En una suerte de círculo vicioso, las dificultades económicas son tanto causa como efecto de una sostenida caída del fútbol profesional en Bolivia, cuyos éxitos internacionales se pueden contar con los dedos de una mano, y sobran, como reflejo de la baja calidad, el caos y frecuentes denuncias de corrupción en sus torneos internos.
"En las radios dicen que los que sufren por la falta de fútbol son los aficionados, pero yo creo que en realidad los hinchas sufrimos cuando vamos a los estadios y vemos unos partidos tan pobres, y con tan poco ambiente, tan poco público en las gradas, que dan ganas de llorar", dijo a esta agencia Pánfilo Miranda, un veterano seguidor del Bolívar, el club más popular y más laureado de La Paz y del país.
"Yo no diría que se extraña al fútbol. Quizá lo sintamos los aficionados más consecuentes, pero creo que a nivel de la sociedad en general ha dejado de ser algo importante, hay pocos jóvenes entre los espectadores", dijo Torrico.
Ambos hinchas podrían representar el sentimiento de los seguidores del fútbol profesional boliviano, que esperan la reanudación de los torneos tras la pandemia pero no se ilusionan con estadios llenos ni con juego de una permanente alta calidad.
Por televisión
Con un costo salarial total inferior a los 20 millones de dólares anuales, los 14 clubes profesionales bolivianos cuentan principalmente con los ingresos por televisión y los patrocinios comerciales para cubrir gran parte de sus gastos.
Sólo los mejor ubicados pueden completar su economía con los beneficios de participar en torneos internacionales.
Los ingresos de taquilla son muy escasos y dispares.
"Apenas los partidos clásicos —uno en cada una de las tres ciudades principales— llenan los estadios, y entonces se recaudan un promedio de entre 200.000 y 300.000 dólares que en buena parte se van en impuestos, gastos de organización y otras deducciones", dijo recientemente el presidente de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF), César Salinas.
Miranda y Torrico reconocieron que, aparte de la calidad del juego, la economía familiar era otra causa de menor concurrencia a los estadios de fútbol.
"La economía no da para ir al estadio todas las semanas, por eso nos contentamos con ver el fútbol por televisión, que aunque sea por cable pagado termina resultando más barato", dijo Miranda.
Oferta y disputa
Ahogados en deudas y enfrentados a sus jugadores por un drástico recorte salarial como consecuencia de la pandemia, los clubes bolivianos recibieron el pasado fin de semana una oferta tal vez inimaginable: 100 millones de dólares por los derechos de televisión en una década, o 10 millones por año, con la posibilidad de un ingreso adicional de otros 84 millones en todo el período.
Los presidentes de los 14 clubes profesionales aceptaron en el acto, encomendaron a la FBF que selle el acuerdo pero algo sucedió, y las sonrisas se borraron.
Ocurre que los mismos clubes, cuando estaban agrupados años atrás en la Liga del Fútbol Profesional, otorgaron a la empresa que posee actualmente los derechos de televisión, Sport TV Rights (STVR) un "derecho preferencial" para renovar el contrato vigente hasta el próximo 31 de diciembre.
STVR ha pagado poco más de dos millones de dólares anuales en el último cuatrienio y, en el caso de una licitación de los futuros derechos, tiene la ventaja de que la FBF debe poner en su conocimiento la mejor oferta recibida, dándole la posibilidad de mejorarla. Están acordadas además penalidades por ruptura unilateral.
El problema legal mayor es que el estatuto de la FBF, avalado por la FIFA, ordena licitar los derechos para concederlos a una empresa que tenga al menos cinco años de experiencia en la actividad.
Claure ha dicho que ni siquiera ha pensado en formar una empresa de explotación de derechos televisivos, sino una sociedad de clubes, pero Salinas, el mandamás de la FBF, ha dicho que no puede ignorar la obligación de una licitación.
Los estadios bolivianos parecen destinados a seguir vacíos después de la pandemia al igual que las arcas de los clubes.