Por supuesto, el trabajo no está acabado, y los médicos rusos especifican que hace falta una siguiente fase de pruebas del medicamento para verificar su eficacia, pero el progreso es obvio, escribe la columnista de Sputnik Irina Alksnis.
La primera vacuna rusa contra el coronavirus SARS-CoV-2 podrá ser registrada ya en agosto, de acuerdo al ministro de Salud, Mijaíl Murashko, lo que es increíblemente rápido. Crear una vacuna suele tomar años, así como cualquier medicamento. Pero el desafío que plantea el coronavirus ha dado lugar a un importante cambio en los procedimientos adoptados. Así, en abril, los científicos británicos declararon que su objetivo era obtener una vacuna para septiembre.
Grandes recursos se gastan en el desarrollo de la inoculación, señala Alksnis. En particular, la Administración Trump ha asignado más de 2.000 millones de dólares a las empresas farmacéuticas tanto estadounidenses como europeas. Por supuesto, una de las principales condiciones de tal financiación es que trabajen a favor de EEUU.
"Por supuesto, cualquier Estado pone sus intereses primero, y luego los del resto de la humanidad. Pero decir esto directa y abiertamente es indignante según los estándares progresistas, por lo que Rusia ha sido condenada", señala la columnista.
En la carrera mundial por una vacuna contra el coronavirus hay componentes tanto financieros como políticos, de acuerdo con la investigadora. Con el dinero, es simple: la primera empresa que venda la vacuna en el mercado mundial será la que más gane. Por eso en la investigación participan activamente no solo las estructuras estatales y académicas, sino también empresas farmacéuticas, para las que la vacuna es una potencial mina de oro.
Desde el principio, tres países se consideraron líderes en el desarrollo de la vacuna: EEUU, el Reino Unido y China, que fueron los primeros en empezar a trabajar. A Rusia nadie la tomaba en serio al considerarla un país retrasado en la farmacología.
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— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) July 8, 2020
La carrera de obstáculos por la vacuna anti-COVID
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Sin embargo, durante el último mes ha habido un serio cambio en la posición de Occidente con respecto a los esfuerzos de Moscú para crear una vacuna contra el COVID-19; Rusia fue acusada de intentar robar información sobre la elaboración de las vacunas en tres países —el Reino Unido, Estados Unidos y Canadá— con la ayuda de hackers.
Más tarde, la agencia Bloomberg informó que la vacuna experimental ha estado en posesión de Moscú desde abril, pero solo algunos miembros de la élite rusa la han obtenido en secreto.
"Si intentamos encontrar sentido común en estas acusaciones, la explicación más simple será el temor de Occidente de que Rusia haya logrado nuevamente hacer lo que se consideraba imposible: unirse al grupo de países líderes en el desarrollo de la inoculación contra el virus", cree Alksnis.
China aprobó una de sus vacunas experimentales para el uso en el Ejército a finales de junio; Rusia está reportando resultados alentadores, mientras que el éxito de Occidente es mucho menos obvio.
En cuanto a los británicos, sus resultados del trabajo sobre la vacuna de Oxford están lejos de ser tan positivos como se esperan. Kate Bingham, presidenta del Grupo de Trabajo de Vacunación contra Coronavirus del Gobierno, instó a no abrigar demasiadas esperanzas: "Puede que nunca obtengamos la vacuna y, si lo hacemos, puede que no sea el tipo de vacuna que previene la infección, sino el que reduce la gravedad de los síntomas".