnético de la Tierra permite que la radiación de las partículas solares deje fuera de servicio a las computadoras a bordo de las naves espaciales, además de interferir con la recopilación de datos de los satélites.
"La región puede ser peligrosa para los satélites en la órbita terrestre baja que la atraviesan. Si un satélite es impactado por un protón de alta energía, puede sufrir un cortocircuito. (...) Esto puede hacer que la función del satélite falle temporalmente o puede causar daños permanentes si se golpea un componente clave", explicó la agencia espacial.
Para evitar la pérdida de instrumentos o incluso de un satélite completo, no es raro que se apaguen sus componentes no esenciales durante el tiempo que lleva pasar por la AAS.
La AAS interfiere en sus detectores y los reinicia cerca de una vez al mes. Felizmente, no es suficiente para causar daños significativos al aparato, ya que se pierden solamente algunas horas de datos registrados.
La investigación y el monitoreo de la anomalía permite que los científicos de la agencia espacial entiendan cómo dichos cambios afectan la atmósfera de la Tierra. La AAS sirve también como un indicador de lo que está sucediendo con los campos magnéticos de nuestro planeta, en las profundidades del globo. Al monitorear esta anomalía, los investigadores pueden comprender mejor la forma en que cambia nuestro planeta y, de esa manera, encontrar soluciones para un futuro más seguro para los satélites.