La base aérea de Kant es un objeto de infraestructura militar rusa en el extranjero muy importante. Ubicado al pie de las montañas Tian, en la provincia de Chui, la base está en un lugar estratégico. La base de Kant se sitúa a 20 kilómetros a la capital kirguisa Biskek. Asimismo, está cerca de las fronteras de China y Kazajistán. La distancia relativamente pequeña entre esta área y Afganistán es la razón por la cual EEUU usó otro aeródromo kirguís, Manas, como centro de tránsito.
Según los planes actuales, el equipamiento desplegado en la base de Kant será significativamente renovado. En 2020 en la base han sido desplegados drones militares y, además, se prevé que Rusia envíe sus drones Orlan-10 a la instalación. Otras novedades incluyen el despliegue de los helicópteros Mi-8 modernizados y el supuesto envío de los nuevos sistemas de defensa aérea Buk.
Asimismo, Rusia modernizará la pista de despegue y aterrizaje de la base. La modernización de la pista le va a costar a Moscú alrededor de 35 millones de dólares —2.500 millones de rublos—.
Las condiciones de la renovación de la pista provocaron un escándalo en Kirguistán, pero las preocupaciones son infundadas. Algunos medios kirguisos informaron que a cambio de la renovación de la pista, Rusia se hará con el control permanente de la base, pero la verdad es que después de que Rusia se retire de Kant algún día, la base con la pista será transferida a Biskek.
¿Pero para qué la parte rusa invierte en la seguridad de sus aliados de la OTSC y fortalece su presencia en la región? Resulta que las razones son múltiples.
Una región volátil
Un punto débil en el mapa de la OTSC es su frontera sur, es decir, los límites entre los países centroasiáticos y Afganistán. Si bien la situación dentro de los países de Asia Central es más o menos estable, su vecino afgano padece una crisis constante. Este Estado fallido desgarrado por la guerra es la fuente de inestabilidad que pone en peligro a toda la región: las agrupaciones terroristas basadas en el territorio afgano de vez en cuando realizan incursiones en los países de Asia Central.
El terrorismo islamista radical sigue siendo un problema vigente para la región. Hubo casos en los que las agrupaciones terroristas como el Movimiento Islámico de Uzbekistán invadían los territorios de Tayikistán, Kirguistán y Uzbekistán. Las unidades de los países respectivos lucharon durante meses para expulsar a los terroristas y derrotaron a los invasores.
El principal problema es la no participación de Uzbekistán en la OTSC que hace más difícil coordinar los esfuerzos. El país asiático formó parte de la alianza hasta 2012, pero actualmente se posiciona como un país neutral.
En los últimos años los integrantes del Estado Islámico —también conocido como ISIS, proscrito en Rusia y otros países— también han planeado y realizado incursiones en los territorios de los países de Asia Central. El Consejo de Seguridad de Rusia informó a finales del año pasado que miles de terroristas de ISIS se estaban preparando para nuevos ataques en Asia Central.
La modernización de la base de Kant ayudará a actuar de manera más efectiva contra los terroristas, especialmente gracias al uso de novedosos drones que ayudarán a encontrar los radicales que crucen las fronteras de los países respectivos.
A las puertas del gigante asiático
La seguridad en Asia Central no solo le preocupa a Rusia, sino también a otro jugador principal del continente asiático, China, que comparte la frontera con esa región. El radicalismo islamista es un dolor de cabeza para Pekín desde hace mucho tiempo.
Ellos han luchado del lado de los radicales sirios e iraquíes en Oriente Medio, pero a medida que el conflicto armado en esa región se ve cada vez menos intenso, los uigures radicales igual que otros terroristas se mudan de Oriente Medio al corazón del continente asiático. Como consecuencia, se ve el aumento de los terroristas en Afganistán y en las zonas cercanas.
De hecho, muchos uigures que lucharon en las filas de ISIS se consideraban las fuerzas de élite de la organización terrorista. Ahora estos radicales bien entrenados amenazan la estabilidad de Asia Central y Sinkiang.
Si los terroristas reubican una parte considerable de sus fuerzas en la región, crearán problemas para Rusia en su frente sur y para China en su frente oeste, algo que los dos países preferirían evitar. Por eso Moscú refuerza sus bases militares en Tayikistán y Kirguistán.
Incluso si China logra aumentar su presencia en Asia Central para garantizar la seguridad de Sinkiang, la Federación de Rusia seguirá siendo el principal jugador en lo que se refiere a cuestiones de defensa porque es el principal país de la alianza OTSC. Además, Moscú y Pekín no buscan competir uno con otro en dicha zona, sino que persiguen metas parecidas. En otras palabras, en Asia Central aún queda espacio para que los dos cooperen en aras de la seguridad común.