Se llamaba Annelies Marie Frank y nació en la ciudad de Frankfort en la misma década en la que se consolidaba la ideología nazi en Alemania, liderada por Adolf Hitler (1934-1945). De ascendencia judía, Ana conoció desde sus primeros años el peligro que corría su familia, y sus escritos demuestran una comprensión lúcida acerca de la época en la que vivía.
Casi como un anticipo, lo fue. La familia se había mudado a Ámsterdam huyendo del nazismo y fue menos de un mes después que debieron pasar a vivir de manera clandestina.
"Hace unos días, cuando estábamos dando una vuelta alrededor de la plaza, papá empezó a hablar del tema de la clandestinidad. Dijo que será muy difícil vivir completamente separados del mundo", anotaba Frank el 5 de julio del mismo año. Fue el día en que su padre le contó acerca del plan.
Cuatro días más tarde, la familia se instalaba en una habitación clandestina de la casa —"la casa de atrás", como la llamaba Ana— de Miep Gies y Elizabeth Voskuijl, alemanes amigos de la familia.
La última página de su diario data del 1 de agosto de 1944, tres días antes de que las fuerzas armadas alemanas irrumpieran en la casa de Gies y Voskuijl y detuvieran a los escondidos. Ese día no era judía ni había guerra y los miedos que la ocupaban eran tan solo los de la adolescencia.
"Tengo miedo de que se burlen de mí, de que me encuentren ridícula, sentimental y que no me tomen en serio. Cuando se fijan tanto en mí primero me pongo arisca, luego triste y al final termino volviendo mi corazón, con el lado malo hacia fuera y el bueno hacia dentro, buscando siempre la manera de ser como de verdad me gustaría ser y como podría ser… si no hubiera otra gente en este mundo", fue lo último que escribió.
Luego de su detención el 4 de agosto, fue trasladada al campo de concentración de Auschwitz, en Polonia, y luego de eso al de Bergen Belsen, en Alemania. Allí murió infectada de tifus, a sus 15 años, junto a su hermana Margot entre febrero y marzo de 1945, meses antes del final de la guerra.
Frank había decidido que quería publicar su diario cuando escuchó a través de la radio al político holandés Gerrit Bolkestein, quien anunciaba que el país publicaría toda clase de documento testimonial de los tiempos de la ocupación alemana. Gracias a su padre, único sobreviviente de la familia, fue publicado en 1947.