"Acá se vive un momento único y las manifestaciones de políticos de ambos partidos, sobre todo demócratas, dan cuenta de una ruptura sino política al menos social. La tolerancia al racismo institucional creo que ha encontrado un límite notable", afirmó Cequeira, de origen brasileño, pero radicado en EEUU hace más de una década.
Cerqueira expresó cautela al proyectar los resultados de estas movilizaciones. "En 15 años que vivo acá nunca vi tantas manifestaciones que piden cambios radicales", como reducir el financiamiento de la Policía y destinar esos recursos para áreas sociales como salud y educación, que a su vez pueden contribuir a reducir la inequidad racial a largo plazo.
Mirando al sur
Cerqueira aseveró que el racismo en general y la violencia policial en particular no son un monopolio estadounidense. Por el contrario, no se han producido en otros países grandes movilizaciones en cantidad de participantes o de duración como en el norte del continente.
"No solo porque fue una activista política lesbiana y afrobrasileña de un partido de izquierda, sino porque estaba investigando hechos de corrupción en la Policía y de grupos parapoiciales en Río", dijo el entrevistado. "Por el trabajo que hacía tal vez ganó más dimensión su asesinato, pero historias como la de Marielle son diarias en mi país", describió.
El mismo año en que Franco fue ejecutada a balazos, los datos confirmaron una tendencia histórica. "Según cifras de 2018, en Brasil la Policía asesinó a 6.220 personas, de las cuales más de 5.000 eran afrobrasileños. De lejos es el país en el mundo donde la proporción de asesinatos a manos de la policía afecta más a la población afro, incluso más que EEUU", afirmó Cerqueira.
Otras violencias
La situación en el gigante sudamericano tiene a su vez otro componente distintivo por ser un país con una cantidad de afrodescendientes mayor que la de raza blanca.
En Brasil, la población autodeclarada afrodescendiente en el último censo es de 55% y en EEUU de 12%, comentó Cerqueira. Esto, por cuanto más de 40% de los esclavos que llegaron a América lo hicieron a Brasil, sobre todo desde lo que hoy son Mozambique y Angola, agregó.
"Yo estudié en una universidad nacional y la cantidad de afrobrasileños era casi inexpresiva: de 160 personas que se graduaron en Derecho en mi año, diría que cuatro a lo mucho eran afro", contó. Por el contrario, cuando volvió a su país después de los gobiernos de Lula y Dilma "se notaba el cambio de color entre los alumnos".
A contrapelo de lo deseado, el profesional lamentó que en los últimos años se ve "un desmonte, particularmente en el actual Gobierno de Jair Bolsonaro. (...) La violencia racial no fue mejorada a raíz de esa política de inclusión, pero es un trabajo a largo plazo. En EEUU después de los movimientos por los derechos civiles en los años 60 no determinó el ingreso masivo de afros a las carreras públicas sino hasta décadas después".
Cerqueira consideró preocupante el hecho de que en Brasil la violencia racial "no se va a abordar de una forma más estructural hasta que situaciones de desigualdades estén resueltas, y eso toma décadas, no solo años".