Horas y horas de negociaciones y varios momentos de tensión causados por "una situación estresante por falta de sueño": estos días en Bruselas se celebra la reunión extraordinaria del Consejo de la UE en la que se está decidiendo la suerte del Fondo para la Recuperación.
La economía de la UE, doblegada por la peor crisis desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, se contraerá en un 8,3% en 2020, según los recientes cálculos de la Comisión Europea. Para mitigar el impacto económico de la pandemia del COVID-19 habrá que hacer enormes inyecciones monetarias, nadie lo pone en duda. Lo que sí causa polémica entre los miembros de la UE es el modo de hacerlas.
- ¿Deben ser préstamos o subsidios?
- ¿En base a qué criterios se distribuirá el dinero entre los miembros de la UE?
- ¿Quién controlará el uso de los fondos y tendrá el poder de congelarlos si el beneficiario viola las reglas?
El plan inicial de la Comisión Europea preveía que el Fondo para la Recuperación tendría un monto de 750.000 millones de euros que se dividirían entre subsidios (500.000 millones) y préstamos (250.000 millones). Los principales beneficiarios de las ayudas serían Italia, España, Francia, Alemania y Polonia, que, en conjunto, obtendrían casi dos tercios de los fondos.
El frente de los frugales
Sumas exorbitantes, distribución de subsidios y empréstitos injustificada y condiciones de concesión de ayudas demasiado laxas: esta fue la reacción de Austria, Dinamarca, Países Bajos y Suecia, que en los medios a menudo aparecen bajo la etiqueta de países frugales. Dado que en la UE las decisiones deben tomarse por unanimidad, los cuatro "frugales", a los que también se adhirió Finlandia, pueden bloquear cualquier iniciativa con la que no estén de acuerdo.
Esta vez la situación es diferente. Alemania cambió de bando y ahora está con las "hormigas", porque comprende que el carácter extraordinario de la crisis actual requiere soluciones audaces e insólitas. Sin embargo, de momento, ni siquiera el peso político del país europeo más potente y de su canciller Angela Merkel han podido con las "cigarras", pocas, pero tenaces.
Optimismo cauto
Después de cuatro días de batallas verbales, condimentadas con insultos, acusaciones recíprocas y puñetazos en la mesa, el presidente francés, Emmanuel Macron, anunció que las negociaciones "han avanzado mucho en cuanto a las reglas de funcionamiento del Fondo", mientras Angela Merkel y la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen se declararon optimistas sobre la posibilidad de llegar a un acuerdo.
Y también insistió en que el control sobre las reformas sea competencia de la Comisión Europea y no de países individuales: para Conte y los ministros italianos sería una pesadilla, si Rutte y sus aliados frugales pudiesen intervenir en la política económica del país mediterráneo.
De momento, parece que los frugales podrían dar su consenso a un acuerdo que prevea 390.000 millones de euros de subsidios en vez de los 500.000 millones iniciales. Los detalles relativos a los mecanismos de concesión de préstamos y subsidios todavía no están claros.
Consideraciones nacionales y europeas
Parece que la resistencia de los líderes frugales no se debe solo a la inquebrantable fe en los dogmas neoliberales, sino también a la particular situación política en cada uno de estos países, donde la opinión pública siente una profunda desconfianza hacia los "despilfarradores" sureños.
El inflexible Mark Rutte, que se presenta como el abanderado del grupo austero, encabeza una coalición variopinta de inspiración cristianodemócrata que se formó en 2017, después de siete meses de negociaciones, y ahora espera con ansiedad las elecciones previstas para el próximo marzo.
Un comportamiento comprensible desde el punto de vista nacional, pero no tanto desde la perspectiva europea. Italia y España, los dos mayores beneficiarios del futuro Fondo, quedaron afectadas por el COVID-19 más que los demás países europeos y ahora se encuentran en una situación económica particularmente delicada.
Para Pedro Sánchez y Giuseppe Conte la eventual derrota en Bruselas podría tener graves consecuencias políticas. A su vez, una profunda crisis económica y política en el tercer y el cuarto país más grande de la UE sería un enorme riesgo para toda la Unión. Este hosco escenario se podría evitar gracias al ambicioso plan de recuperación propuesto por la Comisión Europea. ¿No sería mejor prevenir que lamentar?