Volvió a sonar después de la pandemia. El "¡Sí se puede!" que ha retumbado en España a lo largo de la década fue de nuevo el grito de guerra contra los desahucios. Esta vez, en un inmueble situado en la Calle de Callejo número 13 de Vallecas, barrio situado al sureste de Madrid.
Hasta allí se habían trasladado decenas de personas el 21 de julio para evitar que las siete residentes fueran expulsadas. Algunos, incluso desde la noche previa. Aunque la mayoría fue arremolinándose en esta estrecha vía urbana a partir de las ocho de la mañana. A las 10, supuestamente, se produciría el llamado lanzamiento. Al final, se paralizó hasta el 4 de septiembre, con posibilidad de negociar entonces un alquiler social.
¡Desahucio parado! 💪
— Vallekas se Defiende (@VKseDefiende) July 21, 2020
👉#Vallekas ha respondido esta mañana ante la injusticia en la Calle Callejo. Además, la SAREB se ha abierto a negociar un alquiler social en estas semanas para las 3 familias.
Gracias a @pahvallekas
💚¡La unión hace la fuerza! 💚 #CallejoSeQueda pic.twitter.com/eTTXdqXNJr
La notificación les había llegado el día 10 de julio a través del juzgado de primera instancia número 100 de Madrid. Después de cinco años en este edificio, propiedad de la Sociedad de Gestión de los Activos Procedentes de la Restauración Bancaria (conocida como Sareb, una sociedad creada en 2012 con el crédito inmobiliario de cuatro entidades bancarias), las inquilinas se enfrentaban al posible desahucio. Uno de los primeros después del estado de alarma por el COVID-19, que se suma a la larga lista de ejecuciones en el país: en 2019, según los últimos datos del Consejo General del Poder Judicial, ascendieron a 54.006, un 9,5% menos que en 2018 y lejos de los más de 75.000 que se produjeron en 2012, el año más duro de la crisis económica. Para evitarlo, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) había convocado la concentración bajo el lema #CallejoSeQueda.








"Una de las mujeres que vive aquí [la mencionada Victoria, de 45 años] está convaleciente de cinco operaciones del corazón", explicaba Diego Sanz, "las realojamos en 2014 porque estaba vacía y hemos intentado negociar desde entonces". "La Sareb no solo no ha atendido nuestra petición sino que ha pedido la intervención de la policía para facilitar el desalojo", añadía José Luís de la Flor, otro portavoz de PAH Vallecas.
A la cita se trasladaron varios miembros de las fuerzas de seguridad, dos mediadoras del Samur Social, algunos vigilantes de una empresa privada y el procurador. Durante las tres horas de estancia, con el tránsito cortado y un ambiente que pasaba de la tensión a lo lúdico, muchos de los congregados contaban sus impresiones. Asunción Carbonell, de 65 años, lleva nueve años de okupa en un piso de Orcasitas, otro distrito de Madrid. Le dieron una casa de protección oficial, pero en 2011 la compró un fondo de inversión, los denominados fondos buitre.
"Por circunstancias de falta de trabajo, ya que no podíamos pagar, nos avisaron del desalojo. Mis hijos tenían entonces 3, 5 y 7 años. Me quedé en la calle con mis cosas dentro y tuve que meterme en otro sitio. Han llegado nueve órdenes de desahucio, pero estamos resistiendo. Lo que vale es la unión y la fuerza", advertía.
Richard Rodríguez, de 48 años, repetía la consigna: "Luchamos por nuestros derechos. Por una nueva normalidad sin desahucios", apuntaba. Él y su mujer se quedaron en 2014 sin el piso que tenían. "Pagamos 550 euros desde 2007. Nos quedamos sin trabajo y no pudimos seguir. Vimos que había muchos pisos vacíos y nos decidimos a okupar, aunque sea muy difícil", rememora. Ahora, solo desea una mensualidad ajustada a sus recursos y abogar por una oferta habitacional asequible. Rodríguez cree que han conseguido mucho gracias a la colaboración ciudadana y se pregunta: "Si se desahucian las casas, ¿qué hacemos con la gente?".
Kiko, un chico de 20 años, sigue desgañitándose a viva voz: "¡Vallecas, despierta, desahucian en tu puerta!", "¡Hay niños en la calle y no le importa a nadie!", repite frente al cerca de centenar de personas que dialogan, esperan con impaciencia o relajan la angustia con música.
"Tenemos en Vallecas un problema histórico con la vivienda", apuntaba después de haber sido expulsado de un piso público por la venta a un fondo buitre. "Hemos padecido mucho la burbuja. Y se ha pasado de muchos propietarios a un oligopolio", reseñaba Paco Pérez, concejal de Más Madrid en el Ayuntamiento y anterior responsable de la Junta de Distrito.
Gracias a él, asiente Kiko, se ha dotado de una alternativa a las familias sin casa. "Cuando estaba en el barrio nos proporcionó una casa", señala. Susana Jiménez, una de las tres "salvadas" del inmueble, de 40 años, destacaba que el esfuerzo por esta paralización era "mutuo". "El apoyo es colectivo. De gente que conoces o no y viene para que no te quiten la casa. No sé qué decir", expresaba antes de fundirse en un abrazo con el resto de las inquilinas: ni el COVID-19 ni una epidemia sanitaria que amenaza con regresar evitaron el contacto. Tampoco cesaron los alaridos de "¡Sí se puede!" que parecían olvidados, de otros tiempos.
