Por una coincidencia del destino, el CSKA de Moscú entró en el campo para enfrentar al Sporting de Lisboa aquel 18 de mayo de 2005 ya en desventaja. La sede del último partido del torneo, sorteada con meses de antelación, era justamente el estadio José Alvalade, la casa del club portugués.
"Pensé 'vamos enfrentar al Sporting, en un único juego, con más de, no sé, unos 60.000 hinchas abucheándonos'", recuerda el delantero brasileño Vágner Love, parte del plantel del CSKA en aquella ocasión y responsable del gol que selló la victoria del equipo ruso en el campeonato.
El estadio tenía una capacidad para poco más de 50.000 hinchas y su presencia ejerció presión sobre el equipo ruso, como lo pronosticó Vágner. Pese a que jugaba bien, a los 29 minutos del partido, el CSKA sufrió un gol del Sporting.
"No teníamos nada que perder. Si perdíamos aquel partido ante Sporting, no hubiese sido raro. Era un juego dentro de la casa del Sporting, con los hinchas del Sporting. Todo conspiraba para que ganara el Sporting. No sería una gran sorpresa para nosotros si perdíamos", apunta el también brasileño Daniel Carvalho, zaguero del CSKA en aquel entonces.
Sin embargo, el gol del equipo lisboeta en el primer tiempo parece haber servido de motivación para el equipo moscovita, en particular para Daniel. En la segunda parte del encuentro, el futbolista logró realizar tres bellos pases que luego terminaron en la meta adversaria. La actuación de Daniel fue tan decisiva en el partido que le rindió al zaguero el trofeo de mejor jugador de aquella final.
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"Si no hubiéramos anotado el tercer gol, poco antes de ello el Sporting casi logra igualar el marcador, la historia podría haber sido completamente diferente. Creo que estábamos destinados a ganar el título aquel año", afirma Daniel.
Con el marcador final 3-1 a su favor, el CSKA entró en la historia del fútbol mundial como el primer equipo de Europa Oriental —y uno de los pocos hasta el día de hoy— en conquistar la Copa de la UEFA (actualmente Liga Europa).
Jugando al fútbol con Putin
"Nos reunimos para hacer la foto: los jugadores, la comisión técnica y Putin. Pensé 'Dios mío, tengo que hacer algo distinto, esto está muy serio'", recuerda Vágner Love.
Tal vez por la informalidad característica de los brasileños, tal vez por culpa de las fiestas regadas de alcohol de la noche anterior —confesadas a Sputnik de manera cómplice por Daniel—, Vágner decidió interactuar con el mandatario.
El delantero, quien ese día no estaba acompañado de su intérprete, sencillamente se acercó a Putin y sugirió con gestos que jugara un poco con el balón. La actitud dejó tensos a los futbolistas rusos.
"Cuando tomé el balón, todos se asombraron. Después de todo, se trataba de Putin, el presidente del país. Los rusos todos se congelaron, como si hiciera frío en el salón. Tomé el balón, lo señalé para que él lo pateara, hiciera jueguitos. Todos quedaron esperando su reacción", cuenta Vágner entre risas.
Según el crac brasileño, la tensión no duró mucho, Putin luego "se unió al juego" y le dio algunos toques a la pelota. El momento, seguido de aplausos y sonrisas, quedó plasmado en la memoria del futbolista, quien hasta el día de hoy tiene la insólita instantánea en la pared de su casa en Brasil.