La ketamina es una droga anestésica utilizada como sedante en el mundo de la medicina. Además, se la suele comercializar ilegalmente como droga recreativa con potencial alucinógeno, cuyo consumo en grandes cantidades puede ocasionar severos daños, incluso la muerte por sobredosis.
Recientemente, un estudio del Instituto Karolinska de medicina, en Suecia, reveló que la ketamina, en pequeñas dosis, puede servir para el tratamiento de depresión severa, es decir, aquellos que no tienen mejoría a través de través de terapia u otros tratamientos convencionales.
Para esto, se utilizó una cámara de tomografía por emisión de positrones (TEP), que permite observar la interacción neuronal con la sustancia. En una primera parte, a 20 participantes se les administró ketamina y a 10 un placebo hecho de una solución salina.
Se utilizó un método doble ciego, en que las dosis fueron dadas de manera aleatoria, por lo que ni los participantes ni los médicos sabían qué pacientes habían ingerido la droga. Imágenes cerebrales de cada participante fueron tomadas antes de las infusiones y entre 24 y 72 horas después.
Hay 14 tipos diferentes de receptores en cada neurona para este neurotransmisor. El estudio se enfocó en uno de ellos, el receptor de serotonina 1B, para cuya identificación se programó la cámara TEP.
Los investigadores descubrieron que la ketamina actúa directamente sobre este receptor, y si bien reduce la liberación de serotonina, aumenta la de otro neurotransmisor llamado dopamina, vinculada a sentimientos de satisfacción y recompensa en el cerebro.
"La ketamina tiene la ventaja de ser de acción muy rápida, pero al mismo tiempo es una droga narcótica que puede conducir a la adicción", manifestó. Aun así, los resultados de la investigación pueden dar insumos para "examinar en futuros estudios medicamentos nuevos y efectivos que operen sobre el receptor de serotonina B1 que no tengan los efectos adversos de la ketamina", concluyó.