México fue uno de los últimos países latinoamericanos en disponer de medidas de prevención social para evitar el aumento de contagios en el marco de la pandemia del COVID-19, decretada el 11 de marzo por la Organización Mundial de la Salud.
Una de las primeras medidas del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador fue decretar como no esenciales una serie de actividades que debieron desactivarse desde el 30 de marzo al 30 de abril. Entre ellas la aeroespacial, la automotriz y la electrónica.
Al acecho
"En ese mes no se manifestaron ni las oligarquías locales ni del lado del norte. Fue cuando extendieron las suspensiones hasta todo mayo cuando empezaron a presionar", afirmó Ríos Vera, profesor en la Universidad Autónoma de México.
Luego se sucedieron "las declaraciones de la subsecretaria del Departamento de Defensa, la presión de la Cámara de Comercio, las declaraciones del embajador de EEUU en México y otra carta de la Asociación Nacional de Manufactureros dirigida al titular del ejecutivo en México", apuntó el entrevistado.
Ríos Vera detalló que a estos organismos empresariales e institucionales se sumaron "las oligarquías locales" a partir de la segunda o tercera semana de abril. "Para el gran capital local y para las transnacionales estadounidenses es inaceptable que tengamos cerradas las actividades económicas productivas exportadoras conectadas con la región de América del Norte en medio de esta pandemia", añadió.
Triunfo necropolítico
El también investigador del colectivo Centro de Estudios, Documentación y Análisis Materialista puntualizó que desde estos sectores reclamaron que México reconsiderara lo que había establecido como actividad esencial. "Finalmente lograron una victoria porque por arte de magia se han puesto esenciales los sectores manufactureros que desde la última semana de abril hasta el 12 de mayo no lo eran".
Necropolítica es un término acuñado por el filósofo camerunés Achille Mbembe, el cual plasmó en su libro titulado Necropolítica. Allí analiza las políticas de ajuste y expulsión que primero se ensayaron en el continente africano en los años 90 del siglo pasado y hoy se extienden por todo el planeta.
"Este ensayo plantea la hipótesis de que la expresión última de la soberanía reside ampliamente en el poder y la capacidad de decidir quién puede vivir y quién debe morir. Hacer morir o dejar vivir", dice el autor en la introducción.
Ríos Vera aportó que incluso antes de que las presiones dieran resultado, algunas empresas vinculadas a esos sectores estratégicos para EEUU incumplían el decreto de cese de actividades, de ahí el alto número de muertos en maquiladoras.
"La cifras con espantosas: uno de los estados maquiladores más grandes es el de Baja California. Buena parte de esa industria manufactura no cerró y al dia de hoy llevan más de 430 obreros fallecidos" en ese estado fronterizo con EEUU. Lo mismo ocurre en la ciudad de Tijuana con 272 obreros fallecidos, Mexicali con 138 y Ciudad Juárez con 100.
Deslocalización y dependencia
El académico mexicano señaló que en los años 90 del siglo pasado, EEUU "dislocó la producción industrial. Se creó una nueva división internacional del trabajo buscando en los países más remotos la fuerza de trabajo más abaratada. Ese es el motor de la ideología globalista: la búsqueda de las mayores condiciones de tasa de explotación del trabajo".
La "deslocalización de la manufactura industrial" estadounidense provocó un fuerte impacto para la economía. Los trabajadores mexicanos vieron progresivamente caer sus salarios y el poder adquisitivo, tal como lo demuestra un estudio publicado recientemente por Ríos Vera.
También significó "el declive estratégico del aparato productivo estadounidense", que se advierte en el siguiente dato: "En estos años de TLC [Tratado de Libre Comercio] el 40% de la importación de insumos y componentes de la manufactura de EEUU proviene de México, esto es casi la mitad", resaltó Rios Vera.