En una ceremonia oficial en el Palacio del Planalto (sede del Gobierno), el presidente se mostró satisfecho de que Brasil ingrese en el "selecto grupo" de los países que se garantizan el acceso a la vacuna, y confió que esté disponible a finales de año.
"Tal vez en diciembre o en enero exista la posibilidad de la vacuna y este problema estará vencido pocas semanas después", añadió.
El dinero acordado irá a parar a la Fundación Oswaldo Cruz de Río de Janeiro (que forma parte de la estructura del ministerio de Salud), que llegó a un acuerdo con los impulsores de la vacuna de Oxford para testar a voluntarios en Brasil, recibir dosis y fabricar la vacuna localmente en caso de que sea efectiva.
"Esta vacuna, a diferencia de la que algún gobernador decidió pactar con algún otro país viene con tecnología para nosotros", dijo el líder ultraderechista.
Bolsonaro aprovechó el discurso para hacer una valoración muy positiva de su gestión de la pandemia, diciendo que en su opinión no se han perdido vidas por falta de respiradores o de camas en unidades de cuidados intensivos, a excepción de algún caso aislado.
"Tenemos la conciencia tranquila", aseguró el presidente, que remarcó que en un primer momento no había medicamentos contra el COVID-19, "tan sólo la promesa de la hidroxicloroquina".
En este sentido, volvió a defender el polémico medicamento, que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) no funciona en pacientes de COVID-19 y puede provocar graves efectos secundarios; Bolsonaro lamentó que algunos líderes políticos del país prohíban la distribución "sin presentar alternativas".
Según los datos más recientes del ministerio de Salud, Brasil acumula más de 2,8 millones de casos confirmados de la enfermedad, y ya fallecieron más de 97.200 personas.