Colston fue el primer esclavista inglés arrasado en la ola de indignación e ira por la muerte del afroamericano George Floyd. Pero no es el último imperialista en caer de su posición de honor en el Reino Unido.
La figura de Robert Milligan, propietario de esclavos en Jamaica, se retiró poco después de la explanada del Museo London Docklands. Se empleó esta vez una grúa y una furgoneta para desalojar la pieza del antiguo muelle antillano de la capital británica. El museo celebró la retirada de un monumento conectado con la "explotación, la violencia colonial" y el "blanqueo de la historia".
Nadie a salvo
"La realidad es que pocas personas de las que han merecido una estatua se salvan de haber cometido hazañas miserables", comenta a Sputnik Celia Montolío, editora y traductora al castellano de la autobiografía de un esclavo liberto del siglo XVIII, 'Narración de la vida de Olaudah Equiano, el africano'.
"Reino Unido ha desatendido, incluso celebrado, su historia colonial. Discusiones sobre la esclavitud se han subordinado al enfoque en la abolición, particularmente abolicionistas blancos como William Wilberforce", escribe Sophie Campbell, investigadora en la Universidad de Nottingham, en el portal The Conversation.
La académica lamenta que el "negocio de la esclavitud" no se aborda en el currículum escolar ni en las instituciones levantadas con sus beneficios. "Para muchos blancos, lleva tiempo siendo invisible, ignorado y desconocido", agrega.
Más de tres millones de africanos navegaron forzosamente en barcos ingleses de los estimados 12.5 millones que fueron traficados hasta las Américas, con Londres, Liverpool y Bristol entre las escalas cruciales.
Placa explicativa
Henry Dundas, ministro del Interior que retrasó la abolición del comercio de esclavos, probablemente conservará su puesto privilegiado sobre la columna de una plaza de Edimburgo. El líder de la alcaldía, Adam McVey, ha señalado que "no sentiría la pérdida" si el apodado "Gran Tirano" desaparece del horizonte escocés. Pintadas recientes en la base de piedra del impresionante monumento le identifican como "hijo de esclavista, especulador colonialista".
Es un compromiso que intenta satisfacer a los contrarios de borrar los vestigios del pasado y a quienes enerva esos mismos símbolos. "Si se suprime la evidencia, se suprime el hecho", ha comentado sir Goeff Palmer, profesor emérito de herencia jamaicana.
La misma postura sostiene la vicerrectora de la Universidad de Oxford, Louise Richardson, a raíz de la polémica sobre la escultura de Cecil Rhodes, precursor del apartheid en el sur de África, que domina la fachada del Oriel College. "Esconder nuestra historia no es la ruta a la ilustración. Necesitamos comprender la historia y comprender el contexto", dijo a la BBC.
Revisión de la historia
La defensa de la revisión histórica ocupa el polo opuesto del debate.
"No debería preocuparnos el cambio de circunstancias de la estatua de Colston. Ha adquirido el significado de protesta contra la historia del racismo y del privilegio de los blancos. Tiene ahora más importancia", argumenta Claudine van Hensbergen, profesora asociada en la Universidad de Northumbria.
El debate ocupa una posición central con el estallido de las movilizaciones antirracistas. Esta vez, Black Lives Matter exige acción en todas las esferas, no solo palabras de consuelo.