La intención política de rebajar la importancia del Acuerdo Abraham, firmado entre Emiratos Árabes Unidos e Israel, bajo el auspicio de Estados Unidos, no puede oscurecer la trascendencia del hecho. Hablar de "traición al pueblo palestino" era obligado tanto para los propios portavoces de Hamás como de la Autoridad Palestina (AP); también para aquellos que claman por "hacer desaparecer a Israel de la faz de la Tierra". Pero la retórica propalestina hace años que se apoya solo en eso: soflamas que ocultan una parte de desencanto, cansancio y, especialmente, cambio de orientación geoestratégica de los diferentes componentes del llamado mundo árabe.
Egipto y Jordania, países que combatieron por las armas a Israel, sellaron en 1979 y 1994 respectivamente, acuerdos de paz con su enemigo. Los EAU de Mohamed Ben Zayed nunca han guerreado con Tsahal y no se trata pues de un pacto de paz, sino de algo que va más allá: la cooperación en diversos campos y la confirmación del alineamiento en la división que existe en Oriente Medio y el Golfo entre aliados estratégicos y contrarios a Irán y Turquía, países musulmanes, pero no árabes.
Esperando a los saudíes
La causa palestina ha sido para los países árabes uno de los pilares de su política durante décadas, pero esa obligación ha ido perdiendo fuerza a partir del nuevo siglo. Arabia Saudí, soporte diplomático y patrocinador económico durante décadas de la causa palestina ha dejado ver, a través de sus medios de prensa, una crítica a la posición de la AP de Mahmud Abbás.
Ryad podría sentirse molesta con el Acuerdo Abraham, pues podría enterrar su propia propuesta de acuerdo, basado en la existencia de dos estados y el retorno a la demarcación de 1967, con Jerusalén Este como capital palestina. Pero nada es definitivo. Por supuesto, los EAU justifican el paso dado por la intención de hacer olvidar el programa de anexión de Cisjordania de Benyamin Netanyahu. Cada parte vende a su público lo que le interesa. El presidente norteamericano presenta el acuerdo como un éxito de su política exterior, a menos de tres meses de su cita con las urnas y ni sus propios enemigos pueden desmontar el hecho de que Washington, Tel Aviv y EAU han provocado un seísmo en el tablero internacional.
¿Castigo a la intransigencia palestina?
Hay que ser poco crítico para no admitir que los dirigentes palestinos han dejado pasar en el pasado oportunidades para obtener un acuerdo con su enemigo histórico mucho más beneficioso de los borradores que se discuten ahora.
Un "paso histórico", según Berlín; una "decisión valiente", afirma París; "beneficioso para las dos partes", asegura la Unión Europea. Para los tres, una solución para negociar la paz entre palestinos e israelíes puede estar hoy más cerca. Es también una manera de expresar su hartazgo por el bloqueo no siempre justificado de la parte palestina.