La humanidad llegó el 20 de julio de 1969 a la Luna. La caminata de Armstrong y Aldrin fue retransmitida ante los ojos de millones de espectadores, pegados al televisor. Esa imagen quedó grabada en la retina de medio planeta y la hazaña se considera un hito de la aeronáutica. Sin embargo, pocas veces más ha vuelto a aterrizar un ser humano en el satélite. La última, en 1972.
Esta sustancia recubre la superficie del satélite y está compuesta de partículas extremadamente pequeñas. Es muy abrasiva y difícil de eliminar. Supone un riesgo para la salud de los astronautas, que pueden sentir picores en ojos y garganta. Incluso, en exposiciones prolongadas, el polvo lunar, por su alta reactividad, puede desembocar en un cáncer.
A nivel técnico, este también hace mella en los instrumentos de las naves. El módulo de aterrizaje o los sistemas ópticos se suelen ver afectados por esta sustancia que se acumula sin remedio sobre ellos al igual que en los trajes de los astronautas.
Según la NASA, estos equipos deberán presentar "propuestas sólidas para tecnologías de mitigación del polvo lunar a corto plazo, y que puedan ser aplicadas en misiones en el polo sur de la Luna". El objetivo es solucionar el problema para llevar a cabo el programa Artemis, que pretende llevar a la primera mujer y a un hombre al satélite en 2024.