Un funcionario de inteligencia de Oriente Medio con conocimiento del caso dijo que Israel usó una bomba de gran potencia para atacar la instalación nuclear de Natanz el 2 de julio. Un miembro del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica, informado sobre el asunto, también dijo que se había utilizado un explosivo.
El periódico señala que, aunque resulta imposible verificar de forma independiente la implicación de Israel, sus servicios de inteligencia demostraron ser capaces de asestar golpes en el propio corazón de Irán, cuando irrumpieron en un almacén de Teherán en 2018 y se llevaron de allí media tonelada de documentos secretos relacionados con el proyecto nuclear.
Por su parte, el titular de Exteriores israelí, Gabi Ashkenazi, reiteró que "no se puede permitir que Irán tenga capacidades nucleares". A estos efectos, dijo durante una conferencia organizada por los diarios Maariv y The Jerusalem Post, "tomamos medidas que más vale dejar sin decir".
El portavoz de la Organización de Energía Atómica de Irán (OEAI), Behruz Kamalvandi, reconoció el 5 de julio que el incidente de Natanza podría "ralentizar el desarrollo y la expansión de centrifugadoras avanzadas".
"Había equipos avanzados y dispositivos para mediciones de precisión en este sitio que fueron destruidos o dañados", admitió el 5 de julio en una entrevista con Irna. El funcionario agregó que el incidente causó "daños financieros significativos" y que la demora podría ser de varios meses, pero afirmó que nadie resultó herido.
Por su parte, el viceministro de Exteriores ruso Serguéi Vershinin declaró que Moscú pide no hacer conclusiones precipitadas sobre las posibles causas de la explosión que se produjo en la planta iraní en Natanz.
"Esas cosas requieren de un estudio muy serio y hay que evitar la propagación de infundios… Vuelvo a decir que la situación allí es muy seria y me refiero también a la situación en torno a Irán", dijo Vershinin en una rueda de prensa donde le pidieron comentar las informaciones sobre el incidente en Natanz.