El 29 de mayo de 1970, Día del Ejército, dos jóvenes que superaban por poco los 20 años, uniformados y haciéndose pasar por una escolta militar, entraron en la residencia del expresidente de facto Pedro Eugenio Aramburu (1955-1958) en pleno centro de la capital argentina y se lo llevaron a voluntad, sin disparar un solo tiro. El primero de junio lo fusilaron y lo enterraron en el sótano de una propiedad rural.
Evita había fallecido de cáncer a los 33 años, en pleno apogeo de su fama y popularidad, durante la segunda presidencia de su esposo, Juan Domingo Perón (1946-1955), el líder de la fuerza política más importante de Argentina. Perón fue destituido por un golpe militar y partió al exilio, del cual solo volvería 18 años después para volver a ejercer la presidencia hasta su muerte en 1974.
El cuerpo de Evita estaba expuesto en la sede de la central sindical CGT y fue robado por los servicios de Inteligencia militares después del golpe, por lo que se convirtió en el principal símbolo de la resistencia a la dictadura.
El general Aramburu, uno de los principales artífices del golpe militar de 1955, decidió, apenas llegó a la Presidencia, enviar a escondidas, con ayuda de la cúpula de la Iglesia Católica, el cuerpo de Evita a un sepulcro escondido en Italia, para que nunca fuera encontrado.
"El peronismo era un movimiento de masas populares que no tenía una identificación clara, que abarcaba expresiones tanto de derecha como de izquierda dentro del espectro ideológico. Eva Perón representaba a los sectores más radicalizados", dijo a Sputnik María O'Donnell, autora del libro Aramburu, recientemente publicado.
La periodista recuenta cómo de un seno de clase media acomodada y católica nace la expresión más radical del peronismo, Montoneros, que encararía la lucha armada a través de un método de guerrilla urbana, en un contexto nacional y mundial de polarización ideológica extrema.
"Primero fueron católicos y después peronistas"
"Aparece una nueva generación de jóvenes de veintipico de años que se propone ser intermediario entre el legado de Perón y lo que estaba pasando en toda América Latina, en un contexto de más radicalización de lo que había sido la onda expansiva de la Revolución Cubana [1959], con las particularidades argentinas", explicó O'Donnell.
"Se radicalizan en el momento en el que empieza el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, que los llevan a misionar a distintos puntos del país donde había mucha pobreza o a los márgenes de la ciudad. Algunos de esos curas incluso se incorporan a las organizaciones. En el origen de lo que luego será Montoneros, primero fueron católicos y después fueron peronistas", aseguró.
Su inesperada y violenta aparición hace 50 años desconcierta en un principio a la sociedad local y al mundo ya que se reivindica como una organización revolucionaria y cristiana, distante de las ideologías seculares del comunismo marxista o maoísta, a pesar de que algunos de sus miembros viajaran a Cuba para recibir formación militar.
"Al principio nadie entendía si era una organización de derecha o de izquierda, en sus primeros comunicados invocan a Dios y a Perón, algo que había producido mucho desconcierto entre los cubanos que los entrenaron", comentó la periodista.
"Era muy difícil para las organizaciones guerrilleras tradicionales de izquierda buscar apoyo en los sectores populares cuando estos estaban fuertemente identificados con un peronismo que encima era víctima de una prohibición, con un líder exiliado, durante años impedido de volver a la Argentina", profundizó.
Cuerpo por cuerpo
La elección de Aramburu como objetivo por Montoneros seguía la lógica de un revisionismo histórico que pretendía transformar a victimarios en víctimas, quitándole a los regímenes militares antidemocráticos el monopolio de la violencia y del impartimiento de la Justicia.
"El Gobierno militar inició una persecución muy fuerte al peronismo, se quemó la residencia donde vivía Perón, y la desaparición del cadáver de Eva, esa figura tan popular, es símbolo de una pelea que se proyecta hacia los cuerpos, algo bastante particular en la historia de nuestro país. Su búsqueda lleva a Montoneros a exigir la devolución a cambio del cuerpo de Aramburu", continuó O'Donnell.
El pedido de intercambio no sucede. Un mes y medio después del secuestro y asesinato de Aramburu, el Gobierno militar descubrió la fosa escondida en la estancia La Celma, en la localidad de Timote, a 400 kilómetros de Buenos Aires, propiedad de la familia de uno de los líderes montoneros, donde Aramburu recibió tres tiros en el sótano y fue enterrado allí mismo.
Un año más tarde, el presidente de facto Alejandro Lanusse (1971-1973), como parte de su Gran Acuerdo Nacional con el peronismo que llevaría al regreso de las elecciones democráticas, ordenó exhumar a "Evita" de su sepultura secreta en Italia y devolverla a su exmarido. En septiembre de 1971 se trasladaron sus restos desde Milán, donde estuvieron enterrados con otro nombre durante 14 años, hasta la residencia Puerta de Hierro de Perón en Madrid.
En septiembre de ese mismo año, Perón fue elegido presidente, pero rápidamente se produjo la ruptura con los Montoneros, que ya eran un masivo movimiento juvenil y social. El 1 de mayo de 1974, sus militantes se retiraron en masa de un multitudinario acto en Plaza de Mayo gritando: "Qué pasa, qué pasa, qué pasa, general, que está lleno de 'gorilas' [apodo local a la ideología conservadora de derecha] el gobierno popular", mientras que desde el balcón de la Casa Rosada el presidente los acusaba de "estúpidos imberbes".
Perón murió en julio de 1974 y fue reemplazado por su viuda y vicepresidenta, Isabel Martínez de Perón, abriendo una época de represión ilegal y desaparición forzada de personas a cargo de la Triple A, la Alianza Anticomunista Argentina, un grupo parapolicial creado por el Gobierno peronista.
En septiembre, Montoneros regresó a la clandestinidad. Ese mismo año, mediante otro operativo cinematográfico, la organización secuestró el cadáver de Aramburu de su cripta en La Recoleta y exigió la repatriación de los restos de Eva, que habían quedado en Madrid tras el regreso de Perón. Esta vez el intercambio de cuerpos prosperó. Eva y Aramburu descansan hoy a escasos metros de distancia en el cementerio de la Recoleta.
Una historia de terror
Durante su presidencia, en 1956, se produjo una insurrección cívico-militar peronista que fue sofocada. Aramburu ordenó la pena de muerte de los militares involucrados y el fusilamiento clandestino de civiles en los basurales de José León Suárez, en el noreste del conurbano bonaerense, denunciados en la célebre investigación y relato de no ficción Operación Masacre del periodista Rodolfo Walsh.
Pero en aquellos años quienes formarán luego Montoneros eran todavía niños. Aramburu dejó el poder en 1958 cuando, en unas elecciones con el peronismo proscrito, triunfó el radical Arturo Frondizi (1958-1962). En 1962, otro golpe militar llevó al poder a la "Revolución Argentina" del general Juan Carlos Onganía (1966-1970), que inauguró la llamada Doctrina de Seguridad Nacional, un protocolo diseñado por Estados Unidos para reprimir los movimientos populares y sociales.
La aparición de Montoneros se da en ese contexto, al cabo de 15 años de exclusión de la principal fuerza política y en el marco de una profunda inestabilidad económica y social. Un año antes, en 1969, se había producido el Cordobazo, una masiva insurrección popular de 50.000 trabajadores, universitarios y vecinos en la ciudad de Córdoba, segunda más grande del país después de Buenos Aires.
Onganía gobernaba con mano dura, pero su reputación estaba debilitada dentro de las Fuerzas Armadas. El secuestro y asesinato de Aramburu aquel 29 de mayo terminó con sus aspiraciones de perpetuidad: el dictador planeaba un régimen permanente al estilo de Francisco Franco en España, pero tuvo que renunciar una semana después, el 8 de junio.
El asesinato de quien fuera el máximo representante del antiperonismo fue la reacción, en un contexto mundial de extremismo ideológico, de un grupo de jóvenes radicalizados que creció en un país marcado por la persecución política y las injusticias sociales.
También marcó el inicio de una escalada de violencia entre las Fuerzas Armadas y policiales y la resistencia civil, que desembocó en el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Así se tiñó de sangre el curso de la década, con el terrorismo de Estado sistemático que produjo 30.000 desaparecidos hasta el retorno de la democracia a Argentina, en 1983.