El balón volverá a rodar la noche de este 18 de junio en un partido entre el todopoderoso Flamengo y el humilde Bangu, con estrictas medidas sanitarias de seguridad y sin público en las gradas. Pero, más que alegría, la decisión ha generado controversia y malestar en el mundo del fútbol.
Los dos díscolos fueron el Fluminense y el Botafogo, que consideran que con el elevado número de muertes y contagios (Río de Janeiro es el segundo estado de Brasil más afectado por la pandemia) no es momento de jugar. Los dos clubes amenazaron con recurrir a la Justicia si se les obligaba a volver a las canchas, y aún este 18 de junio están previstas reuniones para intentar lograr un consenso de última hora.
Vuelta precipitada
Los jugadores del Fluminense dejaron clara su opinión: "Aún vivimos un escenario de muchas muertes diarias, tanto en la ciudad de Río de Janeiro como en otras regiones del país. Siendo así, evidentemente no nos sentimos confortables en poner aún más vidas en peligro", subrayaron en un comunicado redactado por iniciativa propia, al margen de la directiva.
Frente a la postura del Fluminense está la del Flamengo, su histórico rival. En los últimos días, el clásico "Fla-Flu" se ha visto fuera de los campos, ya que los rojinegros han sido los que más han presionado para una rápida vuelta a las competiciones.
Los directivos del Flamengo permitieron que sus jugadores empezaran a entrenar desde hace semanas, aprovechando una interpretación difusa del decreto del Gobierno de Río que prohibía el uso de instalaciones deportivas. Realizó test de COVID-19 a jugadores y personal técnico (hubo 38 positivos, entre ellos tres jugadores). Se separó a los enfermos y el resto se puso a entrenar.
En paralelo, los dirigentes del club llegaron a viajar a Brasilia a finales de mayo para reunirse con el presidente Jair Bolsonaro para tratar del regreso del fútbol. Días después, la sede del Flamengo en Río amaneció con la pintada "Landim y Bap fascistas", en referencia al presidente del club, Rodolfo Landim, y a su vicepresidente, Luiz Eduardo Baptista.
Falsa sensación
Los especialistas y comentaristas deportivos no se ponen de acuerdo en el por qué de tanta prisa por regresar al campo. Los partidos del Carioca que regresan ahora no serán televisados, por lo que los clubes no recibirán los correspondientes derechos. Muchos creen que la intención es más bien política: transmitir la falsa sensación de una vuelta a la normalidad.
La imagen de Bolsonaro viendo el partido en el palco de un estadio de Maracaná vacío con un hospital de campaña en el exterior sería una metáfora bastante elocuente del momento que vive Brasil, que ya suma casi un millón de contagiados por COVID-19 y más de 46.000 muertos.