El 28 de julio el Banco Central de Brasil publicó las estadísticas. En ellas se ven que la salida de inversiones del mercado de valores brasileño y del de los bonos a comienzos del segundo semestre del año ascendió a 31.300 millones de dólares. Solo en marzo los inversores extranjeros retiraron 22.200 millones de dólares, generando la mayor fuga de capital desde 1995 —fecha cuando comenzó el registro de esta estadística—.
"Por supuesto, la pandemia fue una fuerza potente que devolvió la aversión al riesgo en el mercado mundial. Sin embargo, existieron otros factores relacionados con la crisis política que estábamos viviendo, especialmente en el último trimestre [del primer] semestre del año, que ha traído más limitaciones para los inversores", explicó.
El economista también recordó que Brasil había entrado en la crisis sanitaria "con finanzas muy desequilibradas". El nivel de su deuda era del 75% del PIB. Y es posible que salga de la pandemia con un nivel cercano al 95% del PIB o incluso al 100% del PIB, lo que es "muy alto" para un país en vías de desarrollo, agregó.
El economista también destaca que el Gobierno brasileño no ha tomado compromisos medioambientales y esto asusta a los inversores extranjeros.
"Hay muchas incertidumbres en Brasil respecto al escenario poscrisis. Tendremos que determinar exactamente qué reformas se necesitan. Hay varias que deben aprobarse: sobre la independencia del banco central, la reducción de la participación del Estado, la privatización. Tenemos que elegirlas lo más rápido posible para atraer el capital extranjero, así como a los inversores locales", resumió Bandeira.
En este contexto el consentimiento de los tres poderes del Estado desempeña un papel fundamental, no solo para que se introduzcan estos cambios sino para que se garantice la confianza y la "seguridad jurídica" de las inversiones en los activos brasileños con un rendimiento a largo plazo: de 30 y 40 años.