El estudio de la onomástica se aplica a la historia desde hace décadas en distintos países. Un caso muy conocido es el del poema épico medieval La chanson de Roland. Los historiadores se ayudaron de los registros de bautismo de niños franceses en los que de repente aparece el nombre Roland para restringir la horquilla de la fecha de composición del poema.
La doctora Mitka Golub señala en un artículo publicado en el último número de la Biblical Archaeology Review, que los nombres que se ponen a los niños son reveladores de las modas de la cada época, y si esos nombres coinciden con los de los libros sagrados indican que probablemente los libros sagrados pertenecen al periodo a que pertenecieron las personas históricas con los mismos nombres.
Nombres inventados a veces
El argumento puede aplicarse a la inversa: si los nombres de un texto bíblico difieren significativamente de los hallados en los yacimientos arqueológicos contemporáneos, esto significa que el autor del libro se los inventó o, probablemente, usó nombres populares de la época posterior en la que escribió y en la que los nombres habituales eran distintos.
La teoría más reciente respecto al pueblo judío, la que tiene más visos de científica, expuesta por un conocido arqueólogo e historiador de la Universidad de Tel Aviv Israel Finkelstein, sitúa el origen del pueblo judío entorno al año 900 antes de Cristo, es decir:
- un siglo después de la supuesta existencia de los reyes David y Salomón
- casi 400 años después de la supuesta existencia de Moisés
- más de un milenio después de la hipotética existencia de Abraham
Esto significa que estos personajes bíblicos son con toda seguridad míticos y no reales.
El estudio...
El reciente estudio ha analizado los nombres en el periodo que va del siglo X antes de Cristo hasta la conquista de Jerusalén por los babilonios, en 586 antes de Cristo. Las conclusiones de la doctora Golub indican que hay nombres bíblicos de esa época —no anteriores— que coinciden con nombres hallados en los yacimientos arqueológicos contemporáneos. Sin embargo, la arqueóloga de la Universidad Hebrea reconoció al diario Haaretz que no hay muchos nombres bíblicos que aparezcan en fuentes no bíblicas.
Es más, por la frecuencia de los nombres de personas y de lugar (topónimos) en los que aparece el dios El, por ejemplo en el nombre Daniel, en la localidad de Bet El o en el mismo nombre de Israel, los historiadores confirman que en aquella época este dios pagano cananeo gozaba de mayor prestigio que Yavé, que solo posteriormente sería el único Dios de los judíos.