La miel es un producto que no tiene fecha de vencimiento y no se echará a perder por la sencilla razón de que es una forma de azúcar higroscópica. Esta característica hace que absorba la humedad, convirtiéndose en un producto que no contiene mucha agua en su estado natural. Es así que las bacterias y los microorganismos no pueden ingresar a la miel como lo hacen en otros productos siempre y cuando se guarde en un ambiente seco.
Cuando las abejas obtienen el néctar de las flores, este se descompone naturalmente en azúcares simples y son almacenadas en panales. Los apicultores recogen los panales y raspan la capa externa cerosa para depositarlas en un extractor que se encarga de recoger la miel. El último paso es colar lo que salió del extractor para eliminar los restos y luego embotellarla.
Al abrir un frasco de miel, en algunos casos, se puede observar que esta tiene una apariencia cristalizada. Sin embargo, esto no significa que esté en mal estado. Según publica el portal Eat This, Not That!, la miel con aspecto cristalizado es una señal de que está cruda y es de buena calidad.
La miel está hecha de dos tipos de azúcares: fructosa y glucosa, y su equilibrio define la cristalización del alimento. Para que estos cristales vuelvan a ser líquidos se los puede colocar en un recipiente encima de agua tibia para aumentar su temperatura y que se derritan.