En un ataque prematuro de electoralismo (los comicios generales se celebran en septiembre de 2021), el líder del Partido socialdemócrata en el Bundestag (Parlamento), Rolf Mützenich, soliviantó a sus compañeros cristianodemócratas de la Grosse-Koalition, pidiendo que el territorio alemán se libere de bombas nucleares norteamericanas.
Según Mützenich, "las armas nucleares norteamericanas no refuerzan nuestra seguridad, sino más bien al contrario". "Ha llegado el momento", sentenció, "de excluir todo futuro almacenamiento". El SPD presentaba su olvidada patita pacifista en recuerdo de un pasado donde se le situaba a la izquierda, lanzando otra señal al electorado perdido.
Vuelve el debate sobre EEUU
La andanada del dirigente socialdemócrata ha servido para poner de nuevo sobre la mesa el viejo debate en este país sobre el manto protector de Estados Unidos, algo que ha enervado a los compañeros cristianodemócratas que comparten el gobierno con el SPD.
Algunos analistas europeos se muestran más alarmados. Desde think-tanks sufragados desde el otro lado del Atlántico anuncian "consecuencias devastadoras para la seguridad europea", sin advertirnos de los peligros concretos a los que seríamos condenados. Otros, más prácticos y también expertos en atizar la competencia, desenfundan la opción habitual: si Alemania desiste, siempre nos quedará Polonia.
La base aérea alemana de Buchel acoge desde 1955 armas nucleares norteamericanas en virtud del acuerdo de reparto nuclear de la OTAN. Un reparto que incluye otros recintos militares europeos en Bélgica, Italia o Países Bajos.
La "Europa de la defensa" con aviones norteamericanos
La servidumbre de Berlín hacia Washington DC y la OTAN ha contribuido también a otro choque nuclear entre los miembros del gabinete. La ministra de Defensa, la conservadora Annegret Kramp-Karrembauer (conocida como AKK), es atacada por los socialdemócratas, que la acusan de no haberles consultado sobre la compra de aviones militares norteamericanos para renovar los Tornado de la Luftwaffe.
En un primer momento, AKK se decidió por los F-35 de la firma norteamericana Lockheed Martin, lo que levantó la ira más allá del Rhin. París veía comprometido el proyecto franco-alemán (al que se unió España) llamado Sistema de Combate Aéreo Futuro (SCAF), la iniciativa europeísta para renovar el Eurofighter y los Rafale franceses en 2040.
Berlín optó entonces por el menos caro F-18, y en la lista de la compra incluyó 45 aviones norteamericanos y 93 Eurofighters. Este aparato no cuenta de momento con la certificación para transportar las bombas nucleares norteamericanas, lo que facilita a AKK justificar la compra de aeronaves norteamericanas, en lo que algunos chauvinistas franceses celosos denuncian como el "diktatt" al que Estados Unidos somete a su principal aliado europeo.
La decisión final sobre la compra se tomará por el Bundestag que salga elegido en 2021, pero la batalla política ya está lanzada en Alemania y, por supuesto, en todo el Viejo Continente. Desde fuera de las fronteras germanas se utiliza la renovación de la Luftwaffe como otro ejemplo más de la preferencia por la OTAN y Estados Unidos, frente a su pálido apoyo a la cada día más quimérica "Europa de la defensa" que pretende impulsar París, con Emmanuel Macron como comandante en jefe.