Nada menos que Rudolf Giuliani, exalcalde de Nueva York, quien posee los secretos de la autoría del 11/9 del 2001, hoy abogado privado de Trump, a quien aconsejó cómo sortear su defenestración (impeachment), señaló sin tapujos al megaespeculador George Soros de financiar los disturbios terroristas en EEUU promovidos por Antifa y Black Life Matters (BLM).
La declaración de Open Society clama "aborrecer la violencia de cualquier género y no permitiremos actos destructivos de unos cuantos para distraernos del trabajo crucial de juntarnos y forjar un mejor futuro para todos en nuestros barrios".
Luego el israelí / húngaro / británico / estadunidense Soros, exclamó ultrajado que "quienes protestan por la muerte del señor George Floyd y la brutalidad policiaca de todo el país lo hacen por una profunda y verdadera preocupación para su país, no lo hacen por un pago de estas fundaciones o cualquier otra, como algunos cínicos exclaman. Tales afirmaciones son falsas, ofensivas y hacen un mal servicio a los cimientos de nuestra democracia, como consagrado en la Primera Enmienda".
Será el sereno, pero, independientemente de la legitimidad de las impactantes protestas en alrededor de 40 ciudades de EEUU —en su mayoría, curiosamente, gobernadas por los Demócratas—, el grupo BLM recibe más de la tercera parte de su financiamiento de parte de George Soros.
Sea lo que fuere, Farhad Manjoo exulta en The New York Times —rotativo cercano a Soros y a los Clinton— que "BLM está ganando", lo cual es totalmente cierto en los Estados y ciudades gobernadas por los Demócratas en un país totalmente desgarrado entre sus globalistas y sus nacionalistas supremacistas blancos, anglosajones y protestantes (WASP, por sus siglas en inglés).
Incluso, llama la atención que el mismo Partido Demócrata, en un memorándum filtrado en 2015, había advertido a sus legisladores de "no ofrecer apoyo" a los radicales del BLM.
Hoy la globalista Nancy Pelosi, después de su fallido impeachment, empapada por su desbordado rencor para impedir la reelección de Trump, ha llegado hasta el acto ritualista de contrición mediante el kneeling,(hincamiento de rodilla) que inició como protesta antirracista contra los afro el jugador de futbol americano Colin Kaepernick.
En forma destacada, dos ex primer ministros del Partido Laborista que formaron parte de la izquierda travesti y fueron conspicuos adictos de la globalización financierista, Gordon Brown, a quien le tocó la grave crisis financiera de 2008, y el más locuaz Tony Blair han externado obscenamente, en medio del desarrollo de la pandemia de COVID-19, su reclamo por un Gobierno mundial del que saldrían beneficiadas el Reino Unido, hoy en plena decadencia, y La City, su corazón financierista, mediante el cual, a la par de Wall Street, cogobernó al planeta con su ya caduco modelo globalista que hasta The Economist, propiedad de los banqueros esclavistas Rothschild y principal vocero mundial de su disfuncional modelo, ha aceptado su defunción.
Gordon Brown "urgió a los lideres mundiales de crear en forma temporaria un gobierno global para lidiar con las crisis gemelas médica y económica causadas por la pandemia de COVID-19", según Larry Elliot, editor de economía del rotativo The Guardian, vinculado a George Soros.
A Gordon Brown le tocó lidiar con la grave crisis financiera de 2008 y estuvo a la cabeza del estéril G20, que, 12 años más tarde, ha exhibido su inoperancia como quedó manifiesto en su reciente reunión virtual.
Curiosamente, la dicotomía que he planteado de globalistas, a la baja, y nacionalistas, a la alza, en mi más reciente libro, ha sido retomada por el exprimer Tony Blair, quien divide al mundo entre globalizadores y no globalizadores y evita así pronunciar el término seductor de los nacionalistas británicos en la fase del Brexit, por quienes profesa un gran desprecio.
El infatuado Tony Blair, quien junto a Baby Bush invadió y despedazó a Irak, ahora dice preocuparse por la salud global flagelada por COVID-19.
Blair arremete contra el Consejo de Seguridad de la ONU por "no ser realmente representativa del mundo de hoy" y propone los oficios de su Institute for Global Change que también es nombrado en forma narcisista como Tony Blair Institute, que fundó en 2016.
En forma sorprendente, Tony Blair confesó que su think tank globalista no lucrativo se encuentra "incrustado en los gobiernos de todo el mundo", incluso asesorando al Gobierno chino sobre la pandemia de COVID-19.
Suena perturbadora tal incrustación trasnacional desde Londres por un exprimer globalista, que horada sin contemplación alguna la soberanía de los países.
El Tony Blair Institute y/o Institute for Global Change aboga a los gobiernos que aconseja adoptar en forma dramática "una mayor vigilancia tecnológica" cuyo "precio vale la pena pagar".
Todavía los globalistas poseen una poderosa maquinaria totalitaria de propaganda con la que ha cogobernado y desinformado desde el colapso de la URSS en 1991, sin una disuasiva contraparte informativa de corte no globalizador.
Cada vez que el grupo de George Soros es evidenciado in fraganti, su defensa se confina a blindarse con las vacuas palabras teorías de la conspiración.
El problema con George Soros es que confiesa carecer de moral y solo opera de acuerdo con los intereses pecuniarios de los mercados sin importarle los daños colaterales a los seres humanos.
¡El canibalismo financierista globalista a lo que da!
EEUU, al borde de una segunda guerra civil, necesita restañar sus heridas y aplicar profundas reformas para paliar su omnímoda desigualdad vertical. Pero ni George Soros ni su gobierno mundial son los indicados.